Ese viejo lugar

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Souichi continuó llorando, sin importarle que todos ahí lo vieran, Kenjiro empezaba a sentirse incomodó pero tras esa reacción se convenció de que no tendría que pagar por la comida, el sujeto frente a él lo haría.

Souichi dejo de llorar, levantó la mirada aun con los ojos rojos por llorar, observó al joven comer, pensativo, dudando

— ¿Te importaría venir a casa?

—A su casa

—Sigue siendo el mismo lugar

—Sí, solo pagaré la comida ¿De acuerdo?

El mayor se levantó de inmediato, moviendo sus manos

— No, no, yo pagaré— Y eso hizo, Kenjiro se enorgulleció

Por aquellas que una vez caminaron dos almas enamoradas, Souichi llevo a Kenjiro, quien miraba como cualquier turista aquellas calles que Morinaga cruzó tantas veces. Nagoya no había cambiado tanto realmente, algunos lugares nuevos solamente, Tetsuhiro habría pasado inadvertido todo eso.

Kenjiro siguió a Souichi, porque no podía fingir saber a dónde iban, cuando el rubio se detuvo Kenjiro todavía dio un paso adelante desprevenido.

Subieron las escaleras en silencio. Souichi recordó la última vez que subieron juntos. Frente a la puerta de ese departamento se detuvo, como si no existiera puerta alguna, miro las llaves en sus manos, la vez que fue a ver a Tetsuhiro, los días esperando que la puerta se abriera.

Kenjiro hizo un ruido para romper los pensamientos en los que se estaba inundando Souichi.

Giro las llaves escuchando el ruido de esa puerta abrirse, le molestó aquel sonido que resonaba en su mente, paso primero, quería ver a Morinaga cruzar la puerta.

Kenjiro miro de reojo el lugar, el hombre que lo miraba con cuidado, no encontró nada sorprendente pero agradeció no dormir en la fría calle, el lugar estaba limpio y era acogedor.

Souichi cerró la puerta, esperando una reacción de su parte, el chico esperaba lo mismo.

Aquel lugar no despertó nada para el recién llegado, era un lugar como cualquier otro, quizá más grande, pero nada especial. Para el resto, para los que conocían el lugar antes era simplemente inquietante entrar a ese lugar.

Un poco de locura y de tortura se coló en la vida de Souichi quien había decidido dejar todo tal como estaba desde hace diez años. Inquietante era para todos visitarlo pero no podían dejarlo solo, sus intentos de convencerlo por cambiar algo eran ignorados, y habían tenido que resignarse a verlo encerrado en un viejo cuadro.

Era igual, las mismas cortinas, el mismo viejo sillón, la misma mesa y sillas, examinar con detenimiento era darse cuenta que cada cosa permanecía en su lugar, su tortura lo había llevado a negarse incluso a meter algo nuevo a casa, el refrigerador necesitaba un cambio pero no lo acepto, el sillón estaba descolorido pero no compro otro, incluso su computadora que ahora era ineficiente seguía en el mismo lugar, con el mismo fondo, el baño y las habitaciones. Souichi sabía que era lamentable. Había estado guardando un lugar a una persona que todos daban como un adiós. Eso lo tenía sin cuidado, había una razón quería que cuando su amado volviera fuera capaz de reconocer el lugar, no quería que ni por un minuto pensará que no pertenecía aquí, que había sido olvidado, dejado de lado. Souichi quería demostrarle que no lo había olvidado, jamás lo haría.

¿Y que si eso lo hería? También lo hacía sentir que el tiempo no había pasado. No fueron diez años, no, para él seguiría siendo ese día.

Estaba nervioso, angustiado porque también era consciente de lo loco que se miraba eso, no quería asustar a Tetsuhiro, que su intención de tanto tiempo se malentendiera, que se arrepintiera de venir,

DoppelgangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora