Capítulo 8: Los T.I.M.O

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Habían endurecido las medidas, por lo que los prefectos tenían más tareas. Estaban encargados de patrullar constantemente el castillo y los jardines cercanos. Aquello les dejaba sin apenas horas de estudios por lo que Mía patrullaba con los apuntes en la mano. No era muy buena vigilante, a decir verdad.

Pero la cosa era que se pasaban el día estudiando. Incluso Fred, George y Lee se habían puesto a estudiar. Los exámenes eran poco después de la final de quidditch y, si querían aprobar y ganar la copa, debían empezar ya. Aunque, en realidad, deberían haber empezado meses antes.

No fueron a Hogsmade aquella vez, pero eso no impidió que pasaran cosas interesantes. Al parecer el profesor Snape había pillado a Potter y Lupin le había confiscado el mapa. En ese momento Mía se dio cuenta de que Harry no fue la elección más idónea para heredar el mapa. Digamos que se le había olvidado el detalle de que era el ahijado de Sirius Black.

—¿DE VERDAD SE LO TUVISTE QUE DAR A HARRY? —Remus nunca le había gritado de aquella forma—. ¡SI NO LLEGO A INTERVENIR SE HUBIESE METIDO EN UN LÍO TREMENDO, MÍA! ¿ACASO NO PIENSAS EN LO QUE HACES? —la joven era incapaz de mirarle a los ojos. Las mejillas le ardían y sus ojos comenzaban a humedecerse—. ¡IGUAL QUE LE HAN ROBADO LAS CONTRASEÑAS A NEVILLE, LE PODRÍAN HABER ROBADO EL MAPA! OH, MÍA, ¡SI SIRIUS CONSIGUE EL MAPA ESTAMOS PERDIDOS! —se pasó una mano por la cara y soltó un bufido. Ya no sabía qué más recriminarle.

Mientras el mayor daba vueltas en su despacho, maldiciendo, Mía tenía los ojos fijos en sus rodillas, intentando no llorar. ¿Cómo había podido ser tan tonta? Entonces recordó su hipótesis y, ahora que Lupin tenía el mapa, lo podrían comprobar.

—yo... —comenzó con una voz casi inaudible, pero lo suficiente para llamar la atención del rubio—lo siento... —fue lo único que pudo decir en aquel momento—. Acabábamos de perder el partido contra Hufflepuff por el ataque de los dementores y llevaba semanas viéndolo alicaído, yo... —sorbió las lágrimas que amenazaban con salir—. Solo quería animarlo un poco y que pudiese ir a Honeydukes a comprarse golosinas... no pensé...—Remus la abrazó, intentando tranquilizarla. Quizás se había pasado un poco. No dejaba de ser una adolescente. Seguramente, en su lugar, él o cualquiera de los merodeadores hubiesen hecho lo mismo.

—Bueno, lo importante es que no ha caído en malas manos —dijo esta vez con una voz más amable. Mía respiró profundamente.

Pasados unos segundos, Lupin se incorporó y le pareció que iba a buscar algo de chocolate para darle. Se levantó ella también y cogió el mapa que reposaba sobre la mesa. Sacó su varita y recitó el conjuro. Acto seguido el mapa del colegio se plasmó en el pergamino. Quería comprobar si el nombre de Peter Pettigrew aparecía en él. Lo buscó por todos lados, pero no lo vio por ninguna parte. Frustrada, lanzó el mapa contra la mesa y se encontró con la mirada curiosa de su padrino.

—¿Buscabas algo?

Entonces le explicó todo: que había empezado a sospechar algo (no sabía el qué) cuando él le dijo que Sirius se comportaba de forma extraña; cómo el gato de Hermione le tenía especial aversión a la rata de vieja de Ron; lo del chivatoscopio; el hecho de que la rata fuera tan vieja; pero, sobre todo, que Sirius "se confundiese de cama" cuando entró en la torre de Gryffindor.

Lupin desvió la mirada, con escepticismo, intentando verle algún fallo a la teoría de la joven.

—Vigila al menos el mapa de vez en cuando, Remus. —le suplicó—. Si aparece el nombre de Peter...

—Cambiarían las cosas por completo.

Poco después, las medidas de seguridad impuestas a los alumnos impedían salir del castillo por las tardes. Aquello implicaba menos horas de vigilancia para los prefectos, por lo tanto, más horas de estudio en la biblioteca. Mía detestaba todo en aquellos momentos. Las vacaciones de Semana Santa no resultaron lo que se dice relajantes. Tenía muchísimo que estudiar pero cada día les mandaban más y más tareas, que se le acumulaban. Los gemelos solo hacían que entrenar y la morena se enfadaba con ellos. "Luego no me pidáis las tareas porque no os las pienso dejar, no pienso lidiar con que seáis unos irresponsables". Pero siempre pasaba por el aro.

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