Hombres con fuertes brazos y tatuajes en estos, se ayudaban entre sí para subir cajas y cajas a los barcos. Uno de ellos daba órdenes a sus compañeros, otros subían y bajaban de los barcos a través de la plancha.
Hipo y Astrid miraban la situación en el puerto, cuando despertaron en la mañana, Eskol ya se había ido, a pesar de los sucesos Astrid acompaño a Hipo, junto a Asdis. La verdad era que quería cerciorarse de que el hombre se fuera, y sabia del desánimo que el castaño tenía con toda la situación, como habría preferido que las cosas se dieran de otra manera.
-¿Crees que las cosas habría cambiado en algo si los gemelos y los chicos no hubiesen armado el escándalo en casa de mi padre?
-No lo sé... tal vez su primera impresión no habría sido tan... violenta. Pero no sé si las cosas hubieran cambiado.
Hipo asintió con la mirada perdida en el suelo. Astrid lo miraba y no pudo evitar pensar en que tal vez le estaba afectando más de lo que pensó el hecho del rechazo de su abuelo.
-¡Hipo!- El nombrado miro hacia atrás y ahí estaba su padre. –Hijo me entere de lo que sucedió ayer, ¿Están todos bien?
-Por suerte no pasó nada grave. Te dijo Bocón ¿cierto?
-Bueno... ya sabes que gracias a él me entero mayormente de todo.
-Lo escuchamos animándonos en la pelea- Hablo Astrid. Los tres se rieron un poco por las extrañas ocurrencias del herrero.
-Como sea, debo irme. Hipo ya hable con tu abuelo...
-Lo supuse, tranquilo pa, todos estamos bien.
Tras una última sonrisa el hombre se fue. El castaño volvió a suspirar en verdad deseaba que las cosas no hubiesen terminado así. El tiempo pasó rápido viendo los embarques y algunos desembarques por cosas que salina mal. Cuando quisieron acordar su abuelo estaba a punto de irse y era momento de las despedidas.
El hombre se acercó a la joven pareja que sujeto fuertemente sus manos.
-¿Volverás?- Pregunto Hipo, podría ser una pregunta un tanto desconcertante pero no para Astrid, ella sabía que a pesar de todo el chico no odiaba a su abuelo.
-Si tú quieres...-Respondió cortante. La rubia no pudo evitar enfurecerse ¿Acaso por una vez ese hombre no podía dejar de lado su orgullo solo por su nieto?
-Abuelo no me gustaría que las cosas terminaran así- Pidió en tono de súplica el chico.
-Ya es hora de irme.
Hipo bajo la cabeza y suspiro.
-Adiós- Se despidió su abuelo. El chico extendió una mano y el hombre la tomo, despidiéndose formalmente así. Sin embargo, al separarse, Hipo se la miro sorprendido, Eskol avanzo un par de pasos y se detuvo.
-Dos son para ustedes, el tercero para mi nieta, tal vez encuentren alguna forma de dárselo aun sin que ella tenga dientes. No lo sé y no me importa.
El hombre se fue caminando y se subió al barco principal. Estos no tardaron en comenzar su vuelta por el mar.
En su mano, Hipo tenía tres caramelos, sonrió al verlos y volvió su vista a los barcos que se alejaban por el horizonte.
-¿Qué tienes ahí?- Pregunto Astrid curiosa.
El chico no pudo evitar sonreír y con solo muéstraselo, fue suficiente para confundirla.
-No entiendo- Dijo ella –Pero si nos odia...
-No nos odia.
-Bueno... Me odia.