Triángulo épico

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El hombre no quitaba su vista sobre mi, me estaba como analizando de pies a cabeza, pero su mirada era tan pesada que no podía sostenerle la mirada por mucho tiempo, me sentía tan indefensa con tan solo una mirada y él estando a varios metros, no se movía ni nada solo me observaba.

—¿Quién eres?—trate de sonar con autoridad, pero mi voz me traicionó.

No respondía.

—¿Vives acá?—mi voz sonó mejor.

Seguia sin responder y su mirada todavía sobre mi. Me daban como ganas de tirarme sobre él, pero pues no era capaz.

Iba a lanzar otra pregunta, pero el lugar sonó un grito desgarrador, mire en la dirección de dónde provenía el grito, era Apolo, empezó a convulsionar.

Toda la atención que tenía sobre el hombre, se fue hacia el brujo, salí corriendo y me arrodille al lado del sofá, para estar a su altura.

—Apolo—lo llame con suavidad, su cuerpo se estremecía, coloque mis manos en su cara, mientras se me escapaban varias lágrimas.

Sentí como alguien se acercaba, era Domenico.

—Ayudalo—dije en medio de sollozos.

—No puedo—dijo en voz ronca, casi inaudible.

—¿Por qué?—sone histérica—el me dijo que te diera sangré y que luego lo ayudarás.

Le mostré mi mano, como invitación a qué bebiera.

—Yo no puedo hacer nada, esto se sale de mis manos...—se hizo un silencio—esta muy mal.

Sus últimas palabras hicieron que algo dentro de mi se derrumbara, mire a Domenico, podía ver derrota y tristeza en sus ojos, como si no hubiese nada que hacer, mi vista se nublo inmediatamente, salían lágrimas desesperadas, abrace a Apolo fuerte, como si en algún momento se me fuese a escapar, pero algo así iba a pasar, su cuerpo iba a estar ahí, pero su alma, su vida, su energía, se me iban a ir y no podía hacer nada, él me había encontrado y yo lo iba a dejar ir así de fácil, no lo podía permitir, algo dentro de mi se rompía, dolía, lo estaba perdiendo por segunda vez y no podía hacer nada, la impotencia se expandía por todo mi cuerpo, la rabia no se hacía esperar, sentía como todo mi interior quería estallar, salió un grito desgarrador por mi garganta y mil lágrimas detrás de el, la casa se movió en cuestión de segundo, como si un pequeño templor fuese pasado.

—Esa es la energía que necesitan...—dijo una voz firme, en algún rincón de la casa—para recuperarlo.

Le eche un vistazo a toda la estancia y no pude ver al dueño de la voz, sabía que era el hombre que había visto hace unos minutos, ¿Pero dónde estaba?

—¿La de ella?—dijo Domenico con voz esperanzada.

—Si—la voz sonaba por todos los rincones de la casa—es fuerte, muy fuerte, pero le hace falta mucho control.

Volví a buscar al dueño de esa voz, él salió de un rincón oscuro, su mirada penetrante callo sobre mi, ya no se sentía tan pesada  como antes, pero al igual me seguía sintiendo incómoda.

—Escucha—dijo colocando su dedo índice en su oído.

Lo mire confundida, no escuchaba nada, solo podía escuchar mis sollozos.

—Concentrate, eres más fuerte que tus emociones—no entendía lo que me decía—cierra los ojos y escucha.

Hice lo que me mandó, cerré los ojos y escuché.

Pum... Pum... Pum—eran latidos, demasiado lentos, pero al fin y al cabo eran latidos, seguía vivo.

—Tu puedes salvarlo—volvio a hablar el hombre.

 Mi Oscuridad TentadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora