— Eres tan lindo — le había dicho.
— Uh...gracias — respondió Tomás. Había sonado tan tímido, tan adorable.
No quería hacer algo de lo que después me arrepintiera así que di unos pasos hacia atrás. Estar tan cerca y así, era peligroso.
— Solo sigue siendo tú mismo. No hagas nada con lo que no te sientas cómodo — añadí luego.
— Está bien, pero…¿y si Sofi ya no quiere seguir saliendo conmigo? No me dijo nada, pero fue obvio lo raro que quedó todo entre nosotros.
— Entonces es una tonta — sonreí. — A ti…¿de verdad te gusta mucho ella? — pregunté. Tenía miedo de lo que me fuera a responder pero necesitaba saberlo.
— Eso creo, me cae bien, es muy buena conmigo — dijo encongiéndose de hombros.
— Que sea buena y te caiga bien no quiere decir que te guste de verdad — expliqué.
— Quieres decir…¿si estoy enamorado?
Lo miré pero no dije nada. Si me decía que sí, sabía que me dolería enormemente pero tampoco era como si yo tuviese una oportunidad si decía que no.
— No sé — continuó respondiendo a su propia pregunta. — ¿Cómo sabe uno cuando está enamorado?
— No sé — dije aunque sí sabía. Ahora sí lo sabía. — Te darás cuenta solo, supongo.
— ¿Entonces debo seguir intentando con ella?
— Haz lo que sientas. Lo que te haga feliz — le aconsejé finalmente antes de ir a mi cuarto para ponerme a estudiar como había dicho. Tomy me siguió como ya le era usual.
— Gracias por los consejos, Nacho — me sonrió desde la puerta. — Oye…¿te puedo preguntar algo?
— Lo vas a hacer de todas formas — reí.
— Pero es que esto es algo...privado, no sé. Me da un poco de vergüenza. Yo...
Se notaba incómodo mirándome desde la puerta. Quería decirlo pero no se animaba.
— Ven, siéntate — me senté en la cama y le indiqué un espacio a mi lado.
Estaba por hacerlo pero entonces se detuvo.
— ¿En las mismas sábanas en las que tuviste sexo con ese chico? ¡Ugh! — se quejó y puso cara de asco.
— Ay, qué exagerado.
— No, no me pienso sentar ahí — negó con la cabeza varias veces.
Rodé los ojos, me levanté y quité las sábanas arrancándolas del colchón.
— ¿Mejor ahora?
No muy convencido del todo, se acercó con cautela y se sentó cuidadosamente. Era un tonto, me hacía reír.
— ¿Qué es lo que querías preguntar? — me senté a su lado a una distancia notable.
Bajó la mirada, se tocó las manos, nervioso. Le costaba decirlo, fuera lo que fuera y yo me moría de curiosidad.
— Tomy, está bien. Puedes preguntarme lo que quieras.
— Bueno. Tú cuando estás solo y...ya sabes, te sientes...como...excitado — soltó aquella última palabra sin poder mirarme a los ojos. Yo estaba arrepintiéndome de inmediato de animarlo a hablar conmigo. Diablos. — ¿En qué piensas? — preguntó finalmente.
— ¿Qué?
— ¿Qué? Dijiste que te masturbabas, tú lo dijiste — me acusó como defendiéndose por haber preguntado tal cosa.
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El chico que amo
RomanceIgnacio es un chico tranquilo, algo callado y solitario que está terminando la universidad y solo piensa en la futura vida profesional que siempre soñó. Pero en su último año de estudiante se ve obligado a buscar un compañero de piso y compartir el...