III

1.6K 128 39
                                    

Algún día en el pasado, Nico había muerto de miedo al ver el tártaro justo como era. Había visto, sin duda alguna, lo peor que podía existir en ese universo. Sin embargo, esta vez Nico se sentía como si el mismísimo tártaro lo estuviera persiguiendo en una película de terror de los 80's.

Al despertar, no sólo estaba desorientado, sino que también le dolían varias partes del cuerpo que no estaban hechas para doler. Sentía asco, quería vomitar, no podía respirar de manera correcta. Era como estar en un desierto, dentro de una piscina de escremento, mientras cargas costales de piedras, atado a un automóvil. Se sentía horrible.

La sensación permaneció por unos minutos. Tanta fue su disconformidad que ni siquiera quería abrir los ojos. No recordaba nada de lo que había hecho antes de quedarse dormido. Intuyó que así era como se sentía tener resaca.

No fue hasta que se recuperó un poco que abrió los ojos y casi muere de un infarto. Justo a lado de él, un chico yacía completamente desnudo. No lo había notado antes, pero el chico tenía un brazo sobre su estómago de modo de abrazo. Su cabeza descansaba sobre su hombro como si fuera una almohada.

Nico reprimió un grito y se alejó del chico mientras recordaba lo que había pasado la noche anterior. Cayó al suelo, pero no tuvo tiempo de pensar en el golpe que se dio en el trasero.

Aún en el suelo, se dio cuenta de que él también se encontraba desnudo de pies a cabeza. Eso sólo lo hizo querer gritar más, ya que significaba que lo que recordaba no había sido sólo un mal sueño. Se había acostado con Dante.

"Mierda," susurró cubriendo su boca con una mano. Recorrió el suelo con la mirada y encontró la ropa de ambos desplazada por todas partes. Sus zapatos, sus pantalones, la remera que le regaló Will. "¡Mierda!"

¡Will! ¡WILL! ¡¿Cómo se suponía que le explicaría eso a Will?!

"Oye, ¿Lindo clima, eh? Me acosté con Dante intentando descubrir lo que ambos tenían que ver con el otro. ¿Quieres un emparedado?"

"Cálmate," susurró y se obligó a sí mismo a cerrar los ojos y contar hasta diez.

Después de tranquilizarse, Nico tomó su ropa y se vistió tan rápidamente como pudo antes de salir disparado de la cabaña de Hades hacia el patio.

Se sorprendió demasiado al encontrarse con los mismísimos chicos que había visto antes bailando frente a la casa grande.

"¡Nico!" escuchó a una voz gritar detrás de él. Se trataba de Reyna, quien trotaba rápidamente hacia él. "¿Qué pasa? ¿Y Dante?"

"¡¿Qué día es?!" preguntó Nico acelerado.

"¿A qué te refieres?" preguntó Reyna confundida.

"¿Hace cuanto tiempo que me viste por última vez?"

Reyna meditó la pregunta unos segundos y luego respondió, "De 30 minutos a una hora, máximo."

"¿Estás segura?"

"Sí, ¿Por qué preguntas esto?"

Nico se aseguró de que nadie los estuviera observando. "Sigueme," le dijo a Reyna y se alejó de la fiesta hacia las cabañas.

Una vez que estuvieron lo suficientemente lejos de las cabañas, Nico decidió decirle todo lo que había pasado a Reyna. Después de todo, ella era la única que podía ayudarlo en ese momento.

"Entonces prácticamente no conseguiste nada," le dijo Reyna  cuando terminó.

"¡No me importa lo que conseguí!" gritó Nico desesperado. "¡Lo que me importa es que me metí con él!"

"Si, eso también es malo," concordó Reyna.

"¡Claro que lo es! ¡¿Sabes lo grave que es engañar a tu ESPOSO?!"

"Relájate, Nico," intentó tranquilizarlo.

"¡No me puedo relajar!"

"No tienes por qué estar tan alterado. Sí, te acostaste con Dante, pero no fue por gusto. Lo hiciste bajo el efecto de una pócima."

"Aun así, Reyna. Esto es serio. ¿Qué tal si Dante quiere vengarse y dice algo?"

"Dudo que lo haga," dijo Reyna.

"¿Por qué?"

"No tengo idea, honestamente. Sólo dudo que lo haga."

Nico suspiró y se cubrió el rostro con las manos. "Espero que así sea. Al menos hasta que tenga el valor de decirle yo mismo."

Reyna asintió y puso una mano sobre el hombro de Nico. "Recuerda que esa poción estaba hecha para que el que la tomara no recordara lo sucedido al cien por ciento. Tal vez olvide todo." Reyna comenzó a caminar. "Ahora vamos, antes de que Will decida ir a buscarte y no te encuentre."

Nico caminó tras Reyna sin ánimos hasta llegar al patio donde todos los semidioses estaban juntos y extrañamente callados.

"¿Qué pasa aquí?" dijo Reyna confundida mientras se acercaban a la multitud. "¿Quién es...? Oh, por el Olimpo."

"¿Qué pasa?" preguntó Nico, pero la respuesta no fue necesaria.

Frente a todos los semidioses se encontraba una figura que sobresalía entre los demás. Un chico de no más de 18 años, bronceado y con lentes de sol estaba observando a todos.

"¿Apolo?" Nico escuchó a alguien peeguntar. "¿Qué haces aquí?" El dueño de la voz se acercó y se encontró con la gran sonrisa de su padre.

"¡Will! ¡Muchacho, ven aquí! Tú y yo tenemos muchas cosas por hablar."

Solangelo - La Vendetta di GhaccioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora