2 | Conviviendo

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Dos meses. Eso había transcurrido desde que tenía a este atolondrado, energético, hablador y desordenado chico compartiendo espacio conmigo. 
Ilusamente creí que a esa altura ya me iba a ir acostumbrado un poco a su forma de ser tan espontánea y entusiasta pero no. 

La realidad era que me estaba costando adaptarme a sus costumbres. A diferencia de Tomás, quien parecía que había vivido toda su vida en el departamento y conmigo.

Había dicho que sería ordenado pero solo limpiaba cuando se acordaba, o cuando yo le recordaba más específicamente, el desastre que había dejado en el baño o cocina. A veces traía a sus compañeros de clases a cualquier hora y casi siempre andaban a los gritos. Rompía casi todas las reglas básicas de convivencia y yo tenía que estar detrás de él recordándoselas. Sabía, sin embargo, que no lo hacía a propósito porque tal cual como me había dicho su padre, Tomás era muy distraído. No pensaba las cosas y actuaba muy inocente. 

La realidad era que éramos total y completamente opuestos. 

Pero así también como me enojaba con él, se me pasaba enseguida. Porque no todo era malo...

El maldito solo tenía que sonreírme, hacerme una simple caricia, o mirarme con esos ojos tiernos que tenía como un gatito y yo enseguida me calmaba. No podía ser malo con él por mucho tiempo aunque quisiera. 

También me dejaba comida saludable cocinada por él mismo todos los días en la heladera. Y a veces incluso el almuerzo ya preparado y envuelto para llevarme a la universidad los días que me esperaban jornadas largas. Era como si le interesara cuidar de mí porque sabía que yo sin él tranquilamente podría vivir de comida chatarra. 

No importaba cuánto me enojara con él o lo regañara. Nunca dejaba de tener actitudes lindas conmigo y eso me confundía. Halagaba mis fotos, prestaba interés en mis cosas y siempre me preguntaba cómo me había ido en mi día al llegar a casa. Se notaba que le salía naturalmente. Tomás era así con todo el mundo. Siempre amable, siempre sonriente y dispuesto a hacer algo por los demás. 
Era despreocupado y distraído la mayor parte del tiempo, pero cuando algo le importaba de verdad se notaba y mucho. Nunca había conocido a alguien como él. 

Para ese entonces yo ya había entendido que no era como otros chicos de su edad. Tomás era diferente. Y en cierta forma eso me agradaba. Tenía que admitir que a pesar de todas las diferencias estábamos haciéndonos amigos poco a poco. 

— ¿Vas a ir a visitar a tus padres este fin de semana? — me preguntó una mañana mientras desayunábamos juntos. Sabía que a mí me gustaba estar callado en las mañanas pero eso no le impedía hablarme sin parar aunque yo le contestara con monosílabos. 

— No — dije y seguí bebiendo mi café. 

— Tampoco fuiste el pasado. Ni tu mamá vino. ¿Cuándo vas a ir? Deben extrañarte mucho seguramente. 

— ¿Quieres deshacerte de mí acaso? — pregunté.

— Claro que no — rió. — Jamás — agregó luego mirándome a los ojos. 

— Mejor. Porque ni loco te dejo solo en mi departamento tanto tiempo. Podrías terminar incendiándolo o quien sabe con lo despistado que eres. 

— ¡Qué exagerado! — protestó riendo. — Además, es nuestro departamento — me corrigió. Le encantaba decirme eso y recordarme que ya no era solo mío. 

— Cierto. A veces olvido la mala suerte que tengo — bromeé. — En fin. ¿Por qué quieres deshacerte de mí? ¿Planeas traer alguna chica para revolcarte el fin de semana? — quise saber. 

— Perdón pero el que hace esas cosas eres tú, no yo. Yo me porto bien — se defendió. 

En ese sentido tenía razón. En el tiempo que llevábamos juntos nunca había traído una cita o ligue al departamento lo cual me parecía extraño ya que era un chico muy atractivo que podría tener cientos de chicas detrás suyo. Tomás era heterosexual pero al parecer tenía problemas con el sexo femenino o quizás no le interesaba tener nada con nadie en ese momento de su vida, ni siquiera para pasar una noche. 
A diferencia de mí, quien aprovechaba alguna de esas noches en que él volvía a su ciudad para estar con alguien y saciar mis necesidades físicas. 

El chico que amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora