Capítulo 14; La Leona de Vinogrado

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El alba encontró a Francisco, tendido sobre su cama, su sueño había sido perfecto, nada lo había perturbado mientras se hallaba en el mundo onírico, al despertar, y ver la repisa que tenía junto a su ventana, encontró una carta; la letra era de Katya y decía lo siguiente.

"Querido Francisco, no había atrapasueños, así que te di una pócima, para que los ángeles, no pudieran perturbar tu sueño, espero que te haya funcionado. Cuando regresé a tu cuarto, ya estabas dormido, y te desperté para que te tomaras esa pócima, si los malestares vuelven puedes poner un altar, pero en fin luego te digo como ponerlo.

Solo para recordarte, que quedamos de vernos a las 4 de la tarde, lo único que tienes que hacer es: tomar la gema verde que te dejé anoche, sostenerla sobre tu corazón y decir el siguiente embrujo: Por el poder del templo de las mil puertas, quisiera estar junto a mi amada"

Tras leer esto Francisco siguió su vida normal, con sus clases en línea y con los demás problemas que acaecían dentro de su casa, aquel día no tuvo nada destacable, salvo que la relación con Helena continuaba siendo una tensa calma. Katya por su parte ese día, se puso indumentarias de combate, como sí a la guerra quisiera ir, y en efecto iba a ir a una batalla, pero esta vez sus enemigos, serían sus propios traumas. Vistió la nueva armadura que le habían dado, después de la Batalla de Ozergrado, pues su primer peto, quedó inservible luego de que una saeta se le clavara en el pecho. Al acercarse la hora acordada para la cita, se calzó su nueva armadura, la cual era de cota de malla, sobre su cabeza se colocó el nuevo casco; el cual en la parte superior llevaba un adorno, de una leona de hierro, además de tener ese ornato, el nuevo yelmo era de un hierro más grueso y pesado que su viejo casco de jineta ligera.

Al colocarse estas indumentarias, se sentía intranquila, pero siguió; fue cuando tomó su vieja lanza y su escudo, cuando los malestares se hicieron más fuertes, y los recuerdos de sangre y hierro, volvieron; quiso soltar la lanza y el escudo, por el dolor que le generaban esas memorias, el cual se comparaba con sujetar la agarradera del escudo al rojo vivo y la madera de la lanza flameante, ante esto quiso desistir de usarlos, pero para sus adentros pensó; "Que clase de Coronela, no puede siquiera tomar su lanza y su escudo"

A sabiendas que debía superar esos dolores, puesto que pronto tendría tropas a su cargo, decidió, no soltar ni el escudo ni la lanza, por el contrario, los sujetó con más fuerza, mientras se dirigía a ensillar, su caballo pardo, y la yegua blanca que le iba a prestar a Francisco; y solo para poder manipular la montura y las riendas, del caballo y la yegua, fue que soltó tanto la lanza como el escudo.

En limpiar al caballo y la yegua, para ponerles la montura tardó menos de 5 minutos, y cuando regresó al interior de su casa, se puso una banda color blanco, especialmente pensada, para usarla al porte presidencial; y sobre ella ponerse las dos medallas que por su valor le habían dado, la Orden de Epona de Primer Grado, y la Orden de Heroína de Arvernia de Primer Grado.

Una vez puestas ambas medallas, volvió a tomar su escudo y su lanza, la cual recargó en su caballo, mientras se montaba con su escudo ya puesto, una vez montada, tomó la lanza y, se colocó en la puerta del terreno que le habían dado, con su mirada perdida en el bosque. Francisco no tardó más de 10 minutos en llegar, luego de que ella se subiera a su caballo; una vez él llegó, ella le pidió que montara, acto que Francisco realizó casi de inmediato, ya estando sobre la yegua, cuando la vio mejor le preguntó, con una voz cansada, como si hubiera caminado varios kilómetros; - ¿Por qué estas vestida así? -; Katya le sonrió y le contestó con voz tierna; - Hoy te voy a contar una historia-

Ya estando en la vereda la cual de momento era ancha, y ella y él, podían ir a la par; Katya le hizo una pregunta, algo extraña; - ¿Me veo Guapa?; - Francisco no tardó mucho en responder a la pregunta, de la siguiente manera; - Tienes la belleza de una Leona, muy hermosa, pero a la vez te ves peligrosa, con esas ropas; creo que no quisiera ser tu enemigo; - Dijo Francisco mientras soltaba una pequeña sonrisa.

La Enzima de la LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora