Cap V: De regreso a casa

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Estábamos en el avión de vuelta a casa y mi mente continuaba intranquila, no había podido dormir la noche anterior porque esa escena se repetía en mi mente otra vez y yo solo deseaba que todo desapareciera y no volver a ver esa espada ni a Lucifer ni sufrir esa horrible y dolorosa transformación de nuevo.

-Max… -Me llamó Carl. – ¿Estas bien? –preguntó.

-Si Carl tranquilo… -Respondí algo cansado.

-¿Qué pasó en la cueva? –preguntó.

Yo pensé un momento y luego le dije.

-Nada, ¿que tenía que haber pasado? Solo perdí la consciencia y ustedes huyeron de ahí. –Respondí.

-Y, ¿qué pasó con la espa…?

-Solo era eso una espada vieja y llena de polvo. –Lo interrumpí. –Y lo que “vimos” no fue más que una alucinación. –respondí algo alterado. –basta, no quiero oír una palabra hasta llegar a casa.

Logré dormir hasta llegar pero no fue nada agradable…

-Hola de nuevo Max.

-¿Qué?, ¿qué haces de nuevo aquí? –pregunté molesto.

-Estaba a punto de preguntarle lo mismo, recuerda que yo vivo aquí y tú regresaste, cosa rara ya que abandonaste la espada en aquella cueva, a menos que… oh claro la espada ya se enlazó a ti, por tanto regresarás siempre que sea necesario.

-Aun así, no haré lo que quieres que haga sin importar que ese tal Abadón se apodere de mi cuerpo.

-¿Abadón?, de que hablas chico Abadón murió durante su encierro, a ti solo se te transfirieron sus poderes…

-Entonces, ¿Cómo harás que yo comande el ejército? –le pregunté sin saber lo que vendría.

-Oh Max, pequeño e ingenuo Max… -exclamó mientras caminaba alrededor de mí. –No necesitas poseer a alguien para que obedezca…

-¿Entonces? –pregunté.

-Todos los humanos tienen un demonio interno, algunos lo liberan, otros lo mantienen cautivo toda su vida, así que… yo solo debo liberar al tuyo…

En ese momento apareció frente a mí y puso su mano en mi pecho sin que yo pudiera hacer nada y pronunció las siguientes palabras:

“Invoco al demonio dentro de Maxwell Damon, ¡Yo te libero!”

De inmediato sentí el impacto de sus palabras, cómo si algo dentro de mí intentara tomar el control y yo no pudiera resistirme, y segundos después dejé de resistir, se sentía bien, sentía el poder a través de mí cuerpo y me gustaba…

-Veo que tu actitud cambió Max…

-Esto es genial… se siente excelente…

-Se sentirá mejor si te transformas.

-Pero maestro, la espada…

-Tranquilo. –interrumpió. –eso no es problema.

De su mano salió una columna de llamas de donde por arte de magia apareció la espada.

-Aquí tienes mi discípulo. –exclamó entregándome la espada.

Yo la tomé ansioso de probar su poder de nuevo y de nuevo experimenté la transformación, sólo que esta vez no fue dolorosa, incluso disfrutaba cómo con cada metamorfosis el poder aumentaba en mí, finalmente la transformación concluyó y volví a mirarme, todo era cómo la primera vez, los cuernos, las alas, la cola, las garras en mis manos.

-Ahora estoy a sus órdenes, maestro.

-Perfecto, porque en 91 días exactos nuestro ejército caerá sobre la tierra causando destrucción hasta que la humanidad y la vida sean tan sólo un recuerdo, y tú… tú mi discípulo eres el que hará todo eso posible, tú y esa espada que empuñas serán los responsables de acabar con el mundo de los mortales.

-Y no le fallaré mi maestro.

-Eso espero Max, porque he estado siglos esperando esto.

-Y todo saldrá de acuerdo a su plan.

No sé qué pasaba, pero en ese momento yo deseaba todo eso, la muerte, la destrucción, era tanta mi euforia y mis ansias que no pude hacer más que comenzar a reír de manera demente, risa en la que segundos después Lucifer me siguió, seguí riéndome hasta que me perdí.

Crónicas de un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora