Prólogo

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CINCO AÑOS DESPUÉS

Nueva York - Estados Unidos

Jueves, 10 de octubre de 2024

—Señor Smith, ya le hemos dicho en muchas ocasiones que no somos su enemigo.

—Señorita, no voy a confiar en su palabra cuando usted podría ser fácilmente un arma—Me responde el secretario de las Naciones Unidas—. Estoy tratando de entender por qué usted, Directora Baroni, no me había informado de la existencia de estas personas.

—No se confunda—La mujer me mira con asco—. Ellos no son personas.

—Por supuesto que sí, jamás hemos hecho algo para atentar en su contra—Dice la Reina de Augi Naydak—. Somos una población, tenemos familias, niños… No somos unos terroristas.

—¿Por qué permanecer ocultos?

—Por problemas como estos, ya ve, están señalandonos y tomándonos de rehenes en este lugar—Les digo.

—No son rehenes—La oficial Baroni habla

—Por supuesto que sí, estamos en contra de nuestra voluntad—Musita con molestia North, rey de Ledus

—Han dejado a nuestras familias preocupadas por nuestras desaparición, ustedes no lo entienden. Ellos harán lo que sea por entrar acá y no les importará nada—Digo

—¿Es una amenaza?—Cuestiona el señor Smith

—Es una advertencia—Respondo mirándolo a sus ojos mieles—. A ellos no les importará exponer su naturaleza con tal de llegar aquí y el pánico colectivo no es algo que ustedes quieran—Enarco una de mis cejas, el señor Smith contrae su mandíbula.

—No le haga caso, señor Smith solo quiere que los liberen—Musita la detestable mujer que dirige la CIA.

—Con todo respeto, oficial Baroni, pero si nosotros fuéramos querido atacarlos ya lo fuéramos hecho—Le dice Mermie, la reina de Klimats

—¿Me está amenazando?

—No, estoy diciéndole los hechos, no somos peli…

Las luces se apagan y una sirena empieza a sonar, una luz roja titila. Mientras afuera empiezan a escucharse explosiones y disparos.

Ya llegaron.

—¡¿Qué está sucediendo?!—Exclama el señor Smith, sus guardaespaldas llegan a él y Baroni desenfunda su arma.

—Lo que le dije, vienen a rescatarnos—Murmuro rompiendo mis esposas después de congelarlas él abre mucho los ojos mientras me sobo mis muñecas sin dejar de mirarlo—. Se lo dijimos señor Smith, no somos el enemigo, ustedes quieren hacernos el enemigo, y eso no les conviene.

—¿Podía usted liberarse en todo este tiempo?—Pregunta Jessica Baroni apuntándome con su arma

—Por supuesto—Respondí, a mi lado llegan los chicos liberados, ella palidece—. Todos podíamos, pero no lo hicimos esperando a que entraran en razón.

La puerta se abre de forma estrepitosa y Gunter entra vestido completamente de negro y un arma en su mano, cuando me ve su mirada se alivia y guarda su arma. Noto que Baroni le va a disparar pero con aire hago que suelte su arma, ella me mira alarmada.

—No vamos a hacerles daño si ustedes no nos hacen daño a nosotros—Le digo a ella.

—Ha matado a muchos oficiales para llegar aquí—Dice ella mirando las manos ensangrentadas de Gunter.

—Si, bueno, lo pedimos amablemente y ellos no quisieron—Gunter se encoje de hombros.

—Olvídense de este teatro, podemos responderle todas las preguntas que quieran, pero no somos su enemigo—Les dice Steve, rey de Udens—. Ustedes iniciaron todo secuestrándonos.

—Que no están…

—Nuestras brujas están afuera, si alguien nos hiere o nos dispara todo este edificio se vendrá abajo—Interrumpe Gunter a Baroni, amenazandolos, Yves aparece detrás de él vestido de la misma forma, le da un escaneo rápido a Naydak antes de hablar.

—Debemos irnos.

Me acerco a Baroni, ella trata de lucir inescrutable—. Solo un rasguño a mí gente y están perdidos—Le digo—. Y esa si es una amenaza.

—Cuando quieran hablar como personas civilizadas los estaremos esperando—Uris, el rey de Uguns habló.

Entonces todos salimos de allí, cómo persona inteligente, Baroni dió la orden de no herirnos, cuando estamos fuera de las instalaciones es cuando vuelvo a respirar con tranquilidad.

Todos se reúnen y Gunter me abraza para luego acunar mis mejillas.

—¿Estás bien? ¿No te hicieron nada?—Me detalla—. Si te arrancaron un solo cabello voy a explotar todo el puto edificio, pecosa.

—No me hicieron nada—Digo sonriendo—. Estoy bien

Él me besa y cuando se aleja Yves se acerca a mí, abrazándome con fuerza.

—Por dios, Everest, siempre tienen que secuestrarte—Eso me hace reír

—Ya sabes, soy importante.

—Tenemos que irnos, ellos regresarán, y por lo que vi de esa mujer, no creo que sea a hablar civilizadamente—Nos dice Uris. Yo asiento y le respondo.

—Otra guerra se avecina.

Everest: ResurgiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora