Incendios de nieve.

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"No serás capaz de odiarme, tan solo quería ilustrar

que quiero arriesgarme a conocerte porque el miedo al fin cayó, al fin cedió.

No será capaz de odiarme, si lo he empeorado más

Que bajen tus labios y me callen, si no empezaremos a silbar."


-Love of Lesbian: Incendios de nieve.




* * * * *




— Pues no sé qué piensas hacer con tu vida, Rosé. No te da la nota para medicina.

— Me da igual. — Contesté, jugueteando con mi móvil entre las manos. — Estudiaré algo de filología hispánica y punto.

— ¿Pero cómo has pasado de dieces a esas notas en selectividad?

— ¡Y yo qué sé! — Mi mirada se posó en el rostro preocupado de mi madre, una cara que se me quedó guardada para siempre. — Qué más da eso ahora, déjame disfrutar el verano.

Me levanté de la cama y me dispuse a cambiarme de camiseta para salir a la calle.

— ¿Dónde vas?

— He quedado.

Contesté, rebuscando en la mesita el tabaco de liar para guardármelo disimuladamente en el bolsillo trasero del pantalón, junto a la Blackberry.

— ¿Con quién?

— Con Lisa. — Me encogí de hombros y me revolví cuando mi madre atrapó mi brazo. — Me dijisteis que si aprobaba podría hacer lo que quisiera. He cumplido, hacedlo vosotros.

— No entiendo qué narices te está pasando, Rosé.

Decidí callarme antes de explotar y salí de la habitación, dirigiéndome escaleras abajo, ignorando el pequeño empujón que se llevó Álvaro en el trayecto. Salí por la puerta y en cuanto estuve algo alejada de casa, respiré con paz, sentándome en un banco y liándome el cigarro, con la ayuda de las clases que me había dado Jisoo en los últimos días.

— Hey, Rosé.

Jisoo se sentó a mi lado y por un momento me sobresalté, porque no entendía cómo narices había dado conmigo tan rápido.

— Hola, Jisoo.

Jisoo era catalana, se había mudado a Madrid hacía un año y en seguida se juntó a Lisa y su grupo. Adoraba el rock, las manifestaciones y las drogas, como todos ellos. Sin embargo, había algo en ella que me provocaba un sentimiento de seguridad extremadamente agradable. No sabía si era su forma de sonreír, su cara tan expresiva o su manera de ver la vida, siempre mucho más positiva que el resto o quizás su sentido del humor.

— ¿Qué tal? — Estiró el brazo hacia mí, y le pasé el tabaco y las boquillas para que se liara un cigarro. — No creas que te he seguido como una psicópata o algo de eso, eh.

Dejé escapar una carcajada antes de llevarme el piti a los labios y darle una calada. La destreza que había adquirido en las últimas semanas era sin dudas de admirar.

1999. | Chaelisa |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora