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La mujer, solo los miraba, sin moverse en la calle desierta, les hizo seña que se acercaran. A Harry se le ocurrían muchas razones para no hacerle caso, pero sus sospechas acerca de la identidad de aquella desconocida eran cada vez más sólidas. ¿Cabía la posibilidad de que llevara todos esos largos meses aguardándolos? ¿Podía ser que Dumbledore le hubiera pedido que esperara, porque Harry acabaría yendo a Godric's Hollow? Por fin decidió dirigirle la palabra

- ¿Es usted Bathilda? -la figura envuelta asintió y volvió a hacerles señas. Harry consultó a Ron con la mirada, la cual decía claramente que era una mala idea.

-No aprendimos acaso de las arañas- Harry sólo lo mira, sabe que tiene razón, pero que mas podía hacer.

Haciendo uso de la valentía digna de su casa en Hogwarts avanzaron poco a poco y, de inmediato, la mujer se dio la vuelta y echó a andar cojeando por donde había venido. Pasó por delante de varias casas, con los chicos detrás, y al fin entró por la verja de una de ellas. Harry y Ron la siguieron por el sendero que discurría por un jardín casi tan descuidado como el que acababan de abandonar.

Al llegar a la puerta principal, la mujer sacó una llave, abrió y se apartó para dejarlos entrar.

- ¿Es usted Bathilda? -repitió Harry la pregunta. Ella volvió a asentir, pero no dijo nada más, Bathilda entró en lo que parecía un salón.

-Compañero, esto no me gusta nada- musitó Ron.

-A mí tampoco, pero estoy seguro de que en caso de necesidad podríamos dominarla, no está muy bien de la cabeza. Muriel lo dijo.

- ¡Ven! -llamó Bathilda desde la otra habitación.

Bathilda iba de un lado para otro encendiendo velas, pero la estancia todavía estaba oscura, la mujer parecía haber olvidado que podía hacer magia, porque encendía las velas a mano, torpemente.

-Permítame que lo haga yo -se ofreció Harry, y le cogió las cerillas de la mano. Una de las velas que encendió Harry iluminó una estancia repleta de fotografías, entonces le llamó la atención una colocada al fondo de la colección, y la cogió. Aquel joven rubio que había robado a Gregorovitch, le sonreía perezosamente desde su marco de plata. Al instante recordó que había visto a aquel chico en Vida y mentiras de Albus Dumbledore, abrazado a un Dumbledore adolescente.

-Señora Bagshot... -dijo, y le tembló un poco la voz-. ¿Quién es éste? -fue hacia ella para enseñarle la fotografía, al mismo tiempo que Ron conseguía encender la chimenea. Bathilda miró a Harry-. ¿Quién es este joven? -preguntó. La anciana observó la fotografía con aire solemne, y luego a Harry-. ¿Sabe quién es? -insistió él en voz más alta y articulando con mayor claridad, pero ni así Bathilda respondía.

-¿Qué pasa, Harry? -preguntó Ron.

-Mira esta fotografía... ¡Es el ladrón, el ladrón que robó a Gregorovitch! -Bathilda solo se limitó a mirarlo fijamente.

- ¿Por qué nos ha pedido que viniéramos? No ha dicho nada -intervino Ron elevando también el tono, la señora sólo lo ignoro e hizo señas a Harry para que lo siguiera al piso de arriba.

-Quiere que suba con ella yo solo.

-No deberías.

-No creo que ocurra nada malo, a lo mejor Dumbledore le dijo que hablara solo conmigo.

- ¿De verdad crees que sabe quién eres?

-Sí, me parece que sí -respondió Harry observando los blanquecinos ojos de la anciana, fijos en los suyos.

-Bueno, en ese caso... Pero date prisa, compañero, aquí huele muy mal.

-Usted primero -le dijo el chico a Bathilda. La mujer debió de entenderlo, porque lo rodeó arrastrando los pies y fue hacia la puerta. Al salir, Harry se metió la fotografía del ladrón anónimo debajo de la chaqueta, sin que se dieran cuenta ni Ron ni Bathilda.

Un Rayo De Esperanza (Primera Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora