Han era uno de los varios ángeles que estaban a la espera de recibir aquello por lo que habían trabajado demasiado: el permiso para ser un ángel guardián.
Estaba muy emocionado y era algo que su rostro y su corazón no podían ocultar, una enorme sonrisa adornaba su cara y su corazón golpeaba fuertememte su pecho como hace mucho no lo hacia.
No había sido fácil para él conseguir aquel permiso; tuvo que estudiar por mucho tiempo montañas y montañas de libros para pasar todas las pruebas que se le aplicaron y ser admitido en los cursos de capacitación donde enseñan a los angeles como ser un angel de la guardia; una vez que pudo entrar a estos la presión aumentó un poco más, debía repasar los temas vistos y estudiar otros pocos más, y claro, todo esto sin descuidar en ningun momento las tareas que le eran asignadas por su superior. Hubo momentos en los que quería dar su brazo a torcer y dejar todo por lo que había trabajado, pero con apoyo de su mejor amiga, Alelí, quien siempre se encargaba de animarlo y en ocasiones realizaba los deberes que le tocaban hacer a él, cuidando que sus superior no se enterara, pues seguro los castigaba y sacaba de los cursos a Han; y recordando todos los días el principal motivo por el cual quería ser un ángel guardián: conocer la tierra; logró completar con buena puntuación los cursos.
Han nunca había bajado a la tierra y no se le estaba permitido ir sin razón alguna; sabía a grandes rasgos como era esta, pues en los cursos que tuvo tocaron ese tema, pero él tenía muchas ganas de verla con sus propios ojos. Había escuchado a escondidas hablar a otros ángeles de lo linda que era, y de como los humanos elaboraban artefactos que les hacia más fácil realizar algunas actividades, entre otras cosas más, estaba fascinado de todo lo que había escuchado de sus compañeros y desde ese día se propuso trabajar para poder llegar a conocerla.
Toda su vida había estado en el cielo ya que, lamentablemente, murio antes de nacer; aquellos que corrían con la misma suerte que Han no eran admitidos al paraíso, en su lugar, llegaban al cielo para ayudar a Dios, y pasaban el resto de su existencia sirviendole y la única forma que tenían para llegar a conocer el mundo de los vivos, era ser mandados por Dios para cuidar de sus hijos, es decir, los humanos.Por fin llegó el turno de aquél ángel con el rostro evidentemente nervioso, pasó a donde se encontraba Dios e hizo el guramento de no romper nunca las reglas primordiales de un ángel de la guardia:
❇Cuidar a la persona hasta la fecha que Dios decida llamarlo.
❇Nunca atentar contra la vida del humano que cuidaba ni de ningún otro.
❇Poner todo sus esfuerzos en llevarlo por el camino de Dios (pero si a pesar de estos no lo lograba, debía dejar al humano en manos de Dios para que él decidiera que hacer con él).
❇El día que la persona muera, se encargará de guiarlo a la entrada del paraíso, donde sus pecados serán juzgados para saber si tiene el derecho de entrar, de no ser así, será mandado al infierno.
❇No enamorarse de ningún humano, pues debía dejarlo vivir ese sentimiento con otro ser humano vivo.Han dijo el guramento con la mano derecha pegada al pecho mientras miraba a los ojos a Dios, para que éste pudiera ver a través de su alma y saber si estaba dispuesto a cumplir con lo que acababa de decir; y así fue, Dios pudo ver la determinación, el compromiso y el deseo que tenía para ser un ángel de la guarda. Entonces, tomó un par de alas, le pidió al chico frente a él darse la vuelta, y puso en su espalda aquellas hermosas alas blancas con plumas largas y resistentes que le permitirían bajar a la tierra y cuidar de las personas sin romper su guramento, una vez colocadas las alas en la espalda de Han, Dios le dio la vuelta.
- A partir de hoy, querido Han, tienes mi permiso para bajar a la tierra y cuidar de mis hijos-. Dios paso su mano por las grandes alas que adornaban ahora la espalda del chico y continuó- te doy este regalo para que cumplas tu deber, cuidalas con tu vida pues ellas se encargarán de llevarte siempre a tu destino- lo miro de frente y con el rostro serio añadió- pero recuerda mi hermoso alado, que si llegas a romper alguna de las reglas que juraste respetar, te espera un castigo que pesará tanto como el dolor que sienta mi pecho al enterarse que le fallaste-.
El chico volvió a mirar los ojos del Creador
-Tenga por seguro mi Señor que su pecho no sufrira por causa mía, y si lo llega a hacer estoy dispuesto a aceptar cargar con la responsabilidad, y en cuánto a su bello regalo, le juro que lo cuidare a capa y espada-.
Y así es como la historia de nuestro ángel comieza.
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El castigo de Dios
RandomHan trabajó duro para ser un ángel guardián, pero nunca imaginó enamorarse del chico que debía cuidar, él sabía bien que sería castigado por ello pero ¿Qué tan grave podría ser?