Capítulo tres.

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Todo estaba oscuro y no podía moverse, maldita sea. Estaba asustado y sobre todo enojado.

Felix, ese hijo de puta...

En cuanto pudiera salir de donde sea que estuviese, lo golpearía con todas sus fuerzas. Changbin no merecía eso.

—Mierda, mierda, mierda —se lamentó mientras se removía en lo que se suponía era una silla.

Trató de zafarse pero estaba atado de manos y pies, logrando que aquello fuera una tarea imposible.

—¡Putísima madre! —gritó.

Prontamente, pudo sentir una puerta detrás de él abriéndose y a dos personas entrar. Se dio cuenta de que eran dos por los sonidos de sus zapatos al pisar.

Pudo sentir como alguien le quitaba lo que cubría sus ojos y luego se iba, dando un portazo.

—¿Dónde mierda estoy y quién demonios eres? —se removió en la silla.— Maldita sea.

Estaba en una oficina bastante elegante, todo era de color negro y el piso de mármol. Había alguien sentado de espaldas frente a él, lo que supo porque desde aquella silla giratoria alguien comenzó a aplaudir.

—¿Por qué carajo aplaudes, infeliz? —volvió a tratar de cortar las cuerdas.— Suéltame, quiero irme a mi maldita casa —bufó.

—¿Con quién crees que hablas? —la silla comenzó a girarse.

El aire se le fue por un momento al ver el rostro detrás de esa estúpida silla; su corazón comenzó a latir tan fuerte que de pronto parecía que su pecho era un lugar pequeño, sus pies le hormigueaban e inevitablemente bajó la mirada. Aún no se sentía capaz de mirarlo a los ojos sin sentir que todo a su alrededor se caía.

—¿Por qué bajas la mirada, amor? —toda su pregunta fue dicha con un tono burlón y humillante, en especial la última palabra.

Mordió su labio inferior con tanta fuerza que pudo saborear su sangre segundos después. Trató de respirar de forma correcta pero cada segundo que pasaba se le hacía más difícil y Chan no lo pasó por alto.

—¿Te sientes bien? ¿Debería ir por un vaso de agua? —su tono no cambió.

Lo escuchó pararse de la silla y acercarse hacia él, lo cual lo puso aún peor.

—Respóndeme —golpeó su escritorio con fuerza.— ¿Por qué mierda bajas la mirada, uh?

—Y-yo... —no pudo decir más que eso, de verdad no podía formular bien las palabras.

—¿Tú qué? —terminó pateando el escrito— ¿Disfruto el dinero que te pagaron por mi cabeza? ¿Cuánto valgo, Seungmin? —se jaló su cabello— ¿O debería llamarte Jaesuk? ¿Seungwoo?

—No... —negó, las lágrimas cayendo por su delicado rostro.

—¿Por qué lloras, cielo? —volvió a su tono burlón— ¿Acaso hice que te sintieras mal?

El rubio sollozó, sorbiendo su nariz y encogiéndose en la silla cual perrito regañado. Su pecho dolía.

—¡No tendría que darte siquiera la oportunidad de hablar! —gritó— ¡Tú me enviaste derecho a la cárcel, eres una pequeña mierda traicionera!

Tomó su rostro y lo obligo a establecer contacto visual.

—¡Tú! —las venas en su cuello se marcaban furiosamente— ¡Dijiste que me amarías por siempre y horas después huiste! ¡Me entregaste a la maldita DEA! —le dio un puñetazo a la pared más cercana— ¿Por qué putas eres tú quien llora? El único imbécil aquí fui yo por confiar en ti.

Sirens ❣︎ chanseungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora