Tres

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Gulf se miraba en el espejo del baño y no se reconocía pues delante tenía a un hombre con sus mismos rasgos; sus ojos, su pelo y también su misma nariz.

Él tan solo recordaba al Gulf de trece años, el cual tenía espinillas y granos en su rostro en vez de alguna que otra arruguita o linea de expresión que veía ahora, en el Gulf de veintisiete.

Su madre conservaba su habitación tal como la había dejado tras decidir irse a vivir con Mew, él el reconocía todo; sus cómics, sus juguetes, también sus peluches y sus maquetas pues solo se había llevado la ropa.

Acarició cada adorno y cada detalle, le parecía mentira que hubiesen pasado tantos años y eso siguiese allí.

-Cariño... baja ya, vamos a cenar...Adivina qué -habló su madre desde la puerta.

-Mamá, ¿Crees que he hecho bien viniendo aquí?.

La mujer asintió y se acercó a su crecido hijo, el cual le sacaba unas cuantas cabezas.

-Cielo, no te agobies...tomátelo con calma...verás que los recuerdos volverán.

El moreno asintió tristemente.

-Extraño a papá, se me parece tan increíble que ya no vuelva a verlo más.

Su madre le acarició la espalda y le dio un beso en la mejilla poniéndose de puntillas.

-Lo sé mi vida...Tu padre era un hombre maravilloso y aunque se haya ido siempre estará presente aquí-dijo señalando el corazón en el pecho de su hijo.

Poco después bajaron a cenar la pizza que la mujer había cocinado pues sabía que era el plato favorito de su hijo, el cual sonrió ampliamente y se sirvió un par de porciones.

Mientras a unos cuantos kilómetros de allí, Mew lloraba sentado a la mesa ante el plato de lasaña recalentado pues le había sobrado de la comida, tras haber cocinado para dos como le era habitual.

La casa se le estaba viniendo encima, apenas llevaba un día sabiendo que Gulf no viviría con él, después de no haberse separado en doce años y ya su vida y su mundo estaban patas arriba.

Finalmente, este no tocó la cena y harto de verla, se levantó y la arrojó al cubo de basura junto con el plato y el cubierto, luego cogió otra dos cervezas de la nevera y se dejó caer en el sofá.

Trago a tragó se las debió mientras hizo zapping con el mando del televisor pues nada le llamaba la atención, entonces recordó las miles de veces que él y Gulf habían puesto una película y habían comido palomitas entre risas, si era de comedia y alguna que otra lágrima si ésta era dramática.

Luego de una hora, aburrido y asqueado apagó el televisor y se bebió el último trago, tambaleandose llegó a la habitación y tras ver su enorme y vacía cama, la cual había compartido tantas veces con su desmemoriado marido, luego chasqueó la lengua con molestia y se tumbó en su lado.

Debido al alcohol en su organismo, Mew se quedó dormido rápidamente, aunque de vez en cuando balbuceó cosas sin sentido, llamando a su esposo en la soledad de la desolada y fría noche.

23. Recuerdos dormidos -Mewgulf TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora