3 | Abrazos peligrosos

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Después de estudiar duro, finalmente había aprobado uno de los últimos exámenes finales que me quedaban pendiente y estaba muy satisfecho conmigo mismo. Cada vez faltaba menos para cumplir mi meta. 
Ahora me tocaban unos días de descanso los cuales comenzaban con un festejo en casa con Martin y Alan que me habían apoyado en todo esos últimos meses de estudio con esa materia que me tenía como loco. 

Los chicos habían empezado a beber desde temprano, y yo igual, pero a ellos les hacía efecto más rápido el alcohol que a mí por lo que yo estaba tranquilo sentado en el sillón de la sala riéndome de las estupideces que decían. 

Era viernes y eran como las siete de la tarde, y si bien estaba divertido con mis amigos, tampoco dejaba de mirar el reloj preguntándome cuándo volvería Tomás. No le había visto en todo el día. Aquellos últimos meses había estado saliendo mucho. Lo cual como dije al principio era normal en chicos de su edad.

Tenía 18 años y estaba haciendo cada vez más amigos en la universidad. Amigos de su edad claramente. Jovencitos que buscaban involucrarlo en cada fiesta y reunión que se hiciera. Típico de primer año. Por suerte Tomy, además de disfrutar de su juventud, no olvidaba mantenerse al día con sus materias y exámenes. Admiraba eso de él. Yo había sido un desastre en mi primer año en la universidad. 

Me preguntaba de todos modos dónde andaba y qué estaba haciendo. Ese día no tuvo clases y solo me habló por mensajes para felicitarme por mi nota cuando le conté que había aprobado. 

La verdad quería verlo, y escuchar sus felicitaciones en persona. Seguramente me abrazaría con uno de esos brutos abrazos que siempre me daba. Ahora que había mucha más confianza mutua entre nosotros, nuestra relación y nuestra amistad era un poco más física que en los primeros meses. Aunque yo intentaba mantener algunos límites pues tampoco era que me había vuelto la persona más cariñosa del universo. 

Llegó finalmente como una hora después, cuando mis amigos ya estaban demasiado borrachos y yo recién entrando en calor. 

— ¡Tomy! — exclamaron los chicos cuando lo vieron llegar y se abalanzaron sobre él. Ellos lo adoraban. Siempre lo estaban molestando al pobre, tratando de buscarle novia o invitándolo a salir con nosotros. Cosa a lo que yo me oponía rotundamente porque para empezar Tomás era demasiado joven para entrar a los bares donde nosotros íbamos. Además no les confiaría a los tontos de mis amigos un chico tan inocente como él. 

— Vaya, esto ya se puso intenso — comentó entre risas inspeccionando el estado deplorable de Martin y Alan. — ¿También estás borracho? — me señaló luego. 

— ¿Cómo crees? Soy el único adulto responsable en este lugar. 

— Oye, felicitaciones. Otra vez — se acercó a mí y luego como imaginé me dio un abrazo empalagoso. 

— Tomy, ten cuidado con este. Que se le puede ir la mano con un par de cervezas encima — bromeó Martin observándonos y Alan se echó a reír. Yo le dirigí una mirada asesina a ambos. 

Es que no había día que esos dos  no me molestaran con Tomás. No sabía si yo estaba siendo demasiado obvio o qué, pero vivían haciendo bromas con que yo gustaba de él,  que era mi tipo, y más estupideces así. Y lo peor de todo era que lo decían incluso enfrente de él como en ese momento. 

Claro que yo lo negaba todo y los mandaba a la mierda de inmediato. Tomy solo reía y todo quedaba ahí. Era algo tonto pero que me alteraba demasiado. Porque no, a mí no me gustaba Tomás. No me podía gustar Tomás. Éramos compañeros de piso, amigos y nada más. Lo que sea que él hubiese provocado en mí tiempo atrás había quedado allí, en el pasado. No tenía por qué significar nada. Lo quería como a mi pequeño amigo y ya. 

El chico que amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora