Dos días habían pasado desde que Eskol se instaló en su casa, Hipo nunca considero el suicidio pero ahora entendía a las personas que tomaban esa decisión, y si no fuera porque no estaba dispuesto a dejar a Asdis con esos dos locos, entonces ya se habría matado.
-¡Ya le dije que soy guerrera no cocinera!- Gritaba Astrid.
-¡Como mujer casada deberías saber cocinar!
-¡Pues no sé, y punto! Aunque si quiere que le cocine algo lo hare con todo gusto pero si termina envenenado no será mi culpa.
-¡Si no sabes cocinar entonces si quiera atiende tu casa, esto es un desastre!
-¡¿Qué es un desastre?!
-¡La casa completa! ¿No ves los calcetines tirados?
-¡Esos son de usted! ¡Y yo no tengo porque juntarlos!
-¡Hipo!- Gritaron al unísono.
El castaño estaba en su habitación, hecho un ovillo en una esquina, con la niña en frente. –Dioses- Se quejó echando la cabeza hacia atrás. –Recuerda siempre Asdis el sacrificio que tu padre hace por ti.
-¡Hipo!- Volvieron a llamar. El chico tomo a la niña y se dirigió a las escaleras.
-¡Ya basta!, ¿Qué sucede esta vez?
-Dile a tu querido abuelo que yo no soy ninguna sirvienta para andar limpiando lo que él tira- Hablo, con los dientes apretados, las manos en puños y tratando de contener su ira para no sacarse en frente de su hija y dejarle algún trauma. Aunque para ese punto, el traumado era Hipo, que no sabía hasta cuando soportaría tener a dos muy eufóricos y orgullosos vikingos amantes de la guerra en la casa.
-Abuelo... -Hablo el castaño –Astrid tiene razón, ella no tiene por qué andar juntando lo que ninguno de nosotros tira. No te cuesta nada dejar tu ropa donde deberías dejarla.
-Si esta... esta...
-¡Cuidado con lo que diga!- Amenazo Astrid, he Hipo le dirigió una mirada de advertencia a su abuelo para que cuidara sus palabras.
-Si esta mujer, no junta las cosas de la casa, entonces si quiera que cocine. Eso es deber de toda mujer casada.
-Abuelo, nosé si lo hayas notado pero Astrid y yo tenemos un acuerdo y una forma de vivir juntos y en esta forma el que ella cocine no entra. Puedo ir al gran salón a buscar comida si quieres.
-¿Al gran salón? Hipo solo llevo dos días aquí, el primero también fuiste por comida allí. Yo no andaré como mendigo pidiéndole comida a otros cuando deberían de cocinar aquí.
-Bien... Entonces Astrid y yo prepararemos la cena. ¿Feliz?
-¿Ustedes?- Pregunto indignado.
-Si abuelo nosotros. Generalmente cocinamos ambos. Así que si quisieras hacerme el favor de ir a tu cuarto hasta que la cena este lista, te lo agradeciera mucho.
El hombre se fue refunfuñando mientras que la pareja no pudo soportar suspirar. Hipo termino de bajar las escaleras y dejo a la niña en una cuna junto a los sillones, habían preferido tener dos ya que resultaba tedioso tener que bajar la que estaba en su cuarto cada vez que ellos se quedaran en el living.
-Muy bien ¿Vamos?- Pregunto el castaño a la chica frente suyo. Ella solo respondió con un "vamos" y se dirigieron a la cocina.
-Bien, ¿Qué hacemos?- Le pregunto Hipo.
-No sé, ¿Qué le gustaría a tu abuelo?
-Dioses- Susurro el chico por la ironía de su lady – Emmm, ¿Qué te parece una sopa de calabaza?