CAPITULO 1

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DICIEMBRE 2014

Muchas veces me han dicho que soy un iluso, porque suelo soñar despierto. Mi respuesta siempre es la misma "Soñar no cuesta nada"

Soy Terrence Grandchester, tengo 22 años y toco la batería en una banda, noche tras noche me reúno con mis amigos en el centro nocturno Nightlife, empezamos con un pequeño espacio éramos el grupo que intermediaba a la banda estelar cada vez que ellos se tomaban un descanso. Con dedicación y mucho esfuerzo logramos cautivar al público hasta obtener noches enteras de presentaciones, mis compañeros tienen mucho talento y aspiraciones, sé que algún día lo lograrán, pero cuando eso pase yo no estaré ahí.

Porque mi verdadera pasión es la actuación, que mi rostro aparezca en las pantallas grandes, ser parte de las estrellas de Hollywood. Tengo una hermosa novia a la cual amo más que a mi vida y ella caminará a mi lado por la alfombra roja cuando sea famoso, comparte mis sueños y también será ella la que comparta mi éxito.

Casarme con ella también es uno de mis sueños.

Conocí a Candy hace tres años, en la Academia de Artes Dramáticas, en ese entonces yo aún estaba estudiando actuación. Cuando la vi fue como un flechazo que se incrusto en mi corazón, nuestras miradas se cruzaron por un breve instante en la cafetería, y como si todo pasara en cámara lenta vi como sus labios se fueron curvando poco a poco hasta formar una sonrisa, que, a su vez, dio paso a un par de adorables hoyuelos en sus mejillas y el leve parpadeo de sus abundantes pestañas que adornan esos hermosos ojos verdes fueron mi perdición. Mis amigos se burlaron por el efecto que ella causó en mí, un largo suspiro acompañado de un "diablos" al sentir mi suéter empapado de la soda fría de cola que derrame, al quedarme parado en medio de una fila de hambrientos estudiantes, alguien me empujo para que moviera y saliera de allí.

Pero ver esa sonrisa tan radiante y contagiosa, fue lo único que hizo falta para que supiera que era la chica que quería en mi vida. Para mi buena suerte, compartimos una amiga en común. Karen estudiaba conmigo, ella era la razón por la que ese día Candy estaba ahí; no fue fácil lograr sacarle información acerca de la chica rubia de la cafetería, tuve que unirme a su equipo para una obra de teatro y representar a un hada para la evaluación del último bimestre. Gustoso lo haría de nuevo, pues obtuve valiosa información cómo su nombre, algunos de sus gustos, por ejemplo, que prefiere a los perros antes que, a los gatos, que su tarta favorita es la de fresa, que, entre rosas y chocolates, se queda con todas las calorías del delicioso pecado dulce de preferencia blanco. Aunque para un romántico como yo, las flores son algo esencial.

Durante el primer año la cortejé, me convertí en un cazador acechando a su presa. Me refugiaba detrás de un muro, alguna mesa al fondo de su café preferido donde se encontraba con sus amigas, lo hacía solo para verla reír o provocar algún encuentro casual, nuestra afinidad fue palpable desde el primer día que le hablé, podíamos conversar por horas, y por supuesto, desde el principio le hice saber que me gustaba, siendo señalado de loco por ella, pero los chocolates y las cartas de amor fueron mis aliados. Hasta que, por fin a los doce meses de conocernos aceptó ser mi novia. Desde entonces somos inseparables.

Candy proviene de una familia cuyo negocio son las instituciones financieras. Su padre es un magnate, mientras que yo...solo tengo mis baquetas, mis sueños y unos cuantos dólares en mis vaqueros para llevar a mi chica al cine o a comer.

Mi familia, los Grandchester, se pueden considerar de clase alta, pero corté relación con ellos desde que cumplí 18 años. Mi padre es un abogado reconocido en Boston, él quería que estudiará leyes para seguir con el legado familiar, a lo cual me rehusé rotundamente. Enfrentarme a él a mi corta edad no fue fácil, que tu familia te dé la espalda por defender tus ideales es muy doloroso. Y no es que sea dramático, pero esperaba el apoyo por lo menos de mi madre, ella se limitó a bajar sus ojos azules cuando la busqué con la mirada para que le dijera a mi padre que yo tenía razón, que no debía obligarme a estudiar algo que yo no quería y para colmos mi hermano mayor no ayudo en nada, al contrario, apoyo como siempre los argumentos de Richard, diciendo que él tenía razón y que debía obedecerle si no quería ser un fracasado. Y esa fue la causa de nuestra separación, por eso hoy solo cuento con Candy para seguir adelante.

Nuestros SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora