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El resto se la semana sucedió tranquila, sin muchas novedades.
Por fin era viernes y la fiesta de Jason empezaría a las diez de la noche.

Luego de colocarme un vestido rojo, que beneficiaba bastante mis curvas, subí al auto de Jo.

-¿Lista?- preguntó apenas me vió.

-Lista- sonreí.

Comencé a notar mientras ella conducía que no dejaba de morderse las uñas, estaba más nerviosa que nunca.

Y es que todo iba tan bien con Jason que casi estaban a punto de formalizar. Estábamos enloqueciendo por eso. Era la primera vez que Jollie iba a estar de novia.

-Tranquila amiga, va a ser una gran noche- la intenté calmar.

Asintió en silencio pero dubitativa, sumergida entre sus pensamientos.

Luego de quince minutos llegamos a la enorme casa ya conocida para nosotras.

Sorpresivamente la puerta estaba abierta, y las personas entraban y salían continuamente.

Ingresamos mirando para todos lados en busca del anfitrión.

-¿Lo ves?- me preguntó. Jo estaba hermosa, con un vestido negro y su largo cabello suelto.

Negué con la cabeza mientras seguía buscando entre la multitud.
De pronto ví un pelirrojo muy borracho riendo junto a un grupo de personas.

-Allí- señalé y comenzamos a caminar.

-¡Ey! ¡Acá están las invitadas que esperaba!- gritó el cumpleañero cuando nos vió.

Jo le dió un abrazo pero él le robo un tierno beso.
Después de que lo saludé decidí darles un poco de privacidad, con la excusa de que iba a buscar algo de beber.

Me dirigí a la cocina por un camino que conocía y tomé una cerveza.

Comencé a ver alrededor si veía algún rostro familiar... Pero nada.

Suspiré y le di un trago al vaso rojo. La música que estaban pasando me encantaba, pero no iba a bailar sola en el medio de la pista.

De pronto, una voz susurró en mi oído.

-¿Te dejaron sola, princesita?-

Al instante supe quien era. No solo por el apodo, sino por su tono de voz. Grave, sexy. Lo reconocería en cualquier lugar. Y eso me preocupaba, porque yo lo detestaba. Y él a mí.

Volteé despacio con el vaso en la mano y me sorprendió ver lo guapo que estaba. Llevaba una camisa blanca arremangada que me permitía disfrutar los dibujos de sus brazos.

-Algo así, quise darles espacio a los tortolitos-

Por segunda vez en la vida (la primera fue en el mar), Oliver me sonrió.

-Eso está muy bien.-

-Traje tu remera- recordé con prisa -está en el auto-

-De acuerdo, luego la busco-

-Muchas gracias de nuevo...-

Se encongió de hombros. Un silencio un tanto incómodo nos invadió.
Estaba claro que no nos caíamos bien y no sabíamos de que hablar.
Iba a sacar un tema de charla trivial como por ejemplo si estudiaba o trabajaba, pero imaginé que con su cara seria respondería "Que te importa".

Dubitativa le di un trago largo al vaso y él me imitó.

De pronto, su voz me sorprendió, pero más aún lo que dijo.

-¿Bailamos?-

Lo miré con ganas de reírme y preguntar si era broma. Pero en lugar de eso, asentí.

Caminé detrás de él entre la multitud y nos detuvimos en un costado de la pista.
Al principio no sabíamos como movernos, parecíamos dos ridículos.

Pero de a poco, trago tras trago, comenzamos a relajarnos y a bailar  cada vez un poco más cerca.

La música era movida y luego de unos minutos comencé a sentir calor, por lo que me até el cabello.

Oliver me miró fijo, cada movimiento que hice hasta volver a bailar. Se movía muy bien, y eso que los hombres no solían bailar.

De vez en cuando reíamos de algún bailarín payaso que estaba cerca nuestro.

Realmente lo estaba disfrutando. Y parecía que él también.

Nos fuimos acercando más, hasta rozar nuestros brazos mientras bailabamos. Y por un instante, nos miramos fijo, como si nadie más alrededor existiera.

De repente, me tomó la mano y comenzó a caminar llevándome con él. No entendía muy bien a dónde quería ir, pero me dejé guiar.

Atravesamos una marea de adolescentes con movimientos desenfrenados, y subimos por unas escaleras hasta llegar al pasillo.

De pronto frenó y volteó.

-¿Qué hacemos aquí?- pregunté un poco sonriente, por el efecto que el alcohol comenzaba a hacer en mi. Estaba consciente de todo, solo que un poco más feliz de lo normal...

Él no me respondió. Se quedó quieto, de pie, inmóvil, observándome. Me miró a los ojos, luego se dirigió a mis labios...

-¿Estás bien?- le pregunté. Estaba tenso. Se notaba que debatía algo en su cabeza.

-No- murmuró y sin previo aviso se acercó a mí y con suavidad me pegó a la pared.

Sus labios se acercaron a los míos y devoró mi boca con deseo, con anhelo.

Confundida, primero me quedé quieta.

¿No era que me odiaba? ¿Por qué estaba besándome? ¿Estaría tan borracho al punto de no reconocerme? No me había parecido eso... Solo había tomado un vaso estando conmigo.

Pero lamentablemente su beso me encantó. Sus labios despertaron cada terminación nerviosa de mi cuerpo y comencé a mover mi boca también. Besaba increíblemente bien...

Pero tan rápido como vino, se fue.

Oliver se alejó de mí como si fuera fuego y lo quemara, como si hubiera visto un fantasma.

-¿Qué sucede?- pregunté desilusionada y aún más confundida que antes.

Pero no me respondió. En lugar de eso, se dió media vuelta dejándome sola.

¿Quién eres realmente? (2° Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora