Capítulo 10; El Mundo de la Bruja.

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Luego de aquel día lleno de reclamos, dolores y la reapertura de viejas heridas, que parecían zanjadas, y con el peligroso fantasma de la desconfianza, secando los corazones de madre e hijo rondando por la casa; al llegar el día 2 de septiembre, Francisco recibió otra visita de Katya, para pedirle que se vieran el día 3 a las 12 del medio día, para aquel hombre cansado y harto ya de las situación de lejanía ártica, que lo separaba de su madre, la invitación de la bruja fue recibida; como un oasis en medio de aquel desierto, donde el viento eran los gritos de su madre, y la arena los dolores que regresaban en forma de recuerdos. Por su parte a Helena la belleza normativa de aquella mujer le inspiraba desconfianza, pues al abrirle la puerta, su casa se inundó con un olor a misterio y peligro, y sobre la bruja pelirroja, había demasiadas dudas y muy pocas respuestas.

Las horas pasaron rápido, y a las 12, como reloj estuvo listo para salir , y a esa misma hora exacta, llegó Ekaterina, ella y él caminaron, primero rumbo al monte, que estaba cerca de la casa de Francisco, y una vez que estuvieron en aquella pequeña cordillera de colinas, Katya, conjuró el hechizo para viajar a su mundo, y como si fuese algo tan simple como pasar de un cuarto a otro, se abrió una pequeña puerta de luz; por la que se miraba al otro mundo, y de un momento a otro pasaron de estar en un ambiente semidesértico, a estar en un bosque de coníferas.

Aparecieron en el terreno de Katya, una pequeña casa, levantada con piedra y tierra compactada; entonces ella le hizo una pregunta sencilla a Francisco; - ¿Sabes Montar?;- lo decía mientras empezaba a caminar rumbo a unos establos, hechos de madera, donde aguardaban un caballo y una yegua, Francisco por su parte aún estaba contemplando la hermosura de aquel bosque, de aquel lugar, donde en el aire se sentía la magia de los misterios ocultos entre las sombras de los árboles; mientras miraba a su alrededor, le contestó a Katya, quien ya les había puesto las riendas a los dos animales, y caminaba a donde Francisco estaba.

Quien con sinceridad respondió; -No muy bien; -Katya que ya estaba cerca de él, soltó una pequeña sonrisa y con una mirada enamorada le dijo; -No te preocupes por eso, porque yo te puedo enseñar;- Ella habló de forma cariñosa, al acercarse a él, para darle a cuidar las riendas de ambos animales.

Acto seguido Ekaterina entró a su casa, para buscar ambas monturas, y el loche que iban a llevar. Por su parte Francisco sostenía al caballo pardo, y a la yegua blanca, tenía la sensación de haberla visto en algún sueño, porque, aunque no recordaba haberla mirado antes, su cara le era muy familiar.

Katya apareció, cargando en cada mano una montura, las dejó cerca de donde estaba Francisco; y se volvió a meter a la casa, para salir con un pequeño saco de cuero, que se amarraba con unas sogas en su boca, la bolsa parecía, vieja y flácida, pues no se miraba llena a reventar, y tenía el aspecto de no portar toda su capacidad, puesto que dentro de ella solo iban dos cantimploras de cuero, cada una con capacidad de 2 litros; dejó la bolsa en el piso, para explicarle, tranquilamente a Francisco, cuál era la manera correcta de colocar una silla de montar, como profesora amable, en su rostro, se notaba una gran sonrisa, para nada fingida, y con el embrujo de su voz, explicaba lentamente y con un tono cariñoso, el cómo poner la silla, tras darle el ejemplo con su caballo el Bardo, dejó que Francisco intentara lo mismo con la yegua, y en lugar de burlarse, de los fallos que cometía, le explicaba risueña, por la felicidad de estar con él. Su risa, era extremadamente fuerte en su tono, pero lejos de sentirse como burla, a la falta de habilidad de Francisco, se sentía como el reflejo de un alma alegre.

Tras 10 minutos, ella y él se montaron, sin antes Francisco amarrar el saco a su montura, según las indicaciones de Katya. El día lo pasaron, comiendo los frutos exquisitos de aquel bosque, plantas que Katya conocía al derecho y al revés; aun así, los ojos profundamente azules de la bruja, se posaban sobre la ruta a un lugar hermoso; montaron por 2 horas, llenas de agradable plática, sobre el bosque, sobre política, sobre amor, platicaron de muchas cosas, y entre esos árboles, de vez en cuando, Katya le daba a probar de vallas, silvestres que daban el nombre a la ciudad, que eran exquisitamente dulces, y finalmente llegaron a una catarata hermosa, con casi 200 metros de caída libre, hasta el lago que se formaba abajo; el agua se miraba hermosa corriendo libre, sin frenos, sin más contaminantes que bacilos, virus y parásitos, que con facilidad pueden ser erradicados hirviendo aquel líquido; la vista desde la cima de la catarata; era una poesía compuesta, a la grandeza y perfección de la naturaleza, la inmensidad verde, que en el viento cantaba historias de magia y antiguos misterios, el agua dadora de vida corría como caballo sin jinete, rumbo a Vinogrado, la ciudad natal de Katya; y también de esa posición se divisaban las montañas, donde nacía el río Verde; quien alimentaba la catarata; aquella cordillera orgullosa se levantaba a más de 5000mts sobre el nivel del mar, con sus montañas vestidas como novias de hielo.

Ella y él bajaron de sus monturas, y de la misma forma que lo había hecho, en dos arroyos, Katya llenó las cantimploras de cuero, con el agua del gran rio; Francisco quien tenía mucha sed, bebió rápidamente de aquella agua, y Katya al verlo le dijo:

- Disfrútala más, esta agua es sagrada; y cuenta la leyenda que quien bebe de ella, está protegido de morir ahogado o ahogada; aunque tu y yo hicimos trampa, el reto era subir del lago Ojo a la cascada de Fuego. - Habló emocionada Katya, con una gran sonrisa en su semblante.

Después de esto ella y él siguieron bajando por una vereda, otras dos horas a caballo, hasta alcanzar el lago Ojo, al verlo Francisco entendió el porqué de los nombres, ya que las aguas de aquel lugar, bajo el sol de la tarde se mostraban, como un gran Ojo, en sus orillas con agua cristalina, pero en su centro tenía aguas obscuras.

Cuando ella y él aún iban montada y montado, estuvieron cerca de las pequeñas playas que se formaban en el lago, Katya se desabrochó el pesado broche metálico, que sostenía la capa verde que llevaba, después desmontó y amarró su caballo en un árbol cercano, acto que Francisco imitó, después estando sentada sobre la arena de aquel lugar, se quitó sus dos pesadas botas de cuero, incitando a Francisco para que igual se quitase sus botas ligeras de cuero sintético; finalmente la bruja desabrochó su cinturón, que le sujetaba los pantalones de lana que llevaba y se sacó la camisa también de lana que llevaba , para internarse a nado en el lago, Francisco le copió en todo, y tras quitarse sus pantalones de mezclilla y su camisa de tela sintética la siguió.

Y al caer la tarde, fue evidente por qué el nombre de la cascada, pues a la luz del atardecer, su agua se pintaba de un color rojo anaranjado, ya para esta hora del día, estaban volviéndose a subir a sus monturas, después de pasar una tarde muy agradable en aquel lago.

Comiendo a lomos de sus corceles, la poca comida que Katya, había traído, unos panes, se hallaban ya de regreso a casa de la bruja, sonriendo iban ella y él, muy felices, después de aquel paseo, y de aquellas caricias ardientes en la orilla del lago. Cuando de repente se toparon con tres arrieros, que iban rumbo a Vinogrado, los tres hombres iban montados en burros, mientras dirigían un grupo de mulas, con mercancías que llevaban para vender; cuando les vieron, el que dirigía la caravana, dio orden de detenerse a los otros dos, con un gesto de su mano derecha, y después se quitó su sombrero y la saludó al estilo militar, mientras los otros dos ponían su puño cerrado en su pecho y agachaban su cabeza en señal de reverencia; después de esto los tres le dijeron "Buena tarde mi Coronela y camino salvo hasta su destino", los dos grupos siguieron sus caminos en direcciones opuestas, y después de unos pocos metros de avance; Francisco desinhibido, por la maravillosa tarde que habían pasado, al ver que uno de los arrieros, la había saludado al estilo militar, decidió decirle en forma de cumplido:

- Bueno tu sí que haces de todo, eres bruja y parece que una militar también. -

Entonces Katya quien llevaba la delantera, detuvo de un tirón fuerte la rienda de su corcel, y volteó su mirada atrás, en sus ojos se dibujaban a partes iguales las llamas del infierno, que en su alma ardían; y el rio de la depresión donde se ahogaba; una lágrima rodó por su blanca piel, recordando a cuantos amigos y amigas, habían dado su vida en ofrenda, para que ella orgullosa portase el título de coronela; y dos más le siguieron, una por el desprecio de su familia y otra por el amor que olvidada y botada la dejó.

Sus ojos se llenaron de una rabia asesina, y en ellos se miraba al interior de un alma rota en la guerra, retrocedió con su caballo, hasta estar a la par de Francisco, con odio le tomó, del cuello de su camisa, con su mano izquierda, mientras se llevaba la derecha al pecho, donde colgaba su gema verde, y ante la mirada extrañada de Francisco, conjuró el poderoso hechizo, para viajar entre mundos, y en cuestión de un abrir y cerrar de ojos, Francisco apareció en frente de su casa; sin antes escuchar de la boca de Katya las siguientes palabras llenas de odio y dolor: "Nunca más te quiero volver a ver muchacho estúpido, lo que haga con mi vida no es asunto tuyo".

Tras quedar sola con sus animales en el bosque, se hizo un silencio de muerte que era combatido, con el sonido del llanto de una mujer, que resonaba entre los árboles de la foresta. 

La Enzima de la LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora