CAPITULO 5

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Nuestro viaje empezó el día 26 de diciembre, como haríamos varias paradas para descansar, no sabíamos cuándo llegaríamos a Los Ángeles. No teníamos prisa, a lo mejor nos quedábamos por más tiempo en algún lugar que le gustara a Candy, todo podía pasar.

Estuvimos un día y una noche en Nashville, aunque no pudimos entrar al show que ofrece el Grand Ole Opry, si pudimos conocerlo mediante el tour guiado tras bastidores de la casa. Por la noche disfrutamos en un buen lugar música country en vivo y un gran espectáculo de comedia. La tristeza se había alejado un poco de Candice, pero faltaba esa chispa que siempre la caracterizaba.

La emoción por fin volvió a ella al pasar por Las Vegas. Por algo se dice que una mujer hermosa da buena suerte en los juegos de casinos. Candy gritaba con euforia cada vez que se acercaba una victoria a nuestro favor. Aunque fue poco lo que ganamos nada se compara con la felicidad de esos momentos, verla brincar y lo mejor era recibir un beso con sabor a adrenalina, ese era el mayor de los premios.

Llegamos a nuestro destino el día 30 de diciembre, realmente el viaje fue mejor de lo esperado, Candy se divirtió y llegó con mucho optimismo. Al llegar a Los Ángeles mi amigo Charlie ya me esperaba, él llevaba viviendo algunos años en la ciudad. Lo contacté desde que salimos de Nueva York, gracias a él pude rentar un departamento amueblado a un bajo costo, es mucho mejor que el que dejé en la gran manzana, este es más grande y acogedor, tiene una habitación amplía, una cocina pequeña, pero decente comparada con la de mi antiguo hogar. La sala es espaciosa, un cuarto de baño en la recamara y uno para visitas, eso bastaba para nosotros, pero lo más importante es que ella se sintiera cómoda.

El día 31 de diciembre me sentía feliz al verla junto a mí, mientras ella dormía yo me puse mis auriculares para escuchar a Calvin Harris y David Guetta y así desempacar y ordenar nuestra ropa. Cuando ella despertó me paré frente a la cama y comencé a bailar, le tendí la mano para que hiciera lo mismo. Estaba entusiasmado porque sería nuestro primer fin de año juntos como marido y mujer, aunque nos faltará el papel que lo acreditará para mí ya lo éramos. La llevé a cenar a un restaurante, el mejor de acuerdo con mis posibilidades, era elegante pero accesible en sus precios. Simplemente me sentía el hombre más afortunado por estar junto a ella, la llevaba del brazo orgulloso de que fuera mía y celoso al sentir las miradas lascivas de algunos imbéciles, no perdía la oportunidad de robarle un beso cuando estaba distraída regresándola a nuestro presente. Yo sabía que para mí pecosa no era lo mismo, esa alegría que vi en otros años no la tenía ahora, la temporada navideña es su favorita; sus ojos tristes me mortificaban y cuando recibimos el nuevo año ella me abrazo muy fuerte y dejó caer las lágrimas que había retenido por varios días. Me dolió el pecho por esa reacción, pero no podía hacer nada para evitar que sintiera esa pena en su alma, su familia siempre fue lo más importantes hasta que yo llegué a su vida, vi que tuvo inclinación hacia mí y eso me hace dichoso.

Me ha dicho que extraña a su madre, a sus hermanas y aunque no lo diga sé que lo extraña también a él. Y a pesar de lo mal que terminó su relación, Candy aún observa su foto en su celular y llora cuando piensa que estoy durmiendo. Yo calló y me trago el dolor que fluye de sus ojos, cuando se queda dormida y besó las últimas lágrimas que quedan atrapadas entre sus pestañas. Que ironía, ella muere por ver a su padre y yo preferiría morir antes de volver a ver al mío.

—Te prometo que te haré feliz, de mi cuenta corre que no vuelvas a llorar jamás —le digo besándola con vehemencia.

Ella se ríe aun con mis labios pegados a los suyos, aprieta levemente con sus dientes mi labio inferior y luego se separa y habla.

—Pero que cosas dices Terry, esto es algo inevitable —dijo limpiando las gotas saladas que resbalan por sus mejillas— no hay nada que puedas hacer para evitar que suceda —ambos éramos conscientes que esas lágrimas eran por su padre—, pero te agradezco que te preocupes por mí y te prometo que no lloraré más, porque tú eres mi felicidad. No ver a mi familia es algo que me duele, pero es el precio que tengo que pagar por estar a tu lado y yo te prefiero a ti, una y otra vez te volvería a elegir. Ahora tú eres mi familia.

Nuestros SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora