A X.
Recuerdo nuestras conversaciones a las tres de la mañana esperando a que pasen los minutos para las tres treinta y tres.
Si bien pensabas que temerle a esa hora era una estupidez, me decías que todo estaría bien y me acompañabas en aquel infernal minuto mientras me contabas tus anécdotas,
como la vez que
y la vez que.
Para las tres treinta y cuatro ya me sentía bien
y vos,
cálido y tierno,
me deseabas dulces sueños y me enviabas mil besos.
Hoy no sabes si te amo,
pero te prometo que siempre estaré a tu lado,
tal como vos lo estás a las tres treinta y tres
aunque ambos sepamos que es otra hora.
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Cuentos de a ratos
KurzgeschichtenBreves escritos que surgieron a partir de retos literarios; generalmente, propuestos por mí misma. Si esta historia llegó hasta ti, tal vez no sea casualidad. Que disfrutes la lectura.