Pasó el día en la nueva casa, pero en la antigua ciudad en la que vivía.
Pasó la semana y mi madre decaía poco a poco pero progresivamente, el tratamiento no traía ninguna mejora.
¿Que pasó con la escuela?, pues supongo qué asistiré a una de acá o solo me tomaré el año.
No tuve ninguna respuesta de Tsukishima, y no lo culpo, debe de estar pensando un montón de cosas. Quizás dándome espacio respecto a todo esto... pero lo que menos quiero ahora es espacio. Necesito compañía, abrazarlo y que se burle de mí por no llegarle ni al hombro, en cambio, tengo la responsabilidad de recordarle a mi madre que tome sus medicinas y que no pase nada malo, bueno, mucho más malo que el cáncer no creo.
Tampoco piensen mal, claramente no la estoy culpando a ella, no es su culpa que esta maldita enfermedad exista y sea la causante de miles de muertes alrededor del mundo.
A pesar de que mi padre se ofreció amablemente a recibirnos en su casa, creo que solo lo hizo por la poca misericordia que cada ser humano debería tener. No es como que seamos muy bienvenidas, mucho menos con su otra familia viviendo en el mismo lugar. Su nueva esposa e hija son unas consentidas que viven a la costa del dinero de mi papá, y al parecer nosotras también.
El tratamiento es muy caro, las medicinas y todo eso. Me dispuse a buscar algún trabajo, si es posible de tiempo completo ya que la paga es mejor, pero es difícil con la edad que tengo...
Organicé toda la medicina del día y salí en busca de alguna fuente de ingresos para sustentar de alguna forma el tratamiento. Recorriendo el centro encontré un vacante para cajero en una cafetería algo popular, me presenté sin ninguna esperanza ni experiencia, pero el encargado entendió mi situación y le prometí que no fallaría ningún día. No me distraería con estudios ni nada, solo debía estar atenta a anotar bien los pedidos dar bien los recibos y los vueltos.
El día fue ajetreado, aunque solo me limité a aprender las teclas y la monotonía del lugar. Llegué a casa algo cansada por estar de pie todo el día. Mi madre ya estaba dormida, mañana iría a una revisión semanal, yo la acompañaría antes que empiece mi turno.
—¿Que tal señora Yamagawa?, ¿cómo se ha sentido esta semana? — preguntó el oncólogo desde el otro lado del escritorio.
Mi madre me miró de reojo antes de contestar. —Bien. — sonrió falsamente. —Aunque la fuerza de mis manos ha disminuido.
Yo solo miraba mis pies tocando con la punta el suelo.
—Bien, el informe de esta semana... no es nada favorable, lo lamento. — se tomó un segundo antes de continuar. —El cáncer está en una etapa avanzada por lo que no es operable... se ha extendido a los pulmones, y estimo que dentro de muy poco necesitará un respirador. En verdad lo lamento, pero la quimioterapia solo prolongaría lo inevitable y la medicina solo reduce el dolor.
—Entiendo... muchas gracias doctor. — dijo sin emoción mi madre.
Salimos del hospital sin cruzar palabra alguna.
—Mi turno empieza en media hora...— sólo eso pude decir para luego separarme e irme a mi lugar de trabajo. Quizás inconscientemente lo hacía para despejarme de todo esto.
En el gimnasio del Karasuno
—¿En verdad nadie ha sabido de ella? — preguntó Nishinoya.
Tsukishima no tenía en mente pronunciar palabra alguna.
—Pregunté a sus profesores y dijeron que tenía asuntos personales que atender. — dijo Hinata.
—Sólo espero que se encuentre bien, que duerma y coma como se debe. — añadió preocupado Yamaguchi.
El entrenamiento terminó y Tsukishima estaba extrañamente más desinteresado y sarcástico que de costumbre. Sólo volvió a casa tan rápido como pudo para poder leerte de nuevo;
Kei.
Estoy muy feliz de haber llegado a esta ciudad y haber conocido, no solo a ti, sino también a todos los demás chicos. Antes de eso, solo me limitaba a existir y ya.
Sé que para los demás puedes llegar a ser muy molesto, —acéptalo, tus bromas son pesadas jaja— pero para mí siempre fue gracioso escucharlas, hasta cuando te burlabas de mí por las cosas más simples.
Traté de refugiarme en ti, al ver tu carácter tan fuerte, además de ver lo más inteligente y grande que eras respecto de mí. Sin darme cuenta me fuiste gustando hasta que creo que me enamoré de ti. Lamentablemente no todo salió como quería, y me derrumbé otra vez, pero no puedo refugiarme en ti nuevamente; no esta vez, quizás tu estabas más roto que yo y aun así lograbas hacerme feliz.
Mi madre tiene cáncer, debemos irnos con mi padre ya que la enfermedad le irá afectando gradualmente, yo... no lo puedo procesar. No importa que tan rota esté, mi madre me necesita. No sé cuánto tiempo me iré, solo espero que todo mejore para nosotras dos y poder volver donde ti.
No me estoy despidiendo de ti Kei, al menos no por siempre. Sé que te veré de nuevo algún día.
No te estoy escribiendo una carta de despedida, este es un recibo para que sepas que volveré.
—(T/n).