La séptima generación parte III

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El reino Ligth, es un reino encerrados bajo un campo de fuerza de magia casi impenetrable, el bosque es tenebroso, donde los árboles retorcidos y decrépitos extienden sus ramas como garras afiladas hacia un cielo perpetuamente cubierto de nubes oscuras, yace un reino olvidado por la luz del sol. Allí, envuelto en una niebla espesa y mortal, se alza un castillo de sombras, una fortaleza cuyo solo nombre inspira terror en los corazones de quienes lo recuerdan.

El castillo es una estructura colosal, construido de piedra negra que absorbe la poca luz que se atreve a filtrarse entre las nubes. Sus torres son altas y agudas, como lanzas que rasgan el cielo. Desde la distancia, el castillo parece una extensión de la propia tierra maldita, emergiendo del suelo como una pesadilla nacida de las profundidades. Las almenas están desiertas, excepto por las sombras que se mueven silenciosas, como si el castillo mismo respirara oscuridad.

Los muros están cubiertos de hiedra oscura, cuyas hojas parecen absorber la vida de cualquier cosa que se acerque demasiado. Las puertas del castillo, hechas de hierro frío y grueso, están eternamente cerradas, selladas con runas antiguas que brillan débilmente con un fulgor oscuro, como cicatrices en la carne del mundo. Nadie osa cruzar esos umbrales, pues se dice que el castillo está protegido por una maldición tan antigua como el propio reino, una maldición que sólo responde a su soberano.

Este reino, antaño próspero y lleno de vida, fue arrastrado a la penumbra por la ira y el dolor. Ahora, es un páramo donde las sombras reinan, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. Los ríos fluyen lentos y viscosos, con aguas tan oscuras como la noche sin estrellas. Los campos están cubiertos de maleza y espinas, y el aire es denso, pesado con el olor a tierra húmeda y a algo más, algo que huele a descomposición y desesperanza.

En lo más profundo del castillo, en una sala inmensa y vacía, se sienta el rey de las sombras en su trono de obsidiana. Su figura es apenas visible, envuelta en un manto de oscuridad que parece fundirse con la penumbra de la habitación. No hay ojos que brillen, ni rostro que se pueda distinguir; solo una silueta imponente y etérea, como una sombra sin forma concreta. Se dice que este rey maldito, quien fue una vez un noble justo y amado, fue consumido por la oscuridad de su propio corazón, traicionado por aquellos en quienes más confiaba. Ahora, es una entidad inmortal, condenada a gobernar un reino sin vida, un reino donde la luz nunca llega, y donde el tiempo mismo ha olvidado su paso.

El viento ulula por los corredores vacíos, llevando consigo los ecos de voces perdidas y gritos de agonía que se desvanecen en la nada. Las sombras en el castillo parecen tener vida propia, moviéndose y retorciéndose como si buscaran algo, o alguien, que nunca encuentran. Los pocos que han llegado tan lejos hablan de una presencia palpable, una presión en el aire que hace que la sangre se congele y el alma se retuerza de miedo.

En este reino maldito, no hay esperanza, no hay redención. Solo hay sombras, susurros, y un rey que, por toda la eternidad, guarda su trono en soledad, esperando, quizás, el día en que la oscuridad lo reclame por completo, o el día en que alguien lo libere de la maldición que él mismo ayudó a forjar. Pero hasta entonces, el castillo y su reino permanecen en silencio, envueltos en sombras, más allá del alcance de la luz y la vida.

-Narracion del rey de las sombras-

Desde aquella fatídica coronación, todo cambió. La profecía de Merlín se cumplió, y yo, el hijo olvidado, me convertí en lo que todos temían: el villano. Sabía que nunca fui el favorito de mi padre. A veces me pregunto si toda aquella exigencia, esa presión constante, era solo porque yo no era como mi hermano, el perfecto heredero, el protegido. Mi padre siempre me miró con desdén, como si cada uno de mis esfuerzos no fuera más que una sombra de lo que él realmente deseaba.

El día en que quedé en ridículo ante mi hermano, fue el día en que todo se rompió dentro de mí. Ver cómo él encarnaba la grandeza, cómo se convertía en uno de los protectores del reino, mientras yo era relegado a las sombras, fue la herida final. Pero las sombras, como bien saben ahora, pueden ser un arma poderosa. Se equivocaron al subestimar me.

𝓓𝓸𝓫𝓵𝓮 𝓥𝓲𝓭𝓪 𝓤𝓷 𝓒𝓸𝓻𝓪𝔃𝓸𝓷 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora