La puerta se abrió dando pasó a Eskol, padre e hijo se tensaron al verlo.
-¿Sucede algo?- Pregunto el hombre –Veo que no les agrada mi presencia.
-No es eso abuelo, solo nos sorprendiste.
-Claro... -Mascullo como quien no suena muy convencido –Supongo que ya tendrás todo listo.
-¿Todo listo?- Pregunto Hipo confundido. Y le dirigió una mirada a su padre, quien solo le hizo un ademan con los hombros, diciéndole así que tampoco sabía de qué hablaba el hombre.
-Para que me mude a tu casa.
-¿Qué?
-Supongo que tu mujercita y tú ya tendrán todo listo para que yo valla a quedarme este tiempo.
-Yo... no sabía que si querías ir... al final.
-Por supuesto que quiero ir.
Hipo le envió una mirada de súplica a su padre, como hizo la primera vez en el puerto.
-Padre, ya te dije que Hipo y Astrid son una pareja joven que
-No me vengas Estoico con tu discurso de la pareja joven. Solo me quedare un tiempo, debo conocer a mi bisnieto y ver si esa mujer está capacitada para cuidar de su familia.
Definitivamente, no había dudas de que no había forma de convencer al hombre.
-Bien... hablare con Astrid y preparamos todo- Dijo Hipo, rendido.
-Perfecto... ¿Y tú cuando planeas presentarme a tu mujer y a tu hijo?
El chico trago duro y los pelos se le pusieron de punta, sintiendo un escalofrió recorrerle la espalda –Hoy mismo... si así lo deseas...
-¿Por qué no querría?
Padre e hijo intercambiaron miradas de preocupación, era hora de la verdad...
(&-&-&-&)
Fuertes golpes se escucharon en la puerta de la casa. La joven madre fue corriendo a abrir, rogando porque fuera su esposo y le dijera que su abuelo se fue y ella podía salir. Pero al abrir la puerta se encontró con Brutilda.
-Ow- Astrid no pudo evitar decepcionarse por quien en realidad era su visita, sacándole así la sonrisa de la cara a la otra rubia.
-Linda forma de recibirme.
-Lo siento, solo esperaba a alguien más.
-¿Ya estas engañando a Hipo, Astrid?
-¡No seas idiota, por supuesto que no engaño a Hipo!
-Ya, no te alteres, solo era una broma.
La chica gruño por lo bajo y luego fue empujada por su amiga, que solo entro en la casa como si viviera allí, para luego tirarse en uno de los sillones, y subir sus pies a una mesa ratona.
-Si no me esperabas a mí, ¿Entonces a quién?
-A Hipo...
-¿Hipo? ¿No te parece que si hubiera sido él solo habría pasado en lugar de tocar?
-¿Algo parecido a lo que tu hiciste?
-Oye... yo primero toque.
El llanto de la bebe se escuchó desde la planta alta y la joven madre subió a atender a su hija.
Al bajar de vuelta, la traía en sus brazos, ya más calmada. Astrid se sentó en uno de los sillones y comenzó a amamantarla, frente a la pensativa mirada de su amiga.
