La mirada de la gente que conspira.

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"Y veo partes de mi vida como piezas de un gran tetris que nunca encajan muy bien y solo se entienden al revés.

Compra pesimismo extremo, todos dicen que está en alza.

Busca la palabra clave en la gente que conspira.

Y basta.

La radio grita."


-Love of Lesbian: La mirada de la gente que conspira.




* * * * *




2009.


El día que puse un pie en el exterior y volví a ver la calle es uno de los que más recuerdo. Laia y yo salimos de la mano, con dos de los médicos siguiéndonos bien de cerca.

La chica había cumplido los 20, y yo ya tenía 28. Me di cuenta en ese momento de cómo había desperdiciado los mejores años de mi vida, pero ya no había vuelta atrás.

Una sonrisa se abrió en mi rostro cuando vi a Jisoo.

Estaba mucho más guapa. Se había cortado un poco el pelo, había cogido algo de peso y se veía mucho más sana. Llevaba las gafas de sol y una camiseta gris de manga corta.

Rompí rápidamente la distancia que nos separaba y entonces, ya frente a ella, me lancé a sus brazos, enterrando mi rostro en su pecho y disfrutando de las caricias que me regalaba en la espalda.

— Jisoo...

— Rosé. — Contestó ella, besando mi pelo y dejando escapar una pequeña carcajada. — Ya pasó todo, amiga.

— Ya pasó. — Susurré yo, para convencerme de aquello.

Noté una mano fuerte sobre mi hombro y el corazón se me aceleró ligeramente.

— Enana.

Aquella voz. Las lágrimas comenzaron a descender por mi rostro y cuando me separé de Alfred pude mirar a mi hermano a los ojos después de tantos años. Estaba mucho más mayor, pero seguía igual de atractivo que siempre.

Sus ojos azules estaban alegres, a pesar de que se habían empañado y su sonrisa me animó a rodear su cuerpo y abrazarle con fuerza, pidiéndole en silencio que no se fuera.

— Rosie...

— Ya estamos aquí contigo. — Susurró, acariciando mi pelo, recientemente cortado. Se separó de mí para que pudiera fijar la mirada en mis padres, que me miraban visiblemente emocionados. — Te hemos echado de menos.

Ni siquiera tenía fuerzas para echarles en cara el haberme abandonado de aquella forma. Me lancé a su encuentro y ellos me cobijaron con todo el cariño que tenían, pidiéndome perdón.

Yo también lo hice, porque les había tratado tan mal que jamás me lo podría perdonar.

— Vamos a casa, anda.

Miré a mamá y asentí levemente, pero antes de irme con ellos, volví con Jisoo.

— Ya hablaremos, Rosé, este día es para ti y para ellos.

1999. | Chaelisa |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora