Las mañanas que tuvo a lo largo de su niñez y fracción de su adolescencia eran muy diferentes a la que estuvo experimentando en este momento.
Había pasado un largo tiempo desde que Itachi había sentido la calidez de sus antiguas sábanas, lo mullido que era el colchón de su cama, la luz que se colaba por la ventana detrás de su cabeza o el alto techo en el que alguna vez se atrevió a lanzar objetos para desahogar sus impulsos y frustraciones.
Aún le parecía aterradora la manera en que su propia cabeza le jugaba aquellas agrias e ilusas sensaciones.
Desde siempre tuvo una vida muy complicada para la edad que tenía. Lo supo desde el momento donde dejó que otras vidas se inmiscuyeran en la propia, así como cuando observaba a las personas.
Los altos estándares que todos los maestros y que su padre ponían sobre él eran lo que alguna vez consideró como su peor enemigo. No había negado que era inteligente, pero tampoco le gustaba que se lo recordaran a cada momento, o que solamente fuera conocido por aquel aspecto.
Su casa, durante un tiempo al menos, representó el lugar donde más seguro y cómodo se sentía -siempre y cuando Fugaku no comenzara a hablar sobre la escuela o sus días de trabajo-; le encantaba la presencia de su madre, su hermano y padre conviviendo juntos cada vez que era posible.
Cuando era un niño, no existía nada mejor que cuando su hermano y él pasaban las horas de la tarde jugando después de las clases. Y aquella diversión se multiplicaba a la llegada de sus primos Obito y Shisui.
Ahora que miraba al pasado como un desconocido, sabía que hubiera preferido aquellos momentos a la realidad que se enfrentaba en la actualidad.
Tal vez nunca podría perdonarse el haberse enamorado de su propia sangre, de haber defraudado a sus padres a sus espaldas y tener ese tipo de retorcidos pensamientos que le quitaban el sueño todas las noches con gran facilidad.
Sin poder lidiar con la pesadumbre de la temprana mañana, Itachi se incorporó sobre la cama. Fuera de la casa, no parecía haber otro ruido más prominente que algún pájaro madrugador. De todas formas, el vecindario siempre fue muy tranquilo a pesar de vivir junto a puros miembros de apellido Uchiha.
No hubo mucha sorpresa que los pasos al otro lado de la puerta de su habitación comenzaran a oírse desde el inicio de las escaleras. El corazón palpitando a gran ritmo le hizo recordarse una vez más el estilo de vida que mantuvo por más de cinco años consecutivos. Aquella sensación parecía advertirle que no habría manera de escapar de aquella rutina.
Dos toques y una palabra bastaron para que la respiración se le hiciera pesada para sus pulmones. Era una reacción que su cuerpo había olvidado en los últimos siete años.
-¿Itachi?- repitió la voz como en la primera vez que hizo-. ¿Estás despierto?, ¿puedo entrar?- agregó. El leve tono que usaba hizo que Itachi ilusionara con ver a su hermano igualmente tímido como él.
-A-adelante- si su tartamudeo se había escuchado, podría desearse la muerte una vez más.
La perilla de metal giró para su lado izquierdo, revelando un instante más tarde un par de ojos negros y brillantes con un cabello lacio y de tonalidad semejante al azul que buscaba no importunar la mañana. La vista le pareció espectacular, de no ser por el perpetuo remordimiento que le causaba imaginar otros escenarios para Sasuke y él.
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Pequeño Hermano (ItaSasu)
FanfictionDurante gran parte de su vida, Itachi amó a Sasuke. Por otra parte, Sasuke admiraba a su hermano, lo quería; era su ejemplo. Creció creyendo que debía encontrar un camino fijo y claro, como su hermano lo había hecho. Sin embargo, ninguno de los dos...