Cᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 9- Tʀᴀɪᴄɪóɴ, Dᴏʟᴏʀ ʏ Oᴅɪᴏ.

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—No diré adiós, sólo un hasta pronto, pero no me busques porque yo te encontraré, sólo espera, como siempre haz sabido hacer.—

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La relación con Dazai cada día iba prosperando más y más, Chuuya se sentía amado, deseado y seguro a su lado, ya pasaron meses de que había tenido una pesadilla —bueno, no tan frecuentes o fuertes— gracias a que el castaño prácticamente dormía todos los días que podía junto a él.

Cada día era un sueño llegar a su departamento y encontrarse con que el castaño lo esperaba o viceversa.
Ese día era como cualquier otro, estaba llegando muy tarde de una misión que le habían encargado por separado. Pensó que Dazai ya había llegado, por lo que le sorprendió el hecho de no encontrarlo en la sala al entrar a su departamento. Le restó importancia, quizá se había ido a beber con sus amigos, pero le hubiera avisado…

Chuuya suspiró profundamente y simplemente lo dejó estar, lo esperaría con la cena lista, si demoraba más, lo llamaría, si no contestaba solo iria a dormir, quizá algo angustiado, pero confiaba plenamente en Dazai, por lo que algunos comportamientos no le parecían extraños, aunque en esos momentos realmente extrañaba su compañía pese que había momentos en los que se enojaba con él, realmente era su culpa y lo sabía. Por ello no se quejaba de los golpes e insultos, solo los aceptaba y recordaba que cosas no hacer para ganarse el cariño de su amado, puesto que cuando era bueno y realmente hacía algo que le agradaba era recompensado. Esperaba que la cena que se encontraba cocinando fuera de su agrado, realmente añoraba las caricias del más alto sobre su piel.

Suspiró por segunda vez desde que había llegado a su departamento, poniéndose a pensar mientras cocinaba una sopa de miso como cena. Muchas veces le pasaba que comenzaba a cuestionar su relación con Dazai, preguntando si realmente este le amaba tanto como le prometía o si realmente estaba feliz a su lado. Muchas de estas dudas eran puestas en su mente por su amada maestra Kouyou, la cual le había acogido desde que llegó a la mafia. La veía como una hermana mayor, inclusive una madre, por lo que realmente se replantea las cosas una vez habla con ella.

¿Realmente era la vida qué quería?  A su mente llegaron un montón de flashbacks con Dazai, sonriendo tontamente al recordar su mano sobre su cabeza, acariciando su pelo por la mañana cuando deseaba poder quedarse más tiempo en cama solo para estar con él. Las dudas se disiparon y despertó de su ensoñación al sentir como el cuchillo tocaba su piel. Se distrajo demasiado mientras cortabas las verduras, solo era cuestión de suerte de que no se cortara, desgraciadamente sí lo hizo por lo que se puso una bandita y limpió la sangre que había quedado en la tabla de cortar y la verdura antes de volver a ponerse a cortar, ahoras, si concentrado en lo que hacía y no estar perdido en sus pensamientos.

En esos momentos ya se encontraba terminando su sopa, eran las 03:00 AM y Dazai aún no llegaba. Supuso que si estaba en una misión le faltaría poco para llegar, Sabía que era rápido para cumplirlas, no debería tardar tanto, si estuviera con sus amigos en el bar le hubiera avisado…. Su respiración se comenzó a agitar, mientras intentaba calmarse, pensando en que realmente nada había pasado, solo debía esperar, y esperar, no quería que su amado se enojara con él, solo le quedaba esperar, aunque en su mente había algo que le daba mala espina. No tenía un buen presentimiento de esa noche mas solo le quedaba calmarse y esperar —Valga la redundancia—.

Intentó dormir pero le fue inutil, solo alimentaba más su ansiedad. Para tranquilizarse sacó un cigarrillo de la mesita de noche y salió al balcón para ver si lograba calmarse entre la nicotina y el humo del cigarrillo, el cual ahora yacía prendido entre sus dedos.

El viento frío de la madrugada le calaba los huesos haciendo tiritar levemente. No quería resfriarse, pero al menos el frío le hacía no pensar en la situación en la que se encontraba, valía la pena. Al menos eso pensaba antes de que su vista y atención se vieran desviadas a un estallido en la calle, un auto había explotado. Rió pensando del pobre desgraciado al que le habían explotado al auto. Dirigió su vista donde estaban estacionados los autos y se sintió estupido a la par de que su cuerpo se congeló y no por el frio específicamente. ¡Fue su auto! ¡Habían explotado su puto auto!

Oʙsᴇssɪᴏɴ ˢᵒᵘᵏᵒᵏᵘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora