21 | De vuelta a la realidad

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Esa fue una de las peores noches. No me pude dormir hasta bastante tarde. Pelear con Tomy me había dejado mal.

Por la mañana siguiente fui yo quien se levantó temprano, a pesar de que estaba muerto de sueño, para preparar el desayuno y volver a hablar con él. Esta vez bien, sin peleas, sin discusiones, para hacer las paces. 

Sin embargo Tomás no se levantaba, y yo ya tenía que irme a trabajar. El café con leche que le había preparado ya se había enfriado. ¿Acaso no tenía clases ese día? 

Me preocupé pensando que se habría quedado dormido así que fui a despertarlo. 
Golpeé en su puerta pero no respondió, así que me tomé el atrevimiento de entrar. 

Estaba allí, tapado hasta el cuello, profundamente dormido. Boca abajo y las manos bajo la almohada. 
Se veía tan cómodo y relajado que me dio pena de tener que despertarlo pero tenía que hacerlo. 

— Oye, Tomy — lo sacudí despacito por la espalda. Gruñó bajito pero siguió sin abrir los ojos. — Te quedaste dormido, amor. ¿No tienes clases? 

Nada. Seguía durmiendo ignorando mi presencia. 
No me dejó opción que tener que sacudirlo más fuerte y entonces sí obtuve respuesta.

Despertó y me miró confundido.

— ¿Qué haces? ¿Por qué me despiertas? — se quejó frotando sus ojos.

— Te quedaste dormido. Ya es tarde. 

— No me quedé dormido — respondió chequeando la hora en su celular y luego lo dejó donde estaba. — No voy a ir a clases hoy — explicó. Volteó en la cama, dándome la espalda y pretendió seguir durmiendo. 

— ¿Por qué no? No deberías faltar. 

— Ya vete y déjame dormir — dijo.

Okay, esa no era la mañana de reconciliación que había tenido en mente. 

— ¿Sigues enojado, eh? 

No respondió. Al parecer no tenía pensado hablarme. Y yo ya tenía que irme. 

Pero no podía dejarlo así. No iba a dejar pasar un día más sin hablar con mi amor. 

— Perdón — dije entonces. — Lamento todo lo que dije anoche. Fue mi culpa. Por favor, bebé, habla conmigo. 

A los segundos de decir eso, se dio vuelta y me miró con esa carita aún marcada por el sueño pero siempre viéndose tan bello, tan angelical. 

— Estamos bien, no te preocupes. Es solo que no tengo ganas de ir a clases hoy — respondió. 

— ¿Por nuestra pelea de anoche? ¿No has dormido bien?

— Más o menos — admitió. — Pero estamos bien, en serio — sonrió apenas. — Tampoco quiero seguir peleando. 

— Yo tampoco he dormido bien, amor. Extraño tenerte en mi cama. Dormir abrazado contigo — dije acariciando su cabello y haciendo algunos mechones de su frente hacia atrás.

— Yo también, Nacho — habló tomando mi mano con la suya. Esa respuesta me alivió, me hizo sentir mejor. Sabía que era sincero. 

— Desearía no tener que ir a trabajar — comenté luego. 

— Ya vete, no quiero que llegues tarde. Necesitas el dinero, para cuando te mudes, ya sabes — dijo con seriedad. 

— ¿Por qué dices eso? Aún no lo he decidido, Tomy. 

— Pero no tienes nada que decidir. Tienes que ir. Eso es lo que quieres. No te dejaré que eches a perder esta oportunidad. 

— No tiene por qué ser la única opción. Y como te dije la otra vez, falta todavía. 

El chico que amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora