Capitulo 1

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Una mañana nuevamente se asomaba, los rayos del sol traspasaban la ventana logrando que ella se despierte, se retorció un poco y con su mano viajó al otro extremo de la cama.

Nada, no había nada de nuevo, abrió los ojos y observo con tristeza que nuevamente su esposo no llego a dormir a la casa, se levanto con pesadez, camino hacia la bañera y se dio una ducha.

Sabia que iba a hacer así todos los días de su vida, y tenía que acostumbrarse tarde o temprano, pero le seguía doliendo, terminando de ducharse, envolvió su cuerpo con una toalla y se miro al espejo, ¿No es suficiente? Ella era hermosa, pero entonces ¿Por que?

Por que desde que se casaron, el no se atreve a tocarla, o darle alguna caricia, un simple beso aun que sea, nada no le daba nada.

Ella tenía que soportar la falta de afecto de su esposo, ella sin embargo le daba todo, siempre en cada noche hacia una cena especial, con la esperanza de que su amado llegase y cenara con ella, pero no pasaba, se quedaba despierta hasta la madrugada para velar por su llegada, y ni siquiera el se dignaba a llegar temprano.

Cada día era lo mismo, ella se levantaba, y un espacio vacío estaba justo a lado de ella, en las tardes cuando volvía del trabajo, caminaba por los parques en donde alguna una vez, un rubio y ella paseaban juntos tomados de la mano, pero eso nunca volvería a suceder.

Se arreglo para su trabajo y empezó a caminar por las calles, tenía un negocio pequeño con su buena amiga Ino, era una pequeña boutique en donde ambas fabricaban ropa, les iba bien a pesar de que el lugar no fuera muy popular, ya que los centros comerciales ganaban el doble de lo que ellas ganaban en un mes, a pesar de eso, nunca les dio importancia, amaban su trabajo.

Entro por la puerta y vio que su amiga rubia de ojos celestes, estaba en la caja registradora con un pequeño pastelillo y una taza de té a su lado, sonrió para disimular su tristeza y la saludo.

— Buenos días Ino — le dijo mientras dejaba su bolso en la mesa

— Buenos días Hina — le devolvió el saludo

Empezaron a trabajar, haciendo nuevos diseños, tejiendo, cortando y atendiendo a la clientela por ahí y por allá, la mayoría de su clientela eran adolescentes y mujeres de edad ya adulta al igual que ellas, algo que no se les complicaba, como mujeres que son sabían que es lo que buscaban o que les podría interesar, pero al ver a un hombre justo en su tienda se vieron algo confusas del como atenderlo.

— ¿Puedo ayudarle en algo? — le pregunto una rubia a aquel pelinegro

— Si les pido un encargó ¿Lo harían? — pregunto

— Claro, pero necesito las medidas de su esposa y tambien..

— No tengo esposa — le interrumpió, haciendo que la rubia se sintiera incomoda al haber dicho aquellas palabras — ¿Tienen algún problema que el encargó sea para mi? — pregunto

— N-no para nada — dijo nerviosamente — ¿Que es lo que necesita? — pregunto sacando un pequeño cuaderno

El hombre empezó a decirle que necesitaba un traje, dándole las indicaciones de como lo quería, desde talla, tamaño, color y estilo, la rubia anotaba todo en el cuaderno, con algo de miedo preguntaba nuevamente lo que no alcanzaba a escuchar, pues el hombre a pesar de ser apuesto era algo intimidante, pero era por eso que lo hacia ver atractivo, cuando el hombre salio del lugar dejo a una confundida rubia en el lugar.

No sabia mucho de costura por eso atendía mas a la clientela que pasar tiempo en el cuarto de costura de la tienda, corriendo fue con su amiga a darle el pedido que había echó recientemente, la azabache quedo algo confundía, es cierto que era buena costurera pero no había echo algo para un hombre, al menos no por un largo tiempo.

El Deseo De Estar Juntos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora