El profesor Lupin no estaba en el aula cuando llegaron a su primera clase de Defensa contra las Artes Oscuras. Todos se sentaron, sacaron los libros, las plumas y los pergaminos. Lee Jordan se entretuvo encantando avioncitos de papel, que iban todos dirigidos a Fred, que parecía no molestarle pues sonreía leyendo las notas que su amigo le mandaba. George se dedicaba a charlar con Mía y Angelina.
—¿Cómo creéis que será?— los ojos marrones de Angelina estaban expectantes.
—Algunos alumnos lo vieron durmiendo en el tren —contestó George— creo que ayudó a Harry y mi hermano después de lo del dementor...— Mía asintió.
—Luego pasó y nos dio chocolate —la morena sonrió al recordar aquello.
—Parece agradable— Lo es, pensó Mía y, como si lo hubiese invocado, el profesor apareció por la puerta.
Lupin sonrió vagamente y puso su viejo maletín sobre la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero Mía se tranquilizó al ver que parecía más sano que la mañana anterior. La comida de Hogwarts y una buena siesta le habían sentado bien.
—Buenos días —dijo—. La lección de hoy será práctica, así que, por favor, meted los libros en la mochila. Sólo necesitaréis las varitas mágicas.
La clase intercambió miradas de curiosidad mientras recogían el material, pero les gustaba este comienzo. Ningún profesor había empezado el curso con una clase práctica. Por lo general estaban demasiado asustados frente a los alumnos. A Mía le gustó ese comienzo. Quizás no le iría tan mal a Lupin...
—Bien —dijo Lupin cuando todo el mundo estuvo listo—. Si tenéis la amabilidad de seguirme...
Desconcertados, pero con interés, los alumnos se pusieron en pie y salieron del aula con el profesor. Se pasaron todo el camino cuchicheando, preguntándose qué iban a hacer. Entre nervios y emoción le siguieron a lo largo del pasillo. Luego doblaron una esquina que les condujo por otro corredor y se detuvieron en la puerta de la sala de profesores.
—Entrad, por favor —dijo abriendo la puerta y cediendo el paso.
George, Fred, Lee y Mía no se podían creer que estuviesen entrando en aquella larga estancia sin haber infringido ninguna norma. El aula se encontraba totalmente vacía.
Cuando todos los alumnos habían entrado, Lupin cerró la puerta tras él.
Por primera vez, el cuarteto se hallaba en primera fila, expectantes. También había que decir que había sido Mía la que los había arrastrado hasta allí. Evidentemente quería ser testigo en primera instancia de lo que Remus Lupin era capaz.
—Ahora —dijo llamando la atención del fondo de la clase (unos Slytherins que cuchicheaban). Se dirigió a un viejo armario en el que los profesores guardaban las togas y túnicas de repuesto. Cuando el profesor Lupin se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared. Los alumnos de la primera fila retrocedieron un paso alarmados.
»No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad—. Hay un boggart ahí dentro.
Habían estudiado los boggarts en tercero, pero nunca habían visto ninguno, así que se encontraban un poco preocupados por lo que pudiese pasar.
—A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero.... Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. Estáis en quinto, así que deduzco que sabéis qué es un boggart.
Angelina levantó la mano.
—Es un ser cambiaformas, señor. Toma la forma de aquello que más miedo nos da.
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Fortuna Maior
FanfictionQuinto año era duro por lo general, pero Mía descubrirá que ser prefecta de Gryffindor será el menor de sus problemas.