Capítulo once.

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— ¡¿Dónde carajos está Seungmin?! —fue lo primero que gritó el castaño al ver que el rubio no estaba por ninguna parte en todos los metros cuadrados de su mansión.

Poco le iba costar hacer que se deshicieran de Soojin y Shuhua por no haberlo vigilado bien.

— Nos d-despertamos y ya no estaba, pensamos que había i-ido a buscarlo a usted... —susurró la castaña.

— ¡¿Cómo iba a buscarme si él no sabía donde estaba?! —pateó la mesa, rompiéndole tres patas en el proceso.

— Cálmate, ellas no tienen la culpa. —ese fue Felix— Busca algo que te sirva en el cuarto, pero no la tomes con ellas. —lo señaló— Demasiado arriesgaron su vida como para también tener que vigilar a Seungmin.

Chan suspiró antes de reconocer que Min tenía razón, aunque no lo dijo en voz alta.

Mientras el castaño subía a pasos largos a la habitación, Felix les explicó rápidamente la situación; Soojin se mostró más desinteresada, en cambio Shuhua no quería pensar que algo podía ocurrirle al rubio. No podía evitarlo, él le caía bien y siempre había sido muy amable con ella, solía ayudarla en la cocina y preparaban postres juntos.

Jamás pensó que Chan les pediría vigilarlo por aquellas razones. Pensó que solamente era porque quería cuidarlo.

A su novia pareció importarle poco y aquello la enfureció. No era justo.

— No hay ni un puto rastro, y dejó todos los accesorios en el baño. —maldijo— ¡Dejó el anillo! ¡El anillo con el puto rastreador! —gritó.

Gruñó antes de arrojarle una silla a las alacenas para después caer de rodillas al suelo y para sorpresa de todos los presentes, comenzar a llorar. No fue silencioso, sus desgarradores sollozos podían oírse en toda la casa.

— ¡Todo el personal de esta puta casa, más vale que comiencen a buscar en toda esta maldita ciudad! —su respiración estaba agitada— ¡Ahora!

Esa tarde, la mansión del mayor fue un completo caos.

Mientras tanto, Seungmin estaba en su tina dándose un baño de burbujas mientras bebía una copa de vino. Lágrimas caían por su rostro y de tanta ansiedad se había rasguñado todo el cuerpo, por lo que ahora el jabón ardía en su piel.

— Realmente quiero irme a la mierda ahora... —sorbió su nariz— Pero no puedo hacerlo... ¡No tengo por qué huir! ¡Tampoco soy yo el que debería sentirse avergonzado! —golpeó la pared.

Honestamente, le daba igual si Chan lo encontraba. No quería verlo pero tampoco quería escapar de él, cuanto antes afrontara la situación y a toda la mierda que en ella había, podría irse a cualquier otra parte del mundo mucho más tranquilo; sin sentir aquel enorme peso en los hombros.

No había podido pegar un ojo desde que llegó a su apartamento y realmente hacía dos semanas que no estaba comiendo adecuadamente. Sus pensamientos no dejaban de atormentarlo, estaba estresado y tan ansioso que sentía una crisis aproximarse. En un vano intento de relajarse se fumó unos cuantos porros pero, ni la marihuana le hacía efecto a estas alturas.

Ya no quería nada.

Salió de la bañera y se cubrió inmediatamente con su bata. Pasó a tirar la botella de vino y terminó haciendo un desastre en el suelo, puesto que se cortó las manos en un desesperado intento de recoger los pedazos.

— Duele... —se quejó mientras se lavaba las manos.

Dejó todo en el baño como estaba y suspiró, yéndose a su habitación y arrojándose a la cama con fuerza. Su cuerpo se sentía cansado pero a su vez no podía dormir porque su cerebro decidía que era momento de pensar en todas las decisiones de mierda que tomó en su corta vida.

Sirens ❣︎ chanseungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora