Volvemos a la realidad...
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La mañana húmeda y solitaria de Amegakure despertó a la chica de cabello morado que reposaba con la ropa desaliñada, el camino de lágrimas secas hasta su cuello y la clara señal de que estaba devastada y corrompida de la peor manera en la vida de una mujer.Banare la observaba desde un extremo del callejón, el rostro del ceño fruncido y la respiración entrecortada lo mantenían seguro de que Konan no había muerto de la tristeza o la impotencia.
Una cobija oscura la cubría del frío abrumador y estaba cubierta por algunos cartones para que estuviera a salvo de la lluvia nocturna.Tratándola como si de basura fuera.
Pero no, Konan, al igual que todas las mujeres, valían mucho; y nadie —ni siquiera amistades, relaciones o los padres— debían interferir en la vida de un ser humano. Banare pronto comprendería aquel aspecto.Por lo mientras recordaba la noche que fue martirio para la chica y el inicio del infierno en que su juventud se convirtió por culpa de tres personas que todo y nada tenían que ver con ella.
Después de la tormenta viene el arcoíris, decían algunos. Pero hay veces que cuando la tormenta se acaba, quedan estragos como las ciudades y calles anegadas.
Un dolor invadió el cuerpo de la muchacha, quien alarmada por el atentado del día anterior despertó rebuscando entre todas las esquinas del callejón a los responsables de que su integridad fuera corrompida horriblemente.
Sus ámbar al borde de las lágrimas y la conmoción de recuerdo revoloteando en ella además de la zozobra por ser atacada de nuevo.—Tranquila Konan— he allí, la voz del mismísimo diablo. La que le produciría un dolor perpetuo en su zona intima y noches con las peores pesadillas. Algo que la marcaría siempre—. Yo estoy aquí para cuidarte.
Cínico. Eso era lo que pensaba.
¿Cómo se atrevía a decir aquello si hace pocas horas permitió arremeter en su contra junto a sus otros dos secuaces desgraciados?
Cínico. Totalmente cínico y enfermo.
Ningún miedo podía cobrar tanta fuerza hasta que lo vivías o estaba frente a tus ojos.
El llanto de angustia llenó a la muchacha cuando los pasos amenazantes de Banare acortaban su espacio seguro. Otra vez se sentía en riesgo.
—¡NO!, ¡ALÉJATE DE AQUÍ HIJO DE PUTA!— su primera vez insultando a alguien con el resentimiento, el terror y la desesperación siendo su motor que la arribaba a decir eso.
Ya no estaba en un estado de estupor. Tenía que salir de aquello por su cuenta.
Con el inmenso dolor grabado en sus células salió en una presteza que le fue imposible a Banare el intentar retenerla. En su vida había visto a alguien tan asustado.
El frío surcándole en sus brazos descubiertos que se habían secado al clima de la noche era una de todas sus dolencias que el cuerpo le cantaba. Se sentía sucia, quería arrancarse la piel y posiblemente hasta morir. No se creía capaz de soportar ese trauma.
El camino veloz a su casa se le hizo más lejano que ir hasta Sunagakure, y estaba segura de que hasta un caracol podría llegar primero a su residencia que ella misma.
Volteaba a cada segundo para verificar que su seguridad no estuviera en riesgo, pero las miradas asustadas, confundidas y encalladas de las pocas personas que reconocía era lo único que perturbaba aún más su pobre y desastrozada mente.Nada más quedaba. Nada la libraba de ese sentimiento. Sentía que daba vueltas en el mismo lugar, sin llegar a una meta. Imposible de estar segura, con las lágrimas cayendo como un arroyo; no podía comparar ningún momento a ése, su mente nublada y sin pensar en algo más que correr.
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Pequeño Hermano (ItaSasu)
FanficDurante gran parte de su vida, Itachi amó a Sasuke. Por otra parte, Sasuke admiraba a su hermano, lo quería; era su ejemplo. Creció creyendo que debía encontrar un camino fijo y claro, como su hermano lo había hecho. Sin embargo, ninguno de los dos...