Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 7-Dᴀᴢᴀɪ Aᴍᴀ A Cʜᴜᴜʏᴀ Y Cʜᴜᴜʏᴀ Aᴍᴀ A Dᴀᴢᴀɪ

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—Soy tan tuyo como tu eres tan mío Chuuya, no me dejarás y aunque lo hagas volverás a mi, no importa dónde ni cuándo, volverás a mi. Mi preciado borreguito—

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Llegó. Finalmente llegó al apartamento de Dazai, sentía como su corazón se oprimía y como su respiración se agitaba más, mucho más. Su cabeza dolía como mil demonios y lágrimas salían de sus ojos sin parar.

Había podido soportar hasta llegar a la puerta, pero al entrar se derrumbó. Entre llanto y dolor se arrastró a la habitación que actualmente compartía con Dazai y se aferró a la camisa que se hallaba desparramada en la cama. No habían ordenado la habitación antes de irse por lo que estaba bastante desordenada.

Con la camisa de Dazai en mano, un dolor insoportable en el pecho y temblores por todo su cuerpo, se aferró a la tela enterrando su cara en esta olfateando lo que quedaba del olor de su amante. Lo necesitaba, realmente lo necesitaba, no sabía que hacer su pecho y cabeza dolían más y más, quería girar pero al abrir la boca no salían más que hipidos y lamentos.

Aferrado a la tela de la camisa del castaño comenzó a llorar con fuerza mientras temblaba y su raciocinio se iba a la mierda.
Chuuya se sentía sucio, asqueroso, repugnante, todos los sinónimos habidos y por haber de esas palabras. Se sentía solo, no estaba Dazai junto a él y eso le llenaba de pensamientos cada vez mas crueles, comenzando a arañar su piel por sobre la ropa intentando acallar esos pensamientos que le hacían querer morir. Deseaba cambiar el dolor emocional y mental por uno físico, ese sería más soportable, sería más sencillo todo.

No sabía cuanto tiempo había pasado desde aquel ataque de panico, sólo sabia que era muy entrada la noche puesto que la ventana de la habitación tenía las cortinas abiertas y se notaba el oscuro manto negro que le hacia sentirse mas miserable de lo que ya se sentia, siendo la tenue luz de luna lo único que iluminaba la habitación en la cual el joven pelirrojo se levantaba adolorido, con sangre seca en las uñas, camisa; cara, brazos y cuello puesto que aquellos rasguños que se había hecho buscando en el dolor confort para la pesadez en su mente. Su ropa también estaba bastante maltratada a causa de los tirones y sangre por parte del pelirrojo.

Cojeo hasta el baño y al verse al espejo, no pudo evitar lagrimear ante la imagen que veía de sí mismo. Todo destruido y demacrado, ¿por qué le sucedía esto a él? ¿Qué hizo para merecerlo? ¿Sería este su castigo por trabajar en la mafia; por haber matado a incontables cantidades de personas siendo tan joven? No entendía el por qué.

Ni siquiera pensó en limpiarse correctamente antes de meterse a la tina. Sólo se desnudó con mucha dificultad, cerrando los ojos y volteando la mirada para evitar ver su cuerpo y rostro en el espejo. Abrió la llave del agua, dejando salir el agua caliente, eso le ayudaría. Esperó a que se llenara un poco la tina y se metió de lleno al agua, importando poco el ardor de las recientes heridas en su piel a causa del agua caliente. Sólo intentó relajarse, calmarse, tenía que. No quería volver a estar en aquel estado tan deplorable.

En esos momentos sólo quería que Dazai volviera, le abrazara y le dijera que todo está bien, que él lo protegería, que él se encargaría de todo aquello que le hacía daño. Después de todo confiaba plenamente en Dazai, él era el único que lo comprendía y cuidaba. También estaba Kouyou, la cuál era más una madre o hermana para él, pero aún así no sentía lo mismo que sentía con Dazai, con el castaño era un sentimiento más profundo y significativo.

Chuuya mientras pensaba se había quedado mirando a la nada, quedando con la guardia baja y con los sentidos nublados por el dolor físico, emocional y por los pensamientos que en esos momentos recorrían la mente del joven. No escuchó cuando la puerta principal se abrió y cerró mientras una voz le llamaba.

Oʙsᴇssɪᴏɴ ˢᵒᵘᵏᵒᵏᵘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora