Diecisiete

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«Lo siento señor Suppasit, aunque la operación ha sido un éxito, la médula dañada ha provocado que sus extremidades inferiores se hayan quedado invalidadas»

Esas últimas palabras dichas por el doctor, resonaban con fuerza una y otra vez en la mente de Mew.

...-Inválido...¡maldita sea!-gritó tirando al suelo de la cocina su mechero-...¿Qué demonios haré?...¿Cómo se puede vivir estando así?.

Ya hacía más una semana que el abogado había salido del hospital pero este no se resignaba a su nueva condición, ni tampoco había salido del apartamento.

Gulf estaba sumamente preocupado pues además de que su marido seguía sin darle tregua, parecía estar entrando en una fuerte depresión.

A pesar de haber intentado hacerle las cosas más fáciles, este le decía no necesitar de su ayuda, ni tampoco su de compasión pero lo cierto era que cada día que pasaba, el problema iba a peor.

-Por favor, amor...deja que te ayude con eso- le decía el moreno acercándose para cogerle el tazón con los cereales y la leche y llevarlo a la mesa.

-¡Déjalo!...¡ya sé que soy un maldito paralitico pero mis brazos aún pueden moverse bien!-le gritaba furioso.

-Mew, por favor...no me trates así...yo tan sol...

-¡Vete ya de una vez! ...¿quieres?...¡no necesito de tu lástima!- gritó Mew esa mañana nuevamente, agarrando el tazón con tan mala suerte que todo se acabó al suelo.

-¡Mierda!...¡joder!...¡Esto es una jodida mierda!-maldijo y a continuación se fue rodando en su silla fuera de la cocina-...¡mejor hubiera sido que hubiese muerto!...¡Maldita sea!.

Gulf sollozando rápidamente se agachó para recoger los trozos.

-No, no digas eso...Nunca vuelvas a decirlo, porque yo...

-¿Tú qué?, ¿tú qué?.

-Yo me moriría también, amor...yo sin ti ya no quería vivir-respondió muy afligido el maestro.

Mew incrédulo chasqueó la lengua con fastidio.

-Si claro...no hace falta que me mientas, Gulf...yo sé que no soy nada para ti y mucho menos ahora que estoy postrado en esta maldita silla de ruedas.

El moreno caminó unos pasos hasta el pasillo, donde su marido se había detenido y se agachó poniéndose a su altura.

-Eso no es cierto, yo te amo...siempre lo he hecho y siempre lo haré.

-No, eso es cierto...eres un jodido mentiroso-habló Mew con recelo-...el accidente...tú...Mild...

Gulf entonces resopló.

-Mew, por favor....olvídate ya de eso...sé que fui un capullo cuando estaba con amnesia... de verdad que no sé porque actúe así contigo pero ya pasó, debemos olvidarnos y vivir el presente.

-Me rechazaste...durante meses me repudiaste una y otra vez y además empezaste una nueva relación.

-No, eso no es cierto-negó Gulf rotundo.

-¿Có-Cómo qué no es cierto?-preguntó el abogado frunciendo el ceño-...¿Acaso no te contaron que me lo restregaste?, ¿Por qué lo niegas?.

-Bueno si pero...la relación, eso no es verdad.

-¡Mientes!...¡eres un hipócrita y estás mal si crees que voy a creerte!-volvió a gritar Mew empujando a su marido.

-Mild tan solo es un amigo... te lo juro, amor.

-Si, claro-este lo miró con fastidio y comenzó a rodar su silla hasta el salón-... ¿me has visto cara de tonto?

-Es cierto, amor...te juro que Mild y yo jamás hemos sido novios-continuó explicándole el moreno-...él es mi amigo y además tiene pareja.

Mew rió con sorna.

-Estás loco si piensas que me voy a creer que entre tú y ese chico solo hay amistad...¡os vi Gulf!...¡Sé lo apegados que estáis!.

-Tienes que creerme, es cierto-habló el maestro desesperado-...Mild solo ha sido y sigue siendo, mi mejor amigo.

Mew negó con la cabeza.

-Déjalo ya, se te hace tarde, debes irte al trabajo...tus alumnos te esperan-sentenció este cerrando rotundamente la conversación.

-Pero Mew...amor, aclaremos esto de una vez.

-Adiós, Gulf.

El moreno resopló resignado y cabizbajo caminó hasta el perchero situado junto a la puerta de la entrada, cogió su cazadora y su bolsa y abrió.

-Seguiremos hablando, Mew...te amo mucho-dijo antes de salir y cerrar.

El abogado giró entonces su silla hacia la ventana y se echó a llorar pues él no quería tratar así a Gulf pero tenía demasiado rencor e impotencia contenidos, los cuales le hacían descargar su frustración con la persona más próxima.

Varias veces por su mente había pasado la idea de acabar con todo aquello pues no quería ser un minusválido el resto de su vida y mucho menos depender de su esposo, un hombre al que seguía amando pero en el que ya no confiaba.

Odiaba estar de mal humor y discutir todo el tiempo, eso no era vida.

De repente, recordó las pastillas que su esposo tenía en su habitación, de cuando el médico se las había recetado para el dolor y nuevamente rodó su silla hacia allí.

Cuando las hubo encontrado, el abogado las tomó en su mano.

-Sólo me dormiré y todo habrá terminado...ya no más sufrimiento.

Este agarró un puñado y se las metió en la boca, las tragó sin remordimientos, luego volvió a rodar su silla y regresó a la ventana del salón donde acostumbraba a quedarse cuando Gulf se iba a trabajar.

-Ya no veré más a este maldito paisaje, ni tampoco a las mismas personas cruzar la calle cada día-dijo mientras cerraba las cortinas con molestia-...al fin podré descansar de todo esto.

Poco a poco, los hermosos ojos de Mew se fueron cerrando en medio de su vacío y oscuro salón pues ya no sintió miedo, ni pesar, tan solo un pesado y profundo sueño que lo abordo completamente.

23. Recuerdos dormidos -Mewgulf TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora