〔👑〕LA REINA LOBO | ❝ ¿Crees que fuimos felices juntos? ❞
Los Pevensie no fueron los únicos niños que entraron a Narnia, como ya es sabido, pero nadie conoce la historia de La Reina de los Lobos.
Luego de que los Pevensie abandonaran Narnia, Briar J...
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La Coronación de Caspian había concluido, pronto los Reyes y Reinas de Narnia deberían finalizar la celebración en honor al nuevo Rey. Briar se encontró callada toda la ceremonia, solo dando pequeñas sonrisas cuando todos festejaban. Edmund había intentado sacarla a bailar en más de una oportunidad, pero al verla tan cabizbaja, tan solo prefería hacerle compañía, sabiendo que era lo que necesitaba de él en aquel momento.
Briar seguía reproduciendo la muerte de Arwen infinitas veces en su memoria, era una tortura y no necesitaba decírselo a Edmund para que lo supiera, él lo sabía muy bien. Por lo que, con tan solo tener su mano entrelazada con la suya, la tranquilizaba enormemente.
Pero la muerte del fiel lobo, no era lo único que la mantenía inquieta. El hecho de que seguramente debían volver a su mundo próximamente, la tenía con miedo. Miedo a que todo cambiara, miedo a que su camino y el de los Pevensie tomaran rumbos diferentes, miedo a volver a olvidar a Edmund. Ella no quería olvidar, no otra vez.
Así que, con la poca fuerza que le quedaba, sujetó la mano del morocho aún más fuerte, antes de guiarlo al medio de la pista de baile, siendo esa la última canción de la noche. Edmund no dudó en seguirla, después de todo, él la seguiría hasta el fin del mundo. La sujetó por la cintura, manteniendo sus manos entrelazadas a la altura de sus pechos, mientras la mano que ella tenía libre, la ubicó en la unión de su cuello y hombro, provocándole un pequeño escalofrío.
A pesar de que era lo que él quería, bailar con ella, el muchacho no se encontraba para nada feliz. Con tan solo mirar sus brillantes ojos cafés, veía todo su ser, ella no podría ocultarle nada, ya que, ante sus ojos, Briar era una transparencia infinita que sólo él podía leer. Y lo que estaba leyendo actualmente, lo mataba por dentro.
— Dime— suplicó el morocho para que sólo ella lo escuchara—. Tan sólo dímelo, por favor.
Briar mordió sus labios, tratando de evitar que las lágrimas salieran, pero tener al chico más maravilloso del mundo frente a ella, no lo hacía fácil.
— Tengo miedo, Ed...
El muchacho frunció el ceño confundido.
— ¿Miedo de qué, Briar? — le preguntó mientras se balanceaban de un lado al otro, ante las miradas enternecidas del resto.
Edmund sintió que había esperado infinitas horas por su respuesta.
— Tengo miedo de olvidarte, otra vez— susurró en un sollozo—. Y de que tú me olvides.
