Eᴘɪ́ʟᴏɢᴏ-Dᴇsᴀɢʀᴀᴅᴀʙʟᴇ ʏ ɴᴜᴇᴠᴀ ᴏʙsᴇsɪᴏ́ɴ

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-Los perros fieles a sus amos siempre volverán con el rabo entre las patas a estos, no importa el tiempo, no importa el daño, porque después de todo, solo son estúpidos perros-

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Ya habían pasado 4 años desde que Osamu Dazai desertó de la Mafia portuaria, destrozando el corazón de un manipulado Chuuya, dejándolo con ciertas secuelas hasta el día de hoy, aunque el odio que fue albergando por el ex ejecutivo simplemente se iba incrementando con cada día que pasaba, empujandolo a entrenar duramente para hacerse más fuerte y poder distraerse de aquellas voces tan crueles que le recordaban al castaño y que sin él realmente no era nada.

Eran noches y noches llenas de alcohol, pastillas para dormir o misiones tan demandantes y exigentes que le impedían dormir como por 4 días, logrando quedarse dormido del cansancio sin tener que pensar en nada más.

Pese a su cansancio y dolor a sus subordinados y compañeros sólo le demostraba su fuerza y energía y capacidad de liderazgo, no podía permitirse verse débil ante ellos puesto que debía darles la seguridad de que era un buen líder.

Él único que compartía su dolor y entendía por lo que estaba pasando era Akutagawa y por eso mismo, con este se mostraba más que bien para poder apoyarlo y ayudarlo más allá que sólo un subordinado, si no, más como un amigo o hermano menor.

Su relación con Kouyou se afianzó más desde lo pasado, siendo la mayor quien lo reconforta y hace entrar en sus cabales al pelirrojo cuando su depresión y ansiedad lo hundían en su propia oscuridad, realmente le agradece mucho a esa mujer.

Ese día iba a ser aquel que probará sus años llenos de odio acumulado, queriendo destruir al castaño y demostrar que se encontraba perfectamente sin él. Si él podía hacer eso, ya no era el chiquillo de 15, 16 años que se dejaba manipular por un imbécil como Osamu Dazai.

Y hablando del diablo, actualmente se encontraba en uno de los calabozos de la mafia, sabía que era peligroso ir pero ya había ido su subordinado, no podía acobardarse, pese a saber que él no estaba allí porque lo habían atrapado, sabía que se había dejado atrapar, la cosa es... ¿por qué? Eso lo descubriría él.

Al bajar por las escaleras y verlo encadenado a la pared sintió como su pecho se estrujaba de dolor así como hervía de rabia. Debía controlarse.

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Lo golpeó, lo liberó, le dio información sobre el chico tigre sin pensarlo antes de irse, se sentía una basura, un asco, incluso si lo golpeó no sintió que eso le hubiera aliviado, le dolía, dolía mucho porque lo miraba con esos ojos llenos de hambre como cuando una vez estuvo en la mafia, pero había algo diferente en ellos ¿vida? Tal vez, y eso lo hacía sentir más miserable puesto que se preguntaba ¿cómo lograron eso? ¿No fui suficiente? ¿Sólo fue un puto juguete al que desechó sin remordimiento alguno?

El haberlo visto le hizo peor de lo que imaginó, las mismas inseguridades de aquel día en el que el ahora agente de la ADA, se fue. Aquel sentimiento de ser usado y desechado lo consumían así como su tristeza y dolor, el cual no demostró y sólo se quedó con un rostro serio pero molesto, para ocultar las ganas de llorar y el deseo de querer que la tierra lo tragara.

Llegó junto a Akutagawa, con el cual no había tenido contacto desde hace unos días desde que inició la operación de captura el hombre tigre. El azabache estaba sumido en sus pensamientos pero tenía una expresión en el rostro nunca antes vista, al menos por el pelirrojo, por lo que alarmado comenzó a hablarle.

-Lo destruiré... descubriré porque Dazai-san lo reconoce, el porque lo prefiere... eliminaré esa sonrisa y brillo en sus ojos, no lo dejaré escapar.

Eran las palabras de su subordinado las cuales lo descolocaron, haciéndole sentir escalofríos, esa forma de hablar... le recordaba demasiado al ex mentor del menor, aquello le asustaba, sabía que el hombre tigre había herido el orgullo de Akutagawa y que realmente no podía entrometerse en algo entre esos dos, pero realmente comenzó a sentir cierto temor por el futuro del albino, intentaría convencer a Akutagawa de no hacer lo mismo que hizo con él, de alguna manera, pero este era un necio de mucho cuidado, solo esperaba que aquella idea no estuviera tan arraigada en su mente como el hecho de recibir aprobación de un maldito que no tiene ni idea de lo que era la lealtad.

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Nakajima Atsushi, era el nombre de su presa, un usuario de la habilidad "bestia bajo la luz de la Luna" que le permitía transformarse en un tigre con distintos tipos de fases, una transformación incompleta y la del tigre en sí, una habilidad interesante y muy fuerte.

El problema que tenía con ese nuevo agente no era su habilidad, era aquella simpatía que tenía su ex mentor con él, realmente la ha tenido fácil y eso le hacía hervir la sangre, ese mocoso, lo odiaba, quería destruirlo y demostrar que él era más fuerte, que él era el que merecía el reconocimiento del castaño, no ese tal por cual de cabello blanco y ojos bi colores, llenos de vida, una vida que al menos en su mente, podía reconocer que envidiaba.

¿Sería así como se sentía el castaño? Con ganas de poseer algo que tenia otro, buscar la manera de destruirlo de alguna forma para lograr su cometido, si era así, lo tomaría de ejemplo, no dejaria que ese estúpido hombre tigre lo superase, no lo permitiría y se robaria tanto como aquella vida tan asquerosa en sus ojos, así como aquella aprobación del ex mafioso, le robaria todo. No lo dejaría escapar.

Akutagawa estaba cegado por su ira y odio, olvidando por completo lo que había pasado el mayor pelirrojo durante esos 4 años, sólo quería alcanzar su objetivo y ser reconocido, no le importaba el método, era un mafioso, uno de los más temidos, no se rendiría.

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-¿Entonces harás eso?

-Si, no dejaré que se escape... pero debo ser cauteloso.

-Está bien, pero no me interpondré, lo sabes. No pidas mi ayuda.

-Lo se, no es necesario que me lo repita.

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Continuará...

Oʙsᴇssɪᴏɴ ˢᵒᵘᵏᵒᵏᵘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora