Capítulo 4.

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-Buenos días señor Bieber.

-Buenos días Andrea –saludó el empresario a su secretaria. - ¿Algo nuevo para hoy?

-A las 10 llegarán los alumnos de la Universidad.

-¿Cuantos pasantes nuevos ésta vez?

-20 aproximadamente.

-Son menos que los de hace dos semanas, pero eso está muy bien.

-Se los haré pasar uno por uno en cuánto lleguen.

-Gracias Andrea –se despidió para entrar a su oficina.

****

-¿Ya están todos listos?

-Si, solo falta...

-¡Aquí estoy! –Gritó una agitada voz.

-¡Levin! Porque no me extraña que sea usted la que siempre llega tarde.

-Lo siento señor McCurdy, sabe que no es mi intención.

-Nunca es su intención.

-Bueno ya llego la señorita que faltaba, ¿ahora sí podemos irnos?

-Si señor director.

-Muy bien entonces, todos tomen sus cosas y vamos al autobús –indicó el director a todos los alumnos.

-Ya escucharon, vamos.

-Señor McCurdy ¡Pero que bien se ve con ese color!

-No lo intente señorita Levin, igualmente tendrá detención el viernes después de clase.

-¿¡El viernes!? Pero todos salen a divertirse los viernes –Protestó la chica.

-Tienes usted razón señorita, todos salen, menos usted.

-Pero...

-Sin pero, y ya deje de protestar.

-No es justo.

-Nada es justo en la vida, y ahora suba al autobús –muy inconforme la chica abordó el autobús sin decir nada más.

-Parece que no iras a la fiesta de Samantha.

-Odio esto, y odio al señor McCurdy por castigarme justo ese día –Respondió enojada la chica a su amiga una vez se hubieron sentado y el autobús había empezado andar- pero ni siquiera él me va a impedir ir a esa fulana fiesta.

-No te escapes, ya tienes suficientes problemas.

-Estará muy ocupado contando las citas que nunca tendrá como para prestarme atención –Ante aquél comentario ambas chicas rieron.

****

-Señor disculpe la interrupción, pero ya llegaron los pasantes.

-Tranquila Andrea, puedes decirle al primero que vaya pasando.

-Enseguida –dijo la secretaria a su jefe desapareciendo por la puerta, para reaparecer segundos después con un joven de unos 20 años aproximadamente, al ver a aquél muchacho, el hombre no pudo evitar pensar en su hijo.

-Buenos días señor.

-Buenos días jóven, tome asiento por favor.

Pequeño Inocente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora