Apreté las llaves del coche hasta que el filo se hundió en la palma de mi mano y un latigazo de dolor trepó mi brazo. Luego, me mojé los labios y volví a pulsar el timbre.
Ni siquiera tenía muy claro cómo había acabado allí.
Ni siquiera sabía si estabas en casa.
Después de encontrar alguna foto más de Alicia en actitud muy cariñosa con otros dos hombres en las cuentas de sus amigas, fotos poco nítidas en las que se la distinguía entre los haces de luz y la penumbra bailando muy apretada a ellos, una calma brumosa descendió sobre mí, adormeciendo mis sentidos y mis pensamientos. Puede que haberme dado cuenta de que no era mi culpa y que yo no tenía por qué cargar con todo el peso de sus acciones ni del declive de nuestro matrimonio tuviera algo que ver.
No era yo el que buscaba a otras personas fuera de nuestra relación.
Aunque, quizá, no era el más indicado tampoco para hablar porque allí estaba yo, delante del portal de tu chalet, mirando de cara a la cámara incorporada al interfono y esperando que estuvieras en casa y me abrieses en vez de acudir a mi abuela o mi hermano como cualquier persona con dos dedos de frente habría hecho en una crisis así.
Sin embargo, ellos no me habrían entendido como tú lo hacías.
—¿Sí? —preguntaste después de que el interfono emitiese un chasquido y se encendiera. Luego, hubo una pausa—. Espera. ¿Paco? ¿Qué haces tú por aquí? —Resoplaste una risa burlona—. No me jodas. No me digas que ya estás aburrido de darle a las teclas del mando de tu PS4. ¡Y yo que pensaba que tardarías más en caer y reconocer que estabas muerto del asco!
Debería haberme molestado la manera en que la perplejidad dio paso a la mofa en tu voz, pero solo cambié el peso de un pie a otro y musité:
—¿Puedes abrirme? No sabía muy bien adónde ir y... tú... Yo... Desde anoche... Y... y luego hace un rato... he visto... y me he... yo me he...
Cerré la boca de golpe, respirando de manera agitada por la nariz. ¿Por qué se agolpaban y enredaban mis pensamientos forma tan confusa?
Mi tono quedo y la incoherencia de mis palabras te hizo pausar.
—Claro. —Mucho más serio, agregaste—: Espera ahí donde estás que salgo a por ti.
¿Y adónde se suponía que iba a irme? ¿A mi casa, que estaba llena de recuerdos de Alicia y de una vida que era una mentira? ¿O a la de mis padres, que ni siquiera podían llegar a imaginar o sospechar ni una milésima parte de lo que ocurría en mi matrimonio? No, mucho mejor quedarme donde estaba, esperándote.
Así que eso fue lo hice.
En cuanto abriste la puerta, sin embargo, no te di tiempo más que a fruncir el ceño y preguntar que por qué traía esa cara. Tragando saliva con dificultad, negué con la cabeza y me puse en movimiento hasta chocar contra ti; apoyé la frente en tu hombro con la respiración ya del todo descontrolada y los ojos ardiendo. Todo tu cuerpo se tensó. Seguramente, hasta ese momento, habías estado disfrutando de un día tranquilo; claro está, hasta que me había presentado yo allí actuando como un demente y me eché encima de ti.
Mi rostro estalló en llamas.
Aun así, no me retiré. En todo caso, apreté los ojos y enterré aún más el rostro en tu cuello, presionando mi nariz contra tu piel, mientras me aferraba a los bajos de la camisa verde militar que llevabas puesta. No fui consciente de que contuve el aliento hasta que tus brazos me rodearon despacio y comenzaste un lento masaje circular entre mis omóplatos y mi baja espalda. Solo entonces solté todo el aire y me permití aspirar hondo tu olor, una mezcla intoxicante a limpio, acompañado de notas amaderadas y especiadas, que seguro tenía algo que ver con los mechones rubios mojados que se pegaban a mi frente y mejilla.
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[Extraño #2] Extraña necesidad (COMPLETA)
Romance*Aunque aquello del trío iba a ser la solución perfecta a todos sus problemas matrimoniales, Paco no cuenta con agregar uno más a la lista cuando se enamora del hombre al que su mujer eligió.* Paco tiene dos grandes problemas ahora mismo: su mujer l...