LA REINA LOBO | edmund pevensie

CHAPTER THREE

[ CHAPTER THREE ] 

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Los Reyes y Reinas de Narnia comenzaron a internarse en el bosque dispuestos a encontrar a algún Narniano que pueda ayudarlos o al menos decirles qué había ocurrido durante estos años. Briar, ahora con un vestido color celeste que se encontraba en su cofre, no podía dejar de pensar en lo que acababa de descubrir, ¿acaso era cierto que ella ya había visitado Narnia? Y, sobre todo, ¿estuvo casada con Edmund?

Miles de preguntas rondaban su cabeza, le resultaba realmente extraño que no recordara nada de lo supuestamente sucedió.

— ¿Cómo te sientes? — una voz masculina habló detrás de ella haciéndola girar para enfrentarlo, se trataba del morocho, quien apuró el paso para caminar a su lado.

— ¿Con el hecho de estar aquí o que probablemente tenga un gran caso de amnesia narniana?

El chico rió provocando que la castaña sonriera, realmente le agradaba el chico, era alguien definitivamente con los pies en la tierra, cosa que le gustaba.

— Supongo que ambas.

— Es una locura— contestó elevando sus cejas mientras escalaba una piedra, en lo cual Edmund la ayudó sujetando su mano—. Pero creo...

Antes de terminar la frase, lo cual Edmund estaba deseando, la exclamación de terror de Lucy los alarmó: "¡Miren!".

Dos hombres uniformados se encontraban en un bote tratando de arrojar a una persona de una extremadamente baja estatura al río. Sin dudar, los cuatro hermanos corrieron hasta las orillas del río, sorprendiendo a Briar quien los siguió con algo de dificultad por la repentina acción.

Susan preparó su arco y disparó una flecha la cual dio en la madera del bote para llamar su atención, lo cual logró deteniendo su accionar de arrojar al pequeño hombre.

— ¡Libérenlo! — les ordenó preparando otra flecha, los dos soldados se miraron entre ellos antes de arrojar a su prisionero al agua, para luego agarrar sus ballestas.

Peter y Edmund corrieron para internarse en las aguas dispuestos a salvar al hombrecito, a la vez que Susan le disparaba a uno de los uniformados, provocando que el restante saltara al agua en rendición. El morocho salió del agua arrastrando el bote, mientras que el rubio salió cargando al hombre, quien los miraba asustados cuando Lucy cortaba las sogas, para luego expulsar toda el agua que había ingerido sacando la mordaza que tenía en su boca.

— ¿Acaso es un...? — comenzó a preguntar Briar al morocho, quién se lo afirmó con una mirada.

— ¡¿Que me liberen?!— exclamó furioso mirando a cada uno de ellos, confundiéndolos—. ¿No se te ocurrió nada mejor?