Pequeño Hermano (Itasasu)

7: Mar de tempestades.

Recordó todas las ocasiones en las que su hermano le abrazaba con tanto cariño. No eran nada parecidas a lo que ahora estaba viviendo.

Tal vez era debido a la lejanía de tantos años. O el deseo que tenía por verlo y que se estaba cumpliendo de la forma más melancólica y desesperante que pudo imaginar.

Porque sí, Itachi se sentía desesperado por sentir y saber más acerca de Sasuke, qué había sido de su hermano durante esos siete años que para él, fueron la muerte en vida.

Los sollozos cálidos y las lágrimas transparentes tal cristal hacían a Itachi pensar que tal vez la vida de ambos no fue como el otro esperaba.
Había cambiado, como todo adolescente lo hacia y obviamente Sasuke tenía un pensamiento diferente a como cuando era un niño.

—No puedo creer que seas tú, Itachi— la desesperación, pero un evidente alivio se escuchaba conforme la cabeza de cabellos azulados se recargaba con fuerza entre la curvatura del cuello de su hermano.

El muchacho soltó un suspiro, como si se estuviera convenciendo de que Sasuke era solamente una ilusión más de las que su mente acostumbraba a darle en los días que más lo extrañaba.

Su silencio proveniente del joven adulto y el adolescente era más que nada melancólico, porque a pesar de que en ese momento estuvieran frente a frente y que ahora sabían que estaban relativamente bien; el vacío por desconocer el pasado y el mismo presente de ahora los tenía aferrados el uno al otro.
El último momento que ambos compartieron se reproducía de manera espontánea y borrosa para quien en ese entonces había tenido diez años.

Sasuke notó que la imagen que tenía supuesta de su hermano no estaba tan alejada del todo. A excepción de la mirada de naturaleza triste y perdida, o el contorno más que visible en su mandíbula (lo que regalaba un aspecto más juvenil y llamativo). Incluso el cabello que de por sí estaba muy largo cuando Itachi tenía quince años, en esa actualidad rebasaba la longitud que el muchacho azulado había presentido.

Un viento los rodeó entre la separación que los cuerpos mantenían, uno que aumentaba la nostalgia en el mayor. Su pequeño hermano, Sasuke, se había convertido en todo un llamativo ejemplar.
Le alegraba, pero al mismo tiempo no se sentía del todo satisfecho al verlo después del tiempo que estuvieron separados.

Él repitió la acción de hace unos segundos, el Uchiha menor le brindó otro beso en la mejilla y la situación actual del mayor empeoró —porque ahora el color rojo volvía a apoderarse de su rostro al igual que el frenético golpeteo de su corazón—.

—Sas- Sasuke— tartamudeó por primera vez en algunos años. Estaba viviendo el mejor sueño que alguna vez se le pudo cruzar por la mente.

Lo aferró más a él, como si deseara impregnarse en su presencia y estar presente en los momentos de ausencia más importantes para Sasuke.

Desde afuera se escuchaba el ritmo de la canción en el remolque, estaba empezando una tranquila, que hacía a los muchachos saltar de lugar en lugar; apenas había comenzado.

—¿Dónde estuviste todo este tiempo?— las manos delgadas y blancas del muchacho se aferraban en demasía a los costados del rostro de Itachi. Ahora ya no estaba tan convencido de que eso de tratara de una ilusión.

Obito los había dejado solos en cuanto ellos comenzaron a derramar lágrimas, por lo que la calle se convertía en un sitio privado, apto para hablar sobre cualquier cosa sin temor a ser escuchados o meramente vistos. No obstante, Itachi tenía un terror a que Sasuke iniciara con las preguntas que lo llevarían a contarle la verdad.