25- un cielo sin estrellas.

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Oh, y debí saber que esto nunca podría funcionar

Sé que es algo humano, pero nunca aprendo
Te quiero para mí,
Puedo soportar la caída,
El dolor,
El placer,
Y tú puedes soportarlo todo
Para bien o para mal...

Anson Seabra- That's us.

Recuerdo cómo me dolió haber caído en la realidad. Comprender el trato que en todo momento me dio y como yo lo malinterprete; como le daba un significado a algo que era la nada misma.

Acabé convirtiéndome en la nada misma.

 Sola. 

Pérdida.

 Vacía.

 Con un pésimo estado de ánimo, incapaz de reaccionar y de creer nuevamente en alguien. 

Fue fatal. 

Fue terrible.

Fue como si todos los bellos colores de mi paleta de pintura, se hubieran mezclado y formado un marrón asqueroso. Yo era ese asco. Lo sentía todo el tiempo.

Fue como si mi galaxia estuviera pinchada, desinflándose despacio, dejándome sin aire, iba a asfixiarme. Y yo no podía conseguir mi aire en otra parte, lo necesitaba para vivir. Porque acabé dependiendo más de lo que quería depender.

La tristeza no me molestaba, creo que podría envidiarme porque yo acabé siendo más triste que la mismísima tristeza.

Con mi llanto nocturno, cada mañana me levantaba, automatizada a realizar mi día con una gran sonrisa. No estaba bien, estaba viva, y tenía que vivir cada día como si fuera el último.

Aunque sentía como las mariposas de mi estómago murieron, y el peso de sus cadáveres me tiraba abajo, debía cargarlo hasta digerirlo. Hasta que esta nueva realidad formase parte de mi vida y no de un pensamiento fugaz.

Aunque nunca dejé de sentirme en mi mundo, mi mundo había cambiado, y yo seguía igual. No comprendía cómo después de tanto no logré cambiar en lo absoluto. El color se había ido de la vista de mis ojos, todo era gris. Todo era oscuridad para mí.

La luna me iluminaba cada vez que yo partía en llanto pero su luz comenzó a ausentarse, comenzó a apagarse, o yo a hundirme cada vez más. Y por más que lo intentara, levantaba la cabeza y no veía nada. El cielo que tanto amo y me daba fuerzas para seguir había desaparecido.

Sólo tenía un cielo sin estrellas.

Ni una estrellita quería iluminarme. O eso es lo que me hacía creer mi sombrío alrededor. Que oscureció y me dio terror por no haber notado lo que era obvio, por alterar la realidad con mi fantasía.

Por no haberme dado cuenta de que nosotros jamás podríamos formar una relación, porque para él soy invisible, para él existen muchas mujeres lindas menos yo. 

Porque debí haber aprendido que quien me quiere no me haría sufrir de tal forma, con tanta constancia e intensidad. Debí saber que no me haría llorar todas las noches durante meses.

Debí darme cuenta de que, tal vez, por más que él se esforzara no sería capaz de amarme de la forma que yo anhelo.

Pero no me daba cuenta, o sí y lo ignoraba. No quería pinchar mi fantasía y acabó explotando en mi cara. Acabó lastimándome.

Y cuando por fin pude dejar mi estupidez de lado, ahí lo ví... Ben.

Estaba ahí. Frente a mí.

El chico de Twitter. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora