Capítulo 3

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—Creí que no volverías a hablar con ella, mucho menos a tenerla en tu casa...—

Aquella voz melosa, del otro lado de la línea a veces solía desesperarla un poco, con el tiempo había aprendido a tolerarla.

—No podía dejarla a su suerte, no soy tan mala persona...— Se removió un poco en su lugar.

—Lo sé Jadey, pero no olvides como hizo que toda tu estabilidad pendiera de un hilo.—

—Y eso también lo sé, pero no tuve la fuerza para mandarla al carajo, simplemente no pude hacerlo.—

—Sigues teniendo una especie de debilidad por ella, creo que aún no entiendes el daño que se ocasionan ambas.—

—Lo sé, Cat. No tienes que recordarmelo todo el tiempo.— Aquellas palabras, salidas de la boca de la chica pelirroja estaban llenas de razón, debía reconocerlo.

—Por favor, ten cuidado.—

—Lo tendré...— Apartó el móvil de su mejilla y oreja, para culminar con la llamada.

A unos escasos metros se encontraba Tori, dormida sobre su cama. Jade la miró, descansaba plácidamente, aunque sabía que la chica había estado preocupada y deprimida los últimos días. ¿Y quién no lo estaría? Si su familia la mandó al demonio al igual que su estúpido novio al enterarse del embarazo.

Ella quizá, había sido tan tonta como para dejarla entrar nuevamente en su vida, siendo que antes no hacía más que joderla. Siempre tenía la esperanza de que la chica dejará de ser tan idiota, pero siempre continuaba de la misma manera.

Tori, en más de una ocasión, le reprochó por hablarle con la cruel y dura verdad. Pero ella no podía evitarlo, no veía la vida tan color de rosa, como lo hacía la chica morena.

Ahora, Tori estaba sola y ella no era lo suficientemente orgullosa como para mandarla al demonio aunque realmente quisiera hacerlo.

Comenzó a recordar cada pelea que tenía con la morena, todo a causa de Beck. La castaña siempre decía que aquel canadiense hacía todo por ella, que era la única persona que realmente la valoraba y la amaba de verdad, la única persona que daba todo por ella. Cosa que desde el punto de vista de la azabache era estúpido, cuando ella también hacía todo lo necesario para que la chica estuviera bien, pero bueno, no podía esperar una cosa diferente si su amiga no tenía más cabeza que para pensar única y exclusivamente en el moreno.

Tori se había cegado bastante y ahora por fin veía las cosas tal cual eran. El chico sí la uso, aquel joven que juró bajarle la luna y las estrellas, se había esfumado, dejandole una gran responsabilidad, una que no puede cargar sólo uno.

Sin importar cuántas veces ella le advirtiera de las verdaderas intenciones de aquel hombre, Tori seguiría diciendo que la loca aquí era ella, cuando lo único que quería era abrirle los ojos y evitar cosas como estas.
Quizá no la apoyaría, pero a diferencia de Tori, ella sí cumplía sus promesas.

No iba a abandonarla, porque a pesar de todo, su promesa se mantendría intacta, aún así quisiera matar a la castaña le sería fiel.

Fɪɴᴅ U AɢᴀɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora