Forzadas

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Tori bebía calmadamente su té recién hecho.

Normalmente disfrutaba con deleite el sabor del té. Pero hoy no era uno de esos días. Sus ojos cafe, impasibles, no daban a conocer lo que estaba pensando, pero no era nada agradable. Miró a su padre con una sonrisa falsa, y movió la cabeza de arriba abajo, asintiendo. Al fin y al cabo, fingir era su forma de ganarse la vida. A pesar de ser una rica heredera, se decidió por la carrera de actriz. Desde luego, belleza no le faltaba, y tampoco talento. Pronto saltó de los anuncios de shampoo a ser protagonista de infinitud de comedias románticas. Su lista de fans era interminable, empezando por su fan número uno, Rider Daniels.

Pero volvamos a la escena que se desarrollaba en la mansión Vega.

Victoria contestó a su padre, con respecto a las últimas nuevas que él mismo le había comunicado.

- Claro, padre. Haré lo que se espera de mí.

- Gracias por comprenderlo. - Dijo David con cara de pena. La verdad es que no podían haberle dado una peor noticia. Sus abogados le habían dicho que el documento era legal, y que si no aceptaba las condiciones, perdería su compañía y toda su fortuna a favor de Lindsay West, además de ir a la cárcel.

David amaba a su hija, y quería que experimentara lo que él había sentido con su madre: un gran amor. Sin embargo, no podía hacer mucho en estas circunstancias. Al menos esperaba que la tal Jadelyn, así se llamaba la hija de Lindsay, fuera respetuosa con su hija, y, si no era capaz de amarla, al menos sí le diera la libertad suficiente para que fuese feliz.

Tori, por su parte, entendía que jamás podría vivir con la culpa de perder toda la compañía y la libertad de su padre. Realmente, su padre bien podía haber apostado su riñón, en vez de un matrimonio pero en ese entonces era joven crédulo y adicto al juego.

Aunque por fuera parecía calmada, por dentro tenía una miríada de sentimientos encontrados. Por un lado, furia hacia sus acciones pasadas. Por otro, pena por su padre. También, expectación por saber quién y cómo sería la susodicha Jadelyn West.

Desde luego, si no era respetuosa con ella, le haría la vida imposible. Tori podía ser muy retorcida cuando se lo proponía, y si la señorita West no se comportaba, se vería viviendo un infierno en vida.

Al menos, no era un hombre. Eso la alivió. Decidió hacía ya mucho tiempo que los hombres no eran de su gusto, al menos en lo que a materia amorosa se refería. Adoraba a Andre, su amigo de la infancia, pero descubrió que no era lo que quería cuando intentó besarla una vez, después de una fiesta adolescente, con demasiada bebida de por medio. Para infortunio de Andre, no la suficiente bebida como para que su amiga le dejara besarla. La bofetada que recibió fue de antología.

En todo caso, Tori estaba más que disgustada por su situación. No sólo por la imposición de otra persona en su vida a la fuerza, sino porque ella dependía en gran medida de su imagen pública.

Desde luego, tendría que pensar seriamente cómo iba a dar la noticia de su boda al gran público. Después de conocer a su futura esposa, y ver qué pensaba de todo esto, debería hablar con sus amiga Dove, que hacían las veces de su manager y publicista, para darle un enfoque beneficioso, o al menos no perjudicial, para su carrera.

Cuanto más lo pensaba, más enferma se ponía. ¿Cómo alguien querría casarse con otra persona sin al menos conocerla? Sin duda la tal Jadelyn o bien era una cazafortunas, como parecía haberlo sido su madre, o no tenía ni la más pizca de personalidad, y hacía todo lo que su madre le decía.

Al menos ella tenía una buena excusa: jamás dejaría que su padre fuera a la cárcel, ni que perdiera la gran fortuna y la compañía que tanto le había costado conservar. Ciertamente, David se había enfrentado al mal manejo de la compañía por parte de su padre, y tuvo que levantarla de sus malos dividendos.

En fin, Tori tenía una buena excusa. ¿Cuál era la excusa de Jadelyn?

En otra parte de la ciudad, se desarrollaba una escena parecida, aunque con un tono de voz más elevado.

- ¡Me niego! ¡Rotundamente no! - Gritó una azabache con vehemencia. Desde luego, su madre había perdido la poca cordura que alguna vez hubiera podido tener.

- ¡Jadelyn! ¿No ves que es una oportunidad irrepetible?
¿No ves que seremos inmensamente ricas? - Su madre no entendía cómo no podía darse cuenta de la gran suerte que tenía.

- No me voy a casar por dinero, madre... - dijo Jade gruñendo.

- No es sólo dinero, es también poder y posición social...

- Corta el rollo. No me voy a casar y punto. - Dijo Jade en un tono que no daba lugar a dudas.

- Entonces te desheredaré. - Dijo Lindsay impasible.

- Menuda amenaza. - a Jade no le importaba nada su herencia. Tenía un medio de vida, y jamás necesitaría a nadie. Era buena en su trabajo, después de todo.

- Y jamás volverás a ver a Alyssa. - Dijo Lindsay con una sonrisa. Sabía que era su baza ganadora.

- ¡No podrás impedírmelo! - Jade no se esperaba que la amenazara con eso.

- Por supuesto que sí. Soy su madre, después de todo, y haré lo que quiera con ella. Nos iremos lejos, y jamás volverás a verla.

Jade estaba furiosa. Adoraba a su hermana pequeña, y de ninguna manera dejaría jamás de verla. En realidad era su media hermana, por parte de madre Lindsay, pero igualmente la quería con locura.

¿Cómo podía ser tan rastrera su madre? Sabía muy bien que cumpliría su promesa.

Su madre no tenía escrúpulos, después de todo. No es que las hubiera maltratado, pero no era una persona con la que tendría trato de no haber sido su madre. Era todo lo que más odiaba en el mundo: egoísta, avara, déspota e hipócrita. Cómo era su hija, aún no lo sabía. Su vida hubiera sido muy diferente si su madre Hilary no hubiera muerto en aquel accidente. Seguramente se hubiera divorciado enseguida.

Jade dejó de lado los pensamientos sobre su madre Hilary.

Al fin y al cabo, el pasado no se puede cambiar. Se concentró en el presente. Finalmente llegó a una conclusión: debería seguirle el juego, o nunca jamás vería a Alyssa.

- Está bien. Si me lo pides tan amablemente, tendré que aceptar. - Dijo Jade con ironía.

- Sabía que eras una persona razonable, después de todo. - Contestó Lindsay con igual ironía.

A Lindsay le aparecieron los signos de dólar en los ojos. Por fin podría disfrutar de una vida relajada y atestada de dinero.

Mientras tanto, Jade ya comenzaba a planear la manera de librarse del matrimonio. Seguramente la tal Vega acabaría harta de ella en menos de un parpadeo, y tendrían que divorciarse en menos que canta un gallo. Ella podía ser muy maleducada cuando se lo proponía.

Jade había absorbido la información que su madre le había proporcionado sobre su futura esposa.

El hecho de que Victoria fuera actriz de películas románticas le daba nauseas. A ella lo que le gustaba eran las películas de acción, no las cursilerías ésas. Sin duda, la tal Victoria debía de ser una cabeza hueca esperando a su príncipe azul. Pues se tendrá que conformar conmigo, se dijo Jade, sonriendo para sí misma.

Convivencia Forzada FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora