CAPITULO 3

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Advertencia: Capítulo para mayores de 18.

Llegamos a mi departamento y al entrar, observé lo pequeño que era. Es curioso que nunca me había percatado del reducido espacio en el que vivía, llevo viviendo aquí casi los mismos años que salí de mi casa, el precio es bastante cómodo por eso nunca busqué otro lugar. Pero hasta hoy que vi a Candy en el centro de la sala, me di cuenta de lo incómodo que sería para alguien como ella, que está acostumbrada a vivir en espacios amplios y desayunar en el jardín. Fue en ese preciso momento que comprendí que no era lugar para ella. Recordé las palabras que me gritó el señor William, que su hija estaba acostumbrada a una vida que yo jamás podría darle, y examine cada detalle de el que ha sido mi hogar por mucho tiempo, los colores tristes de las paredes, las ventanas sin cortinas, porque nunca me tomé el tiempo para comprar unas, el estrecho espacio de la cocina, ni siquiera tenía un comedor, solo la encimera y un par de bancos. Cerré mis ojos al recordar que la nevera estaba casi vacía, en su interior había una botella de jugo, una de leche, unas cuantas frutas y carne para preparar hamburguesas. La despensa que hice en la mañana en su mayoría era comida chatarra, por lo general comía en la calle.

Un destello de sensatez llegó hasta mí y me pregunté ¿En qué estaba pensando al traerla a este lugar? no era la primera vez que ella venía a mi morada, pero esta vez era diferente, normalmente cuando venía solo pasaba un par de horas conmigo estudiando, viendo algún programa en el televisor o simplemente pasábamos el rato buscando esa privacidad que todos los novios desean para besarse y abrazarse, sin las miradas indiscretas, siempre sin llegar a más que eso. Pero ahora se quedaría a vivir conmigo.

Suspiré mortificado, solo tenía una recamara que sería suficiente para los dos, el problema es que es muy reducida, la cama es de tamaño individual. Seguí viendo discretamente el contenido de mi departamento, aparte de la sala diminuta, solo contaba con la tv, un horno de microondas y un pequeño cuarto de baño, nada más, me volví a verla, parecía una princesa con su delicada figura envuelta en el ceñido vestido rojo brillante, adornado de pedrería; frotaba sus brazos con sus finas manos bien cuidadas, mis ojos bajaron a sus lindas piernas desnudas no tan largas, pero bien torneadas, era claro que tenía frío afuera estaba nevando y yo me atreví a sacarla de su casa sin siquiera agarrar mi abrigo que dejé colgado en el perchero. A pesar de todo su cara de muñeca estaba más radiante que nunca, me veía con dulzura y esbozo una tímida sonrisa antes de abrazarme y pegar su cara a mi pecho, besé su rubio cabello rizado, y acaricié su espalda. Y luego le hablé quedamente:

—Lo siento mi amor, te juro que no quise que esto pasara, pero tu padre jamás me va a aceptar. A lo mejor él tiene razón al decir que no tengo nada que ofrecerte, yo... solo sé que te amo más que a nada Candy.

—Lo sé Terry, no tienes que decir nada, no lo sientas amor, estamos juntos y eso es lo que importa. Yo acepte seguirte, porque quiero estar contigo, no me importa vivir aquí sé que juntos saldremos adelante. No hagas caso a las palabras hirientes de mi padre, él suele ser muy cruel, solo habla por hablar, pero yo creo en ti.

—Por eso te amo, bonita.

La besé con fervor, fue un beso dulce que sabía a esperanza mezclada con una pizca de pasión. Siempre que la besó terminó con la sensación de satisfacción y una calma en mi ser, como si sus labios apagaran el fuego que arde en mi interior. Candy y yo somos tan opuestos, ella es la calma y yo la tormenta.

En los dos años que llevamos de novios, jamás hemos hecho el amor. Pero estoy seguro de que ella es virgen, sus besos y las tímidas caricias que me da me lo dicen, aunque no me importaría que no lo fuera, su pasado no me interesa, por eso jamás le he preguntado cuántos novios tuvo antes que yo. Lo único que importa es que me ama, su corazón es mío y pronto también lo será ella.

Nuestros SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora