Tenían que ser ustedes...

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Las burbujas se dispersaban por un lado y por el otro, haciendo distintos escenarios a los que presté suma atención.

Lo sé, lo entiendo, esa niña soy yo. Pero. Pero. Pero. Pero. Esas eran las palabras más resortes en mi mente.

« — Entonces, si yo soy esa niña, y tengo claro que fui creada por los dioses del Olimpo. ¿Cuál es la misión tan importante que tengo? ¿Por qué los dioses me protegerían a tal grado de abandonarme? Claro, solo si a eso se le puede denominar "protección". »

Aún más preguntas invadían mi cabeza.
No sé cómo describir mi sentir. Hasta que noté la nueva escena que creaban las burbujas.

La causa de mi creación, el abandono, Jadis... Edmund. Todo eso era mi camino. Nunca creí que lo diría, pero Jade tenía razón.

Soy un arma, tengo el poder suficiente para mandar de vuelta a los demonios del Tarot. Hay demasiado que no he descubierto y que necesito saber.

Las burbujas se disiparon, y en ese momento me comenzó a faltar el aire, nade hacia la superficie. Una vez ahí, la habitación volvió a ser de cuarzo, banco y pulido, con pilares lisos, altos. No había más agua, y ahora mi daga relucía sobre aquella cerradura de cuarzo.

Me dirigí a ella, y la saque con cuidado para volverla a guardar en la pequeña vaina en mi muslo, debajo del vestido.

Salí del cuarto, ahora hasta las escaleras se veían tan bellas como inicialmente lo era el castillo. Llegué con Siyah, y lo miré, sé que lo reconocería en cualquier lado.

— Primero que nada. Bienvenida de vuelta, Majestad. Y segundo, si se pregunta porque de repente toda la habitación cambió, bueno, es porque...

— "La verdad ha sido revelada" — Dije completando lo que mi corcel diría.

— Veo que presto atención.

Siyah retomó su camino, mientras yo solo podía llevar la mirada perdida, pensando y analizando, siguiendo el paso lento de mí caballo.

— Tú estabas ahí ese día — Dije, cuando logré relacionar todo.

— He estado ahí todos los días, ¿A cuál de todos se refiere? — El caballo más astuto que pude haber conocido.

— Al día de la caída del Olimpo — Anuncie, y de inmediato Siyah frenó su paso, mirándome.

— El Olimpo nunca cayó — Expresó, con molestia.

— Quizá no, porque yo estoy aquí. Y sigo siendo la hija de todos los dioses, lo cual me convierte en una, ¿cierto? — Lo miré, adelantando mi paso hasta llegar delante de él.

— Si, es cierto... — Fueron sus únicas palabras para que yo prosiguiera.

— Entonces, eso quiere decir que ahora yo soy como la única diosa del Olimpo.

— Creo que no le prestó la suficiente atención — Renegó y prefirió caminar hasta salir del castillo.

— Bueno, digamos que entender completamente lo que unas cuantas burbujas te tratan de decir no es muy sencillo. — Alcé los hombros.

Al llegar fuera, el castillo volvía a ser tan resplandeciente como antes. Tan hermoso como una vez Ávalor lo fue.

— Es por eso que debe verlo usted misma — Dijo el corcel, bajando un poco su altura para que yo subiera. Así lo hice, el Pegaso extendió sus alas y emprendimos vuelo.

— Sabes... Ahora me entero porque tú eres mi Pegaso — Me sostuve de sus riendas, y Siyah se mantuvo en silencio. — Fuiste Pegaso de todos los dioses, también estando con ellos puedes cambiar tu forma. — Sonreí apenas, apegue mi pecho a su lomo para poder ir con mayor velocidad. Conozco muy bien cuando está a punto de acelerar.

ꕥ꧁L̆̈ᴀ H̆̈ɪᴊᴀ D̆̈ᴇ L̆̈ᴀ B̆̈ʀᴜᴊᴀ꧂ꕥ."ˡᵃˢ ᶜʳᵒⁿⁱᶜᵃˢ ᵈᵉ ⁿᵃʳⁿⁱᵃ"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora