CAPITULO IX

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Las olas reventaban con aquel sonido tan afrodisíaco distintivo.
Las estrellas del firmamento estaban alineadas en una preciosa constelación que Draco supo identificar.
Llevaba más de treinta minutos.
Cuarenta, cincuenta ¿Quien sabe?
La helada brisa salina perforaba sin piedad su rostro. Pero él no sentía nada.
No.
Si sentía.
Sentía arrepentimiento.
Sentía aversión de sí mismo.
Sentía un dolor abrasador.
Sentía... tanto.
Se sentía impotente. Tantos años a su lado. Tantos años sintiendo su olor por los pasillos. Tantos años ignorándose mutuamente.
¿Tuvo que ser justamente ahora?
¿Tuvo que darse cuenta de que moriría por ella ahora?
¿Tuvo que entender que era el amor de su vida justo ahora?
Encendió con su varita un cigarrillo que había encontrado sobre la chimenea. Eran largos y parecían de mujer, pero cumplían su función. Sospechaba que eran de la francesa.
Dio una calada y se dejó envolver en todo el humo. Menta.
Metió una mano en su bolsillo y se dispuso a caminar por la orilla.
Potter le prohibió salir pero que se fuera a la mierda.
Pronto se irían de ahí y tenía todo el derecho de respirar aire puro.
¿Quien era el idiota que se encargaba de escribirte el destino?
¿Quien se creía para decidir por él?
Dio otra calada.
De igual forma, nunca podría decírselo. No sabía cómo hacerlo.
Iba a separarse de ella.
No era seguro que saliera ilesa de esa maldita bóveda.
Y si lo hacía se verían en medio de la batalla más sangrienta que había presenciado.
Y si ganaban, porque iban a ganar, luego tendrían que despedirse.
Tenía que irse a su tiempo, dos años y un mes después, en el que ella pudo haber rehecho su vida. En el que ella lo olvidaría. En el que él podría estar pudriendose en Azkaban o ni siquiera existir.
Y el bastardo que despertaría del sueño, no podía mirarla a los ojos sin una mueca de desdén en los labios. No dudaría en hacerle saber que la odiaba y despreciaba ¿Iba ella a tolerar su mirada de odio por dos años y un mes?
Lo dudaba.
Dio otra calada.
Como deseaba que las cosas fueran diferentes. Como deseaba tener más tiempo para adorarla y contemplarla.
Como deseaba poder decirle que quería que lo esperara, que no quería que esto fuera pasajero, que no le importaba lo que dictaba el destino.
Pero era un cobarde. Tenía miedo y no justamente al rechazo.
Tenía miedo de que ella aceptara esperarlo.
Tenía miedo que ella decidiera soportar su odio.
Tenía miedo de herirla durante todo ese tiempo.
Tenía miedo de que lo viera con otra mujer.
Tenía miedo de romperle el corazón. De robarle el brillo a esos ojos que le daban vida. De apagar esa fiera en ella. Porque esta vez, si tendría el poder. Porque ella había cedido ante él, ella había bajado todos sus muros.
Ella era un blanco fácil para el otro Draco Malfoy.
—————
La poción multijugos estaría lista en unos diez días más.
Harry ya había logrado convencer a Griphook para que los ayudara y ya tenían un plan para entrar a la bóveda.
Habían puesto en sobre aviso a las personas que según Draco, morirían durante la batalla de Hogwarts. No debían estar solos en ningún momento de la batalla.
Harry ya les había dicho cómo y dónde conseguir el colmillo de Basilisco.
Hasta había hablado con Ron respecto a su relación. No se imaginaba cuánto necesitaba dejarlo ir y al ver que él la entendía y respetaba por su decisión, se sintió aún más tranquila.
Todo iba bien. Extrañamente bien.
Pero como nada es perfecto, había un minúsculo detalle molestando a Hermione.
Draco.
Se portaba cordial con ella. Le daba los buenos días frente a todos y cruzaba un par de palabras con ella siempre para llevarle la contraria. Pero no habían vuelto a estar solos desde hace cuatro días.
Al principio ella deseaba ese espacio, pues se sentía abrumada con tantas emociones respecto al rubio. Pero aún así, quería su compañía... La necesitaba. Y estaba empezando a molestarle esa extraña actitud.
Quería hablar con él y decirle lo inmaduro que se comportaba. Quería decirle que en solo diez días todo acabaría.
Quería decirle que... no estaba lista para dejarlo ir.
No aún. Le gustaba su compañía, sus ocurrencias, sus teorías, sus palabras, sus ojos, su sonrisa, sus...
Se golpeó mentalmente para detener esa oleada de pensamientos. Tal vez era lo mejor, separarse desde ahora. Quizás él lo había deducido antes y es por eso que se alejó de ella.
Pero aún así, merecía saber sus motivos ¿No? Una simple explicación bastaba. No es como si estuvieran en el colegio.
Se estaba comportando como un niño y eso no era normal dadas las circunstancias.
Él ya no era un niño. Él había vivido más cosas horribles en tan solo dos años que Harry en toda su vida. Tuvo que crecer y madurar de golpe, tanto así que se tragó su orgullo y volvió en el tiempo para unirse a sus enemigos acérrimos. Eso no lo haría cualquier niño, así que ¿por que se comportaba de esa forma con ella?
-Hermione... - la llamó Harry.
Ella intentaba leer un libro que Fleur le prestó,Transfigura tu closet Vol. 2 , para encontrar un hechizo que la ayudara a transfigurar sus ropas a las de Bellatrix. Cuando escuchó la voz de su amigo, levantó la mirada nerviosa, como si éste hubiera adivinado en qué estaba pensando.
-¿Si Harry? - su amigo y Ron quizás ya iban por la quinta partida de ajedrez del día, ya había perdido la cuenta realmente.
-Malfoy salió hace un rato ¿crees que podrías...?
-¿Que? - preguntó demasiado a la defensiva para su gusto.
-¿Puedes ir a ver por qué tarda tanto? Ya casi terminamos la partida... - pidió en voz baja, como si le estuviera pidiendo que alimentara a Fluffly.
Hermione se contuvo de rodar los ojos y replicar. Hace tan solo un minuto estaba pensando que alejarse de él era lo mejor y ahora Harry la enviaba a buscarlo.
Cerró su libro con más fuerza de la que deseaba, se levantó murmurando algo por lo bajo y salió de ahí antes de que Harry pudiera darle las gracias.
Habían dos buenas razones para no querer ir a vigilarlo.
La primera, no quería que pensara que ella lo buscaba.
La segunda, el frío era desgarrador.
Se detuvo al pie de la cabaña y lo observó de lejos.
¿Esto contaba como vigilar no?
Tal vez debería acercarse un poco. Si él volteaba y la veía ahí, pensaría que estaba esperándolo ¡Demonios! Si se acercaba también lo pensaría. Si se escondía sería vergonzoso que la viera.
¿Es que no podía hacer más frío?
Ya que no podía pensar con tanto frío, decidió dejarse llevar por su malhumor y se acercó a grandes zancadas a él. Estaba casi en la orilla del mar ¿No sentía el frío?
Observó que cada tanto exhalaba una exagerada cantidad de humo ¿Estaba fumando? Caminaba con el ceño fruncido al piso. No parecía darse cuenta de su presencia.
-¿No crees que ya fue suficiente? - gritó ella acercándose a él.
Draco giro la cabeza a su izquierda y se encontró con la dueña de esa dulce voz, temblando del frío. Merlín, que bien se veía con las mejillas rosadas.
Se detuvo a escasos pasos de él pero manteniendo una distancia prudencial. Chica lista.
Le regalo una sonrisa y dio otra calada.
-¿De que hablas Granger? - preguntó clavando sus ojos grises sobre ella, provocándole (si es que eso era posible) más frío.
-Pues de tu excursión por el polo norte ¿De que otra cosa hablaría? - respondió molesta abrazándose a si misma.
De nosotros. Pensó Draco.
Él negó con la cabeza como si no hubiera pensado en otra cosa. Dio una última calada y lanzó el cigarrillo con fuerza hacia el fondo del mar.
Ojalá se hubiera ahogado como planeaba hacerlo aquella noche.
Camino en dirección a ella con paso decidido, vio en sus ojos el temor a medida que se acercaba.
Pero debía seguir de largo, lo que él le estaba haciendo ahora sería más fácil de superar que lo que el otro Draco podría hacerle.
Dudó al estar hombro a hombro con ella, pero logró hacerlo. Siguió de largo.
Podría jurar que escuchó su corazón detenerse y su respiración entrecortarse.
Pero pudo haber sido por el mismo frío.
Ella sintió literalmente el aire escasear cuando estuvo a unos centímetros de él. Su aroma nubló todos sus sentidos y por un segundo creyó (o deseó) que él la tomaría en sus brazos, pero al verlo seguir de largo solo sintió algo hervir dentro de ella.
¿Es que no se cansaba de hacerla sufrir?
-De hacerme sufrir, de molestarme, de meterte siempre conmigo ¿No crees que ya fue suficiente Malfoy? - gritó su boca sin pedirle permiso.
Él se detuvo de inmediato.
-¿Que quieres que te diga? El destino no nos quiere juntos Granger. - se esforzó por decir. Se lo estaba poniendo muy difícil. Intento reanudar su marcha pero sentía que algo faltaba.
Su réplica ¿Donde estaba? Ella siempre tenía una buena respuesta para todo.
Sabía que lo lamentaría luego, pero miro por encima de su hombro para encontrarse con sus ojos vidriosos. Malditos ojos de ángel que lo doblegaban.
-¿Esa es tu patética explicación? ¡Esa es tu maldita excusa para justificar todos estos años jodiendome la vida Malfoy?
Él sin poder aguantar más, se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos para encararla.
-¿Quieres que te lo explique mejor? Perfecto... aquí va ¿Que harás cuando yo vuelva y despierte alguien que no soporta verte Granger? - escupió con rabia.
-¿Qu...
-Tengo otra espera ¿Que harás cuando me veas caminar de la mano con otra mujer? ¿Que harás Granger cuando te cruces en mi camino y yo ignore tu mirada?
Las lágrimas caían sin permiso. Él tenía razón. No podría soportarlo.
-Dime Granger ¿Que harás si un día decides buscarme y yo te rechazo de la manera más cruel que existe? ¿Que harás si en esos dos años, decido casarme por todo lo alto? Mi madre dijo recuperaré mis recuerdos cuando hayan pasado los dos años y un mes, pero quizás eso nunca pase.
Ella tenía los labios firmemente sellados. Aguantando la marea de lágrimas que se acumulaban en sus ojos, por lo acertadas que eran sus palabras. No podía ir en contra de eso. Pero aún así, no quería dejarlo ir. No podía.
-Yo no existo Granger. Cuando me vaya, dejaré de existir. Soy lo que soy, porque estuve dos años bajo la maldición Imperius y eso claramente ya lo evité. Estoy moviendo los hilos de este títere hasta asegurarme que el Señor Oscuro desaparezca y cuando eso pase me iré. No puedes aferrarte a algo que no existe. - soltó entre dientes.
Él sabía que por lógica, eso podría pasar. Su madre podía equivocarse, quizás él volviera y con el paso del tiempo no recordar nada. Era una posibilidad que al principio no le importó. Al principio pensaba que sería mejor olvidar todo, le daba igual si conservaba sus recuerdos.
Pero ahora todo era diferente... ahora no quería olvidar, no quería olvidarla.
No esperaba respuesta de su parte, asi que le dio la espalda y se encaminó a la cabaña. Dejándola ahí sopesando todas y cada una de sus certeras pero crueles palabras.
Llegando a la realización de que, si él dejaría de existir, estos eran sus últimos días y ella no quería que los desperdiciara.
Así que si él era tan egoísta como para pensar en ella antes que él. Ella haría lo mismo.
Tenía que decirle algo ¿Que iba a decirle? Con él nunca tenía tiempo de hacer un plan. Todo era imprevisible.
-¡Me sorprendes Draco Malfoy! - gritó, para hacerse escuchar, todo lo que sus congelados pulmones le permitieron. Él se detuvo en el acto al escuchar nuevamente su voz.
-Nunca creí que los últimos días de un hombre se verían así. - insistió ella señalándolo.
-¿Así como? - respondió mirándola sobre su hombro.
-Deprimentes. Tienes los días contados y prefieres pasarlos viendo a Harry y Ron jugar ajedrez. Eso es... sorprendente viniendo de ti. - terminó de decir, empezaba a respirar con dificultad. Ya sea por el frío o por la situación, pero necesitaba entrar a la cabaña.
Él la miraba con los ojos abiertos llenos de ira ¿por que echaba a perder su plan? ¿Por que no lo dejaba ir y encerrarse en su habitación? ¿Que prefería ver a esos dos gorilas mononeuronales jugar ajedrez? Ja!
-No tienes ni idea, de las cosas que preferiría estar haciendo en este preciso momento Granger.
-Entiendo, pero no tienes el valor de hacerlo. Por algo no eres de Gryffindor.
Ese comentario lo enfureció, se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos para situarse frente a ella.
-No Granger, pero tengo la astucia de no hacerlo, soy de Slytherin. - respondió remarcando cada sílaba. - la diferencia entre ustedes es que se lanzan de cabeza sin medir las consecuencias de su estupidez, en cambio nosotros medimos que es lo mejor y actuamos en base a eso.
-Lo mejor para ustedes... - lo provocó ella acercando sus rostros. Ambos respirando con dificultad.
Draco rechino los dientes. Ahora entendía lo que hacía. Estaba provocándolo y cayó en su juego.
-Voy a disfrutar mucho diciéndote esto, pero estás equivocada Granger.
Él se mantenía erguido, no quería acercarse mucho a ella porque sabía lo que pasaría a continuación. Ella seguía acercándose, tocando su pecho y gesticulando con sus pequeñas manos. Como deseaba callarla de un beso.
Que fácil sería.
-Nunca me equivoco. - replicó altiva.
Él no pudo contener una risa amarga. Esta bruja quería volverlo loco. Más loco.
-No sufre el que muere Granger, sufren los que se quedan, aferrándose al vago recuerdo de lo que fueron en vida.
Ella no pudo evitar estremecerse con ese pensamiento. Tenía toda la razón. Iba a destrozarla perderlo. Él había evaluado la situación y actuaba en base a lo que era mejor, lo mejor para ella.
Puso una delicada mano en su mejilla, tal y como su madre solía hacer. Él cerró los ojos ante ese gesto, ya no podía seguir resistiéndosele, Merlín sabía cuánto lo había intentado.
-No sabía que me considerabas tan débil. - murmuró sobre sus labios algo dolida.
-¿Débil? Eres la mujer más fuerte y exasperante que conozco. - ambos soltaron una pequeña risa ante su comentario mordaz, Draco nunca cambiaria.
Ella se acercaba más y más. Embelesada por su sonrisa. Hipnotizada por sus ojos grises.
-Pero eso no quiere decir que mereces ser golpeada. No lo consiento y menos por una pobre versión de mi mismo que no sabe nada de la vida aún. - se las arreglo para decir. Era el último muro, ya no tenía tiempo de construir más. Si ella lo destruía, no respondería.
-Soy una Gryffindor Draco, actuamos y luego pensamos.
Y cerró el espacio entre los dos. Conectando nuevamente sus labios después de varios días anhelándolos.
Él parecía resistirse al principio, pero luego de unos cortos segundos, sintió una mano tomarla por su cintura y otra alrededor de su cuello atrayéndola con fuerza a él.
Ella podrá haber empezado el beso, pero Draco era el que lo dirigía ahora.
Devorándola con toda la pasión acumulada de su cuerpo, con todas las ansias de quien sabe tiene los días contados.
Se deleitó con sus carnosos y suaves labios, besando cada uno de ellos por separado. Profundizó el beso al sentirla abrirse a él. Pidiéndole más.
Con su lengua experta, acarició cada espacio húmedo de su boca. Mordiendo y succionando cada tanto sus labios.
Era un beso desesperado y lleno de vida, porque cuando sabes que no tienes todo el tiempo del mundo, entregas todo.
Quería todo de ella. Quería hasta el último respiro de su boca, hasta el último latido de su corazón, hasta el último deseo de su alma. Lo quería todo.
Que mal estaba lo que hacían, muy mal.
¿Pero que esperaban?
¿Para que lo hacen prohibido?
Después de tantos años ¿Aún creemos que un gran cartel con la palabra PROHIBIDO en letras rojas, no captará nuestra atención?
Yo no lo creo.

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