Capítulo 9: Fortuna Maior

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—Ni se te ocurra transformarte —se apresuró a decir—. Si te ven en tu forma humana llamarán a los dementores y te matarán.

Lentamente se adentraron en el bosque, sin ser vistos. Se mantuvieron en las afueras pues Mía no debía quedarse mucho tiempo allí si no quería ser descubierta.

El perro no podía hablar, así que la joven procedió a contarle a su padre lo que le había parecido descubrir.

Tragó saliva. Que su mente lo categorizara como "padre" era algo que le ponía la piel de gallina.

—Peter Pettigrew... creo que está vivo. Es la rata de Ron, ¿verdad? —Sirius comenzó a gruñir en cuanto escuchó el nombre de su antiguo compañero.

Mía supuso que todo este tiempo el animago iba detrás de Colagusano y no de Harry. Se acercó lentamente al perro enorme que tenía delante. De nuevo el corazón le iba a mil por hora pero el animal parecía haberse relajado al observarla avanzar hacia él. Se puso de cuclillas y extendió su mano hacia delante. Dios, temblaba de miedo.

Entonces, captando las intenciones de Mía, el perro acercó su hocico a la mano de la muchacha y se dejó acariciar suavemente por su mano. Mía sentía que el corazón se le saldría por la garganta, pero se acercó más a él.

Pronto lo estaba acariciando con ambas manos notando, no solo que estaba en los huesos, sino la falta de cariño que tenía. Los ojos se le humedecieron pensando en los injustos doce años que Sirius había pasado en Azkaban sabiendo que le habían culpado de asesinar a sus mejores amigos.

Pero aquel no era el momento para un encuentro emotivo. El maullido de Croockshanks a su lado le hizo ver que estaba anocheciendo. Si la veían fuera del castillo se llevaría un buen castigo y, posiblemente, una expulsión.

El gato insistió. Parecía que intentaba llevársela al castillo pues tiraba de su túnica reiteradamente. El perro se unió a su peludo amigo señalándole el castillo con el hocico. Mía suspiró y se levantó.

—Prométeme que nos volveremos a ver —Sirius asintió con la cabeza moviendo la cola ilusionado—. Deshazte de la rata— dijo confiando en que lo haría.

Entonces cogió al gato y se dirigió de vuelta al castillo. Si le preguntaban qué hacía fuera, siempre podría decir que Croockshanks se había escapado. Claro que sí.

—Tu eres un gato muy listo, ¿no? —el gato lamió su mano como respuesta y Mía soltó una carcajada.

Por suerte, no se encontró a nadie por el camino de vuelta. Ni siquiera a Filch. Se sentía tremendamente afortunada. Aunque esa suerte no duró mucho tiempo más.

Al doblar una esquina en el séptimo piso, a punto de llegar a las escaleras que llevaban a la torre de Gryffindor, se chocó con alguien. El gato maulló estridentemente, saltando de sus brazos y salió corriendo hacia la torre. Mía estuvo a punto de caer al suelo, pero una mano sujetó la suya, manteniéndola a escasos centímetros del suelo. Todavía tenía los ojos cerrados cuando la persona que la había sujetado tiró de ella, estabilizándola en su posición anterior.

—Eres una temeraria como tu padre— "mierda, Remus". —Os he visto en el mapa, ¡estás loca! —pero tenía una sonrisa dibujada en su rostro. ¿no estaba enfadado con ella?

—Has visto, por fin, a Peter en el mapa, ¿verdad? —dijo mientras sonreía maliciosamente.

Ambos se miraron como si ya hubiesen ganado la partida, sabiendo que, si jugaban bien sus cartas, podrían salvarle la vida al padre de la muchacha y la verdad saldría a la luz.

—Ahora quiero que vuelvas a tu cuarto, demasiada gente se ha involucrado hoy ya —con la cabeza le indicó la dirección de la sala común de su casa.

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