IX

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Al abrir los ojos, Dante creyó que había muerto y se lo habían llevado a los Elíseos. Frente a él, un apuesto hijo de Apolo tomaba vendas y parecía estar poniéndolas en alguna parte de su cuerpo. Poco después, el chico le alzó la cabeza y levantó una botella de plástico a la misma altura. Dejó caer un par de gotas de lo que él saboreó como malteada de fresa, y pronto comenzó a sentirse mejor. Sin embargo, el sueño volvió a apoderarse de él.

Su sueño fue muy extraño. Parecía más un recuerdo que un sueño. Uno que él ya había olvidado.

Will, su hermana y él corrían por el parque junto a otros niños. Parecían tener no más de cinco años de edad. Jugaban a un inocente juego que a él en particular le encantaba: al escondite.

Veía a los niños pasar a su alrededor, corriendo como si sus cortas vidas dependieran de ello. Mientras tanto, un niño que parecía un poco más grande que los demás se mantenía de frente a una pared, soltando números en voz alta, esperando a llegar a uno en específico lo más rápido posible.

Will lo tomó de la mano. Estaba seguro de que era Will. El niño era exactamente igual al de la fotografía que él poseía. Incluso sin ella, nunca olvidaría su rostro, y era un tanto obvio que se trataba de él. Con la otra mano, Will tomó la de su hermana, y los tres juntos salieron corriendo hacia detrás de un automóvil. Prácticamente, era trampa que se escondieran ahí, ya que sólo podían jugar dentro del parque, no en la carretera, pero a ellos no les importó.

El niño que había estado contando ahora estaba buscando a todos. Encontró a un par, luego a otro, y otro. Ninguno se salvaba de ser descubierto, pero tampoco parecía importarles en lo más mínimo.

De pronto, Dante escuchó un sonido extraño. Volteó hacia atrás justo a tiempo para ver a su hermana tropezar y caer hacia atrás. Su corazón se detuvo: un auto se acercaba a gran velocidad, y parecía no darse cuenta de que había una niña a mitad de la calle.

Sin dudarlo, el pequeño Dante saltó desde su lugar y se interpuso entre el automóvil y su hermana. Dio un fuerte grito al mismo tiempo que el auto llegaba hasta él, y luego todo se puso blanco.

"¡Tranquilo, hombre!"

Dante despertó de la misma manera. Gritando, desorientado y cubierto de blanco. Miró a la persona que le había hablado. Junto a él, Will sostenía sus hombros para mantenerlo quieto.

Se levantó lo suficiente para estar sentado, y luego sacudió la nieve en su ropa.

"¿Qué es lo que pasó?" preguntó una vez que Will lo soltó.

"Eso es exactamente lo que intentamos descubrir," respondió él. "Te desmayaste después del extraño rayo de hielo que le lanzaste a ese grifo, y desde entonces sólo has estado haciendo ruidos extraños y..." Will señaló a su alrededor, "soltando copos de nieve por todas partes. Hasta que gritaste y despertaste hace justo veinte segundos."

"No recuerdo bien lo que hice," admitió Dante. "Sólo recuerdo que luchaba contra unos pajaritos demasiado grandes."

El chiste pareció divertir a Will, pero rápidamente quitó la sonrisa de su rostro.

"Al menos ahora estás despierto." Volteó hacia Nico, quien observaba desde unos metros atrás. "Pueden comenzar a explicar cuando quieran."

Nico había decidido hablar primero, cosa que Dante agradecía, puesto que aún no creía ser capaz de redactar una historia.

"Debiste haberme hecho jurar por el Río Estigio," dijo Nico en voz burlona. "Sabías que no me iba a quedar con los brazos cruzados mientras tú ibas a una misión, amor." Sí, lo último había sido intencional.

Solangelo - La Vendetta di GhaccioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora