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Me quedé unos segundos más de pie, dura, mientras observaba a aquél muchacho darme la espalda y alejarse.

Que estúpido, pensé enseguida.

Volví al salón principal y busqué por todas partes a Jo. En la cocina, en el patio, en cada espacio de la casa. Quedaban pocas personas abajo y la fiesta estaba terminando. No estaba por ningún lado. Una parte de mí se alertó. ¿Dónde se podría haber metido?

De pronto vi pasar a mi lado a Jason, con su melena rojiza característica entre la multitud.

-Jason- lo detuve tomando su antebrazo- ¿Has visto a Jollie?-

Sus ojos se iluminaron y respondió:

-Sí, sígueme-

Dubitativa, sin entender muy bien de que se trataba todo esto, lo seguí. Lo conocía hace muchos años... aunque no éramos amigos ni nada por el estilo, sabía que no me haría daño. ¿Verdad?

Lo que si me intrigaba era porque él si sabía dónde estaba mi mejor amiga.

Comenzamos a subir por la escalera y nos dirigimos por un pasillo, hasta que nos detuvimos frente a una puerta. Fruncí el ceño y murmuré:

-¿Qué...?-

-Shh- me interrumpió y abrió de prisa la puerta. Jo estaba plácidamente dormida en una cama que supuse era la suya. – Estaba muy borracha, la traje aquí para que se recuperara y nadie se aprovechara de ella- continuó el pelirrojo hablando suave.

El gesto que tuvo con mi amiga me enterneció y sorprendió a la vez. Que yo sepa ellos tampoco se habían hablado nunca.

-Gracias Jason- sonreí sincera –Lástima que es la conductora asignada- la volví a mirar mientras prácticamente roncaba. Maldición Jo.

-Oh...- respondió mirándola ahora él. Era obvio que no iba a conducir en ese estado y yo no tenía licencia aún. – Déjame, voy a solucionarlo-

Y antes de que pudiera responder se había marchado.

Me acerqué a mi mejor amiga y comencé a acariciar su pelo para despertarla, ya era hora de volver. 

-Despiértate borracha- bromeé

Hizo un par de movimientos extraños hasta que se despertó.

-Carajo mi cabeza- murmuró llevando una mano a la misma.

-Y lo que será mañana- continué burlándome. Jo toleraba muy mal la resaca.

- ¡Oh el auto!- recordó abriendo sus ojos –Discúlpame Cat...-

-Tranquila- la interrumpí – Jason va a solucionarlo- mencioné con sarcasmo. Y al instante su rostro se encendió. – Creo que debes contarme algo-

Comenzó a reírse.

-Oh amiga, prometo que mañana cuando este cien por ciento lúcida, te contaré todo con detalles. Ahora, bajemos, ya quiero estar en mi cama-

Con cuidado, porque todavía todo "le daba vueltas" fuimos hasta la salida. Jason se acercó en cuanto nos vió.

-Justo iba a buscarlas. Ya conseguí alguien que las lleve-

Lo miré un poco temerosa. Creí que él nos iba a llevar. No me daba seguridad subirme al auto de un desconocido.

-Tranquila- respondió en cuanto vió mi cara- es mi mejor amigo. No hay nadie más seguro que él. El auto pueden venir a buscarlo mañana-

-Gracias Jason, nos has salvado- 

Mi amiga borracha balbuceó unas palabras que seguramente eran "muchas gracias por todo" pero poco sentido tenían, no se le entendía ni un poco. Jason rió y la miró con ternura.

-Vayan, él las espera en ese Jeep negro- continuó señalando a través de la puerta que ya estaba abierta.

Nos despedimos y lentamente fuimos al auto. A medida que me acercaba me fui fascinando cada vez más con ese increíble auto. Era alto, moderno y juraba que nuevo.

Pero toda la magia se esfumó cuando vi quien lo conducía. En el asiento estaba sentado el muchacho misterioso, el de la ceja cortada. Sus manos apretaban con fuerza el volante, y miraba hacia adelante con hartazgo.

Carajo, ¿Justo él?

Abrimos la puerta trasera y subimos en silencio. En realidad Jo dijo hola, pero él ni respondió. Y como yo ya sabía su forma de actuar, me ahorré los saludos.

-¿Dirección?- preguntó seco en cuanto puso en marcha el auto.

Las dos respondimos y decidió que sería más práctico llevar primero a Jollie. Claro que eso no lo supe hasta que la dejó primero. Instantáneamente entré en pánico. ¿Y si era un psicópata? Por su forma de ser, lo parecía. Pero si era el mejor amigo de Jason, algo bueno debía tener. 

En silencio condujo hasta mi casa, solo se escuchaba un poco de rock que provenía del stereo.

Me tomé el atrevimiento de mirarlo desde el asiento de atrás. Su perfil resaltaba con las luces de la calle, le daban un aspecto aún más misterioso. Su mandíbula bien dibujada demostraba que sus músculos estaban tensos. Era lindo, no iba a negarlo, algo en él me atraía. Pero su forma de ser seguro alejaba a muchas chicas. No parecía para nada sociable.

Se detuvo por fin en mi casa, y ví de reojo que se quedó unos instantes de más mirándola, como si la analizara.

Sin demorarme, por él y por mí, murmuré un gracias y me bajé.

No quise mirar atrás, no quise siquiera mirarlo por última vez. Esperaba no volver a encontrarmelo, porque claramente yo no le caía bien y él a mi, tampoco.

Cerré la puerta de mi casa y su motor se puso en marcha. Había esperado que entrara para irse. ¿Un acto de caballerosidad?

No lo creía.

Suspiré y decidí no darle más vueltas. 

Subí a saludar a mis papás, me dí una ducha y me acosté en la cama. Estaba agotada, pero antes de dormir, no pude evitar que unos ojos profundos y una ceja cortada se cruzaran por mi mente. 




¿Quién eres realmente? (2° Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora